Momentos antes de que comience el espectáculo, el público suele acogerse a las sillas como un recién nacido al retorcer el dedo de su madre. Si el silencio lo permite, los ojos de los asistentes esconderán los párpados para centrar la atención en la primera nota de una voz algo quebrada, melancólica, contagiada por una montaña rusa delicada. Si en ese último suspiro, en el que en el escenario un hombre cierra los ojos, ajusta su sombrero y sacude de picor una moldeada nariz de carne y hueso, nadie pretende separar al músico de sus canciones, Toni Zenet comenzará. Y que nadie se extrañe que al final surja el amor, o que el público quiera convertirse en piratas, cruzar los maravillosos mares de China, atravesar el mundo, montarse en un tren en marcha, navegar en un barco sin timonel, mirar hacia atrás con el oscuro deseo de saber si era verdad que de piedra se convertirán al observar lo vivido, o romper la baraja de cartas con el único deseo de jugarse la vida a un único intento.

Es la vida de Zenet y de todos nosotros. Es el triunfo y el fin social de la música. Ese afán por divinizar el triunvirato que compone la música, la voz y la letra. Es lo que confluye en Toni Zenet y en su trayectoria, aunque hoy venga presentando su último disco La menor explicación.

Su éxito bebe de tres fuentes. La música, fusionada de diferentes estilos: jazz, fado, swing, copla, tango. Una miscelánea indescifrable a la hora de preguntar: ¿Y qué música hace Zenet? La respuesta resulta tan compleja que un encoger de hombros y sentarse a disfrutar bastaría para instaurar una laguna en la memoria y olvidar la pregunta. La voz, de un artista demasiado personal para este tiempo. La voz del hombre que ha curtido la vida acariciándola suavemente contra su vientre cuando el camino se hacía estrecho y pedregoso y había que lijarse las manos. En esa garganta está el Zenet actor dando vida a un Picasso en su coqueta juventud, el Zenet profesor de teatro, animador de barcos, camarero, peón de albañil o vendedor en puestos de artesanía medieval. La letra, de un poeta que ha entendido la vida como una travesía incierta en que lo único que cuenta es transitar por la senda que marca ese corazón, que todos conocen como ser. Un poeta llamado Javier Laguna.

Son las claves que resonarán sobre un escenario abierto al olor del mar y al viento de levante que vuelve a saltar para molestar ese silencio embriagador del artista ante la primera nota.

A partir de las 23:00 horas, Zenet y toda su banda acompañarán al viento en el Baluarte de la Candelaria. Allí esperan sus nuevas canciones y los míticos himnos que siempre aguardan sus aficionados y que le situaron en la fama de su espacio y su tiempo como: Los mares de China, Dientes de rata o Soñar contigo.

En ese disco obtuvo en 2008 el Premio de la Música al mejor Artista Revelación y en el 2010 con Todas las calles, le reconocieron haber realizado mejor disco de fusión del año. No hay dos sin tres, y Toni Zenet aguarda el premio del público en este último disco lanzado en el año 2012, sin contar con que ya lo tiene.