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Cultura

Cuando la muerte asume su realidad

Todo el que conozca al maestro Francisco Toledo, ese mexicano genial que ha hecho de Oaxaca, la capital del estado de Juchitán, la localidad donde nació, una verdadera referencia en todo el universo artístico latinoamericano, sabe de la existencia del particularísimo y emblemático Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca -IAGO- por él creado. Allí han aprendido y han trabajado los muchos entresijos de la obra gráfica los mejores artistas mejicanos de la contemporaneidad. Uno de ellos, Sergio Hernández ha sido el representante del arte que hoy se hace en México en los actos y exposiciones llevadas a cabo en el Espacio de Creación Contemporánea de Cádiz dentro de ese año tan crucial para la ciudad que conmemoraba el Bicentenario de la Constitución de 1812 y que fue sede la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos.

La referencia de Sergio Hernández la tenemos, como de tantos otros, gracias a Fernando Martín Martín que investigó sobre su trabajo con motivo del estudio que realizaba para la exposición antológica sobre Francisco Toledo que estaba comisariando y que, por las incongruencias y tejemanejes tan habituales en el universo artístico, no llegó a efectuar. Sergio Hernández fue alumno aventajado de Toledo en el IAGO y eso se nota en su obra. La referencia clara del espíritu sobrecogedor de la muerte está presente en cada una de sus obras, sobre todo aguafuertes; en las que el imaginario tan habitual en Latinoamérica -especialmente en México- se nos muestra en toda su inquietante manifestación; señalándose la iconografía de las postrimerías que tanto abunda en la creación americana, con todo tipo de visiones entre mágicas, tenebrosas y llenas de enigmáticas sensaciones. El pintor mexicano plantea las obras con claros esquemas de absoluto simbolismo, donde el impacto visual no deja indiferente ni a la mirada ni, mucho menos, al espíritu del que las contempla.

La obra de Sergio Hernández está poblada de misteriosos símbolos, de enigmas minimizados por una economía de medios gráficos que, acentúan aún más, el poder inquietante de lo representado. Las obras aluden a ese espíritu mediato del negro triunfador sobre el blanco, de la luz pisoteada por unas tinieblas expectantes, por la muerte inmediata que crea cercanos e irrechazables intereses. El artista mexicano domina el medio plástico abiertamente y con poco posibilita máximos inesperados que contribuyen a esos desenlaces de enigmáticas sensaciones.

La exposición en las bellas estancias expositivas del Espacio de Creación Contemporánea nos traslada a una iconografía que asume los intereses del profundo arte iberoamericano; aquel donde la magia convierte a la muerte en espectáculo, más que en cruenta realidad. Sergio Hernández está más cerca de Goya que de Valdés Leal; el sordo aragonés dentro de su aplastante poderío emocional abre leves perspectivas donde lo popular tiene mucho que decir; lo mismo le ocurre al pintor mexicano; el sevillano, por su parte, se deja llevar por un estamento mucho más trascendente; Sergio Hernández hace más cercano la visión extrema de lo último.

Descubrimiento absoluto de un artista que nos hace transitar por una realidad que, a fuerza de ser natural y cercana, la convertimos en inquietante tabú. Sergio Hernández es, pues, el heredero de una pintura ancestral donde la muerte nos muestra su cara menos insidiosa.

Muy buena exposición de un artista del que teníamos referencias y que se nos ha convertido en absoluta realidad.

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