Javier Krahe. Cantante

"No me gusta que me pidan nada"

  • El veterano trovador presenta mañana en el Teatro Principal de Puerto Real los temas de su último disco, 'Toser y cantar', además de cuatro nuevas canciones.

"Lea usted, Krahe". Eso de declamar en público, de juguetear con el lenguaje, de explorar las entretelas de la gramática, le viene a Javier Krahe de lejos. "Desde pequeño me interesaba todo ese mundo del lenguaje. Hay incluso testimonios de otros ya que yo hay cosas que no me puedo acordar". Bardo irónico, trovador inteligente, Krahe sigue haciendo malabares con las palabras para sacarnos la risa o golpearnos en la cabeza. Con sus músicos -Javier López de Guereña (guitarra), Fernando Anguita (contrabajo) y Andreas Prittwitz (vientos)- volverá a hacer una demostración de maestría y veteranía mañana en el Teatro Principal de Puerto Real.

-De vuelta por la provincia de Cádiz, ¿apetece?

-Bueno yo siempre vuelvo a Cádiz aunque sin cantar, vuelvo todos los veranos. Así que, sí claro, apetece, como en casa. Bueno, mejor que en casa porque tengo que ir. En Puerto Real, exactamente, actué unos años seguidos, creo que fueron tres en un sitio pero cerraron. Problemas de esos municipales...

-Esta vez actúa en un teatro, no sé si se siente igual de cómodo en la escena de un teatro que en una sala, bar o café.

-Vamos a ver, cómodo me siento igual de cómodo, ahora, gustarme, me gusta más un garito. Con el público, igual. Hay gente que le gusta el teatro y hay gente a las que no le gusta estar en una butaca. Pero eso ya no es cosa mía...

-Supongo que la base principal del concierto la conforman los temas de 'Toser y cantar' pero también tirará de atrás, ¿no?

-No, iré más adelante. Haremos cuatro canciones nuevas.

-¿Del próximo disco? ¿Ya hay algo nuevo en vistas?

-Sí, la verdad es que no sé cuando lo haré pero material sí que hay. A ver si puede ser por primavera por ahí, pero no estoy seguro.

-La impresión que da en sus conciertos es que no le hace mucha gracia que le pidan canciones, ¿me lo confirma?

-No me gusta que me pidan nada. Esto es por varios motivos, uno porque cuando yo he sido público y quien fuera salía al escenario nunca se me hubiera ocurrido pedirles nada, yo iba a ver qué hacían. Otro es que, inevitablemente, la gente solo puede pedir lo que conoce y yo pues a lo mejor tengo interés en que escuchen algo nuevo o me apetece cantar tal o cual canción. O si me piden, sobre todo, algo que es muy antiguo, pues no me hace ninguna ilusión. Me parece más interesante gustar con canciones nuevas.

-Pero, ¿qué ocurre?, ¿se arrepiente de algo que haya hecho anteriormente?

-No, tampoco es eso... Quiero decir que si yo cogiera el primer disco que grabé y volviera a cantar esas canciones, con toda seguridad ahora lo haría mucho mejor. Pero eso no lo puedo cambiar. Lo hacía bastante mal.

-¿Ahora cree que lo hace mejor?, ¿qué ha cambiado?

-Treinta años de diferencia.

-Pues su público le sigue pidiendo esos primeros temas, ¿cuáles son los más solicitados? (aunque no le guste hablar de ello)

-Pues generalmente del primer disco de La Mandrágora y luego pues la gente se quedó mucho con Cuervo ingenuo, que era del 86, y que la hice para cantarla en aquel tiempo.

-¿No está, de alguna manera, ese tema emparentado con el 'Ay democracia' de su último disco?

-Era mucho más interesante Cuervo ingenuo, era mucho más imaginativa aquella. Esta es un poco lo que escribiría un columnista de periódico. Al fin y al cabo, he sacado casi todas las ideas de esta canción leyendo periódicos.

-'Ay democracia' sale en su último disco que se publicó en 2010. Evidentemente, estaría escrita desde bastante antes. Ahora estamos en las postrimerías de 2012. ¿Tiene ganas de que el tema pierda, alguna vez, vigencia?

-Sí, esa canción la escribí muy despacio, tardé cuatro años y empezada desde antes... Y sí, como dices, aún no ha perdido vigencia y eso es malo para el país, malo para la democracia. Sería mejor no haber escrito la canción.

-Ha dicho en alguna ocasión que no cree que las canciones cambien el mundo, ¿al menos cree que pueden contribuir a cambiar el punto de vista personal?

-Pues, generalmente, la ironía obliga no tanto a cambiar pero sí a aceptar otro punto de vista, como las mías son irónicas pues con ese mecanismo, sí. Pero de individuo a individuo.

-¿Le ha pesado alguna vez la etiqueta de irónico?

-No, es que yo declaro que soy irónico, lo doy por sabido.

-¿Y la de íntegro con su trayectoria artística?

-Pues eso es mucho más difícil porque a estas alturas parece muy claro saber qué es la coherencia pero yo creo que tengo la misma coherencia que tiene Julio Iglesias que me parece absolutamente coherente, más que yo, creo. Es que me he dado cuenta que cuando se habla de coherencia se refieren a una coherencia que les guste a ellos y no al término coherencia. ¿Ser coherente? Raphael es muy coherente, Bisbal es muy coherente y yo también.

-¿No tose tanto desde que no se puede fumar en el escenario?

-La verdad que me he acostumbrado. Cuando salgo al escenario ahora cambia algo en mi cabeza y no me acuerdo de fumar hasta que termino. Preferir preferiría fumar pero, bueno, no quiero que los locales tengan problemas por esa causa, ni resultar grosero o forzar situaciones. Así que me olvido.

-¿Rituales o manías confesables a la entrada o salida del escenario?

-(¡Ríe!) Pues ahora no, pero antes sí tenía hace muchos años la costumbre de tomarme una copa antes de salir. Ahora, hace quince o veinte años que no me tomo una copa antes de salir.

-¿Le quita mucho tiempo 18 Chulos?

-No, unas tres horas al año. Tengo el título ese de socio pero realmente quien trabaja ahí es solo una persona, Javier Amorós. Yo firmo.

-¿Es buen negocio?

-No que va. Nunca hemos ganado dinero con esto y llevamos 11 años.

-¿Alguna vez tuvo dudas de que sería absuelto de las acusaciones por el vídeo de 'Cómo cocinar un crucifijo'? Siempre se le vio muy seguro.

-Desde que me denunciaron por primera vez hasta el juicio pasaron siete años. Entonces, yo la verdad al principio no le dedicaba la menor atención al tema hasta hará unos tres años que, de pronto, me dijeron que sí, que me iban a juzgar. Yo no me lo podía creer. Me pedían una fianza de 192.000 euros, pero qué es esto, pensé yo, y ahí sí tuve un día pensando en esto nada más. Pero por la noche me llamó el abogado y me dijo que no tenía que abonar eso, me tranquilicé y lo olvidé hasta dos o tres semanas antes del juicio que mi cabeza se volvió a ocupar de eso. Siempre había creído en casi siete años que no tenía que preocuparme en absoluto pero, por otro lado, pensaba qué ocurriría si me salía un juicio loco porque como veo que hay jueces locos por ahí... Así que, sí, puede que me pasaran dudas por la cabeza pero eso no me impresionaba.

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