Cultura

El gran Atín Aya más desconocido

Quizás se fue demasiado joven y no dio tiempo a que la gente supiera más de él y de su verdadera dimensión como artista. Su pérdida dejó un gran vacío difícil de llenar. Él fue uno de los primeros fotógrafos que, en Andalucía, dio una dimensión distinta a la gran fotografía de siempre. Y es que dos momentos no excesivamente afortunados se ciernen sobre la vida y la sobre la carrera artística de Atín Aya. La más trágica, como pueden suponer, fue su pronta muerte; pero, además, su trayectoria fotográfica ha estado muy condicionada, a su vez, por las dos grandes series sobre las marismas del Guadalquivir y sobre los personajes de la Sevilla eterna. Dos importantísimas páginas de lo que puede ser considerado el neorrealismo fotográfico andaluz. Sin embargo, Atín Aya, su fotografía y su carrera profesional es muchísimo más que esos dos espléndidos episodios de un esclarecedor camino artístico. Precisamente es lo que va a encontrar aquel que se acerque a la galería de Juan Carlos Sánchez Lamadrid. El gran Atín Aya artista total, creador de una fotografía en la que subyacen los elementos tradicionales -incluidos la capacidad técnica y el dominio del laboratorio - gestionando, además, un desarrollo visual lleno de sensibilidad, poesía y belleza plástica.

El espacio de la galería lo preside una gran pieza, precisamente, rescatada de su serie sobre las Marismas. Pero lo que de verdad, emociona son las pequeñas obras de las que se desprende la verdadera dimensión artística del fotógrafo sevillano. Una serie de fotografías protagonizadas por una simple cama de alcoba, nos conduce por un bello e inquietante juego de presencias y ausencias. Se presiente la figura humana, se respira sensualidad resiente, intimidades evocadas, juegos de amor, pero todo queda suspendido en el simple gesto de unas sábanas desordenadas que reflejan la inmediatez de un encuentro que ha dejado su huella inequívoca; camas que, también, asumen diferentes perspectivas visuales, distintas luces, ángulos diversos que hacen cómplice a la mirada y patrocinan un poder absoluta dominio visual.

Junto a estas fotografías, una imagen de una bella joven que trasciende sensualidad, que manifiesta un poderoso y atractivo juego de atracciones. La fuerza plástica de los distintos tonos de negros acentúa el bello contraste del pecho desnudo. Todo un reto para la visión de un espectador que sucumbe ante la contundencia formal y estética de la obra, así como ante la belleza de la representación.

Y, además, otra serie maravillosa, llena de entusiasmo, de sensualidad, de sutil erotismo y de fuerza expresiva. Atín Aya deja una lección magistral de buen hacer fotográfico; pero, también, un desarrollo estético en el que el erotismo se plantea con mínimos gestos, con gran economía del relato ilustrativo para alcanzar un desenlace significativo de contundencia, de mucho poder y de una trascendencia erótica de gran dimensión sensual.

La exposición nos conduce por el gran fotógrafo, por el artista total que asume su condición en obras de gran fuerza formal, pero, todavía, mayor significación artística. Es el Atín Aya grande, el creador que hace lo que quiere, sin sujeción alguna y dando rienda suelta a un poder creativo absoluto.

Aunque el gran público -los aficionados- tengan la idea de un Atín Aya sólo como el autor de aquellos maravillosos reportajes sobre la Andalucía más profunda; ahora, se tiene la oportunidad de contemplar a un artista completo, cuya obra asume los máximos planteamientos de la fotografía más bella e inquietante.

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