Jornadas las dos culturas La educación, el cambio necesario

El desempate entre el principio del placer y el de la realidad

  • José Antonio Marina cerró ayer el encuentro hablando de 'La educación del talento'

Igual que el que se cura, se cura él solo, el que aprende, aprende solo. Con un poco de ayuda, con dosis de penicilina o con un profesor dispuesto a desasnarlo, pero al fin, solo. "Más que enseñantes -dice José Antonio Marina-, deberíamos llamarnos entrenadores".

El filósofo, escritor y pedagogo clausuraba ayer en la Escuela de Enfermería de Cádiz la segunda edición del encuentro 'Las dos culturas' -organizado por la UCA, la Delegación Provincial de Cultura y la Fundación José Manuel Lara-, con una charla sobre La educación del talento.

Para Marina, educar es una gran labor 'metafísica': "Lo que diferencia a nuestra especie es que transmite a sus crías un legado genético y cultural -explica-. Nuestra educación es un híbrido de naturaleza y cultura. Cuando nace un niño, tiene una mente muy similar a la de un niño de hace 200.000 años pero, seis años después, esas dos mentes no se parecerían en nada: el lenguaje reestructura completamente las funciones cerebrales -continúa Marina-. Todo lo que la Humanidad ha aprendido, lo ha aprendido el niño a los ocho años. Los niños salvajes encontrados en la India, por ejemplo, han desarrollado cerebros con pautas lobunas. Si no heredáramos esas pautas culturales, volveríamos a un primitivismo irreversible".

Creador de la Universidad para Padres, para José Antonio Marina la importancia de la familia en el proceso educativo es fundamental: "Al igual que un patrimonio, los padres legan un capital personal, afectivo, intelectual y, en menor medida, moral para resolver problemas".

"La cultura del esfuerzo, que es la energía aplicada a un objetivo, implica distintos grados de malestar y cansancio que tratamos de evitar -prosigue Marina-. Y el esfuerzo, por supuesto, es un concepto muy relacionado con la capacidad de tolerancia a la frustración".

"Hay un momento en los niños en el que vemos que están orientados hacia el esfuerzo, y es cuando, en torno a los tres años, dicen: 'Mamá, ¿ves lo que hago?' -explica el pedagogo-. Nos movemos por razones de causalidad que pueden ser de carácter hedonista o de vínculo social (con los que nacemos), o por la necesidad de sentirnos importantes, necesarios, de expresarnos. Todo niño debería tener su minuto de éxito: sentirse eficaz es tan maravilloso que querrá repetir".

Para Marina, los dos últimos años de primaria son fundamentales para resolver cuestiones como la agresividad, la timidez o la dificultad para relacionarse "que están relacionadas con la poca capacidad de resolución".

"Hay una serie de herramientas educativas, simples pero efectivas en su momento -indica-. Una de ellas es la valentía, el no cejar ante las dificultades. Otra es la visión del mundo como una serie de oportunidades. La dicotomía de Freud entre el principio del placer y el de la realidad tendría un tercer estadio: el principio de la posibilidad".

"Tiene una gran importancia saber qué es lo que se dice el niño cuando habla consigo mismo -apunta Marina-. Si logramos cambiar según qué enunciados de ese discurso -en clave de culpabilidad, de excusa o en clave de absolutos-, podremos reparar los pensamientos perjudiciales. No son grandes cosas, pero son efectivas".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios