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Cultura

Un cuestionable concierto

Con el patrocinio de IberCaja y la organización de la Cadena Cope, subió el martes al escenario del Gran Teatro Falla la Orquesta de Cuerda Transilvana, un conjunto de 15 músicos que, insuficientes en número, apenas pudieron con el peso del programa elegido. Salieron adelante, aunque sin brillantez, con la obra de Puccini, Crisantemos, y casi igual con La oración del Torero, de Turina, pero 15 instrumentos no podían ser el efectivo apropiado para enfrentarse a las Danzas rumanas de Bela Bartok y, mucho menos, a la Serenata para cuerdas de Chaikowsky. Y no es que con un número mayor de instrumentos se busque más volumen en el sonido (si así fuera bastaría con tocar más fuerte), lo que se busca es la plasticidad entre los instrumentos, la posibilidad de crear planos sonoros. Posibilidades que brillaron por su ausencia esa tarde.

Un aire de marketing envolvió al concierto desde sus comienzos, vendiéndose la piel del oso antes de cazarlo. Nos referimos a lo que se escuchó a través de la megafonía del teatro poco antes de empezar el concierto: un panegírico dedicado a Inma Shara, el mismo que había aparecido en la prensa el día anterior. Viéndola dirigir nos vino a la mente una actuación suya con la Sinfónica de RTVE en el Teatro Monumental madrileño. Hará de ello diez, doce años. Eran sus comienzos. En aquella ocasión ofreció como propina esa maravilla que son las Diez melodías vascas de Jesús Guridi. Entonces su nombre no se acompañaba con el reclamo "Música en estado puro" ni otras lindezas, aunque ya se vio que apuntaba hacia el histrionismo. No creemos que lo gestual tenga que ir acompañado del paroxismo en la conducción de una orquesta. Si como rezaba el programa de mano es ella una de las más brillantes representantes de la nueva generación de directores de España, que además ha conocido las diferentes técnicas directoriales de Toscanini, Karajan, Bernstein, etc., no acabamos de entender sus maneras.

Entre el público que sabía bien qué había ido a ver, se encontraba el que no acababa de enterarse de lo que es un concierto y aplaude cuanto más mejor, dispuesto a dividir a trozos cualquier partitura. O ese otro que quiere demostrar que conoce la obra mejor que nadie y aplaude el primero, sin importarle ni poco ni mucho los silencios que están escritos en la partitura, que también debería 'escuchar'. Creemos que fue Antonio Fernández Cid, maestro de críticos, quien insertó en una de sus reseñas el decálogo del buen escuchante musical, harto de los desvaríos de algunos.

Las ovaciones arreciaron al final como era de esperar. Inma Shara fue obsequiada con un precioso ramo de flores, hizo repetidas salidas a escena para recibir las muestras de simpatía del público y atacó la primera propina: Polka pizzicato de J. Strauss, y la segunda, Por una cabeza, el bellísimo tango que popularizara el gran Carlos Gardel.

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