Un clásico que sí es perfecto

La historia de cómo la mítica Marilyn Monroe complicó con su presencia y sus rarezas la película de Billy Wilder protagonizada por Tony Curtis y Jack Lemmon

Mateo Sánchez Cardiel / Madrid

29 de marzo 2009 - 05:00

A pesar de su legendaria frase final, la comedia de Billy Wilder Con faldas y a lo loco sigue siendo, cincuenta años después de su estreno, un mecanismo perfecto nacido de un rodaje caótico en el que los problemas tenían un nombre: Marilyn Monroe.

"Nadie es perfecto" era la frase que, creada a última hora y con titubeos por Billy Wilder y el guionista I.A.L. Diamond, cerraba una sucesión de elementos de combinación improbable -gangsters, travestis, romance, playa y jazz- que, sumada al talento de tres actores como Tony Curtis, Jack Lemmon y Marilyn Monroe, resultó infalible.

Pero ese desenlace -espetado por Joe E. Brown a Jack Lemmon cuando desvela su identidad masculina- no habría tenido lugar si no fuera porque Monroe, que estaba embarazada, llegaba siempre tarde y contaba con su asesora de interpretación en el plató, hizo tan difícil el rodaje que Wilder y Diamond buscaron para ponerle fin una opción que no implicara su presencia.

"Sabía que íbamos en pleno vuelo y que había un loco en el avión", decía el Wilder en referencia a la actriz -con la que ya había trabajado en La tentación vive arriba (1955). Cuando se acabó el rodaje, atacaría de nuevo: "Por primera vez puedo mirar de nuevo a mi esposa sin que me entren ganas de pegarle por el simple hecho de ser mujer".

Sus caprichos, sus retrasos y su por entonces marido, Arthur Miller, no ponían las cosas fáciles y el proyecto a punto estuvo de estrellarse. "Sus pechos están hechos de granito, pero su cerebro de queso suizo", metaforizaba el director.

La trama de la película, de por sí, coqueteaba con el absurdo y apostaba por el ingenio en el diálogo, pero también por la banalidad en el argumento, y así fue rechazada por el mítico productor David O. Selznick. Al final fue la Metro Goldwyn Mayer la que asumió el proyecto. No había, entonces, muchas esperanzas puestas en esos dos músicos de pacotilla que, tras presenciar durante la Ley Seca la matanza del Día de San Valentín, tienen que enrolarse en una banda de mujeres y aparentar que son de ese mismo sexo.

Pero el tono que Wilder y Diamond dieron a la farsa fue tan equilibrado dentro de sus excesos que consiguieron una de sus cintas más populares y un éxito de taquilla. Además, gracias a la contratación de Monroe, el tirón comercial estaba asegurado.

Tony Curtis y Jack Lemmon ofrecieron interpretaciones memorables e impulsaron su carrera, pero en Lemmon, Wilder encontró al cómplice con el que tendría la relación profesional más estable y trabajarían juntos en seis películas más, entre ellas El apartamento, Irma la Dulce o Primera plana.

"Lemmon tenía que ser actor. Dudo que hubiera podido hacer otra cosa, salvo tocar el piano en un prostíbulo", bromeaba Wilder. Curtis, por su parte, parecía en un principio ser el bálsamo para Marilyn, pues habían sido amigos -y según algunas fuentes, también amantes- cuando eras aspirantes a actores.

Pero a raíz de este rodaje, aunque siempre la definió como "una comediante maravillosa con un carisma irrepetible", es legendaria su afirmación de que, tras más de cuarenta tomas esperando a que consiguiera decir el diálogo correctamente, "besar a Marilyn fue como besar a Hitler".

Afortunadamente para todos, la película fue un éxito.

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