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El protagonismo de trece voces inesperadas

  • María Alcantarilla reúne en ‘El cielo de abajo’, título que presenta mañana en el ECCO, la poesía de autoras hispanoamericanas más allá del canon

María Alcantarilla, antóloga de la colección.

María Alcantarilla, antóloga de la colección. / D.C.

Hacer una antología exhaustiva de las poetas iberoamericanas hubiera sido, apunta María Alcantarilla en la introducción de El cielo de abajo (Vandalia) “el trabajo de una vida”. Por eso, en la selección que presenta bajo la edición de la Fundación Lara, María Alcantarilla decidió acotar el espacio a partir las coordenadas de cuerpo e identidad, habituales, también, en su trabajo. Un volumen que da oxígeno a trece autoras enmarcadas en la segunda mitad del siglo XX, y que está ilustrado por otras tantas fotografías firmadas por María Alcantarilla, aunque no guarden, indica, “relación directa con ellas”.

“Vi necesario marcarme un tema a partir de una cuestión que me interesaba desde hacía años: el cuerpo y nuestra manera de comunicar a través de él, y de relacionarnos con él, específicamente, en el caso de las mujeres –comenta Alcantarilla–. Cómo el cuerpo transmite, cómo sana. Pasamos por alto que el cuerpo es nuestra primera pantalla de comunicación con el resto del mundo. Y, dentro de lo creativo, nos invita a un lenguaje más allá de las argumentaciones: la intuición, por ejemplo, tiene muy poco que ver con la lógica, que además se asocia con lo masculino, y quería reflexionar un poco en el conjunto de la importancia del cuerpo más allá del ornamento, ya que precisamente vivimos en una sociedad un poco enferma respecto a los cuerpos”.

A partir de ahí, Alcantarilla encontró diferentes propuestas poéticas y, de un primer grupo de treinta, “al final quedaron las treces que considero más representativas”. El camino a esa selección no fue inmediato ni fácil:“Probablemente, nunca me hubiera acercado a ellas de no ser por Lispector, por ejemplo, la primera en mostrarme una forma diferente de concebir la literatura, con una realidad mucho más orgánica, muy lejos de los argumentos lineales o la inteligencia especulativa –explica la antóloga–. Una literatura más relacionada con conceptos como amasar o deglutir, y que me hizo pensar que, si algo así estaba presente en narrativa, lo tenía que estar en poesía”.

Y así era, pero no abundaba:“El hecho de acceder a obras impresas ha sido una labor un poco difícil”, comenta María Alcantarilla. Con una producción que, en la mayor parte de las autoras seleccionadas, se centra en la segunda mitad del siglo XX, “casi todas las aportaciones estaban esparcidas, descatalogadas, en ediciones muy pobres o descuidadas. En ocasión, los poemas o las colecciones no venían ni marcadas por año ni se sabía a que libro pertenecían –continúa–. Muchas de ellas, además, habían fallecido, con lo que todo el proceso era más complejo”.

“Aun así –continúa–, ha sido un trabajo de recopilación muy interesante, sobre todo, porque sus propuestas resultaban formalmente muy atrevidas: jugaban con los versos como les apetecía y se alejaban de referentes que se suelen asociar con lo femenino”. Entre los propósitos claros estaba evitar las relaciones con lo que se considera más atado a la escritura de las mujeres, como lo erótico o lo amoroso, una línea que se centra además en “el otro”, en la figura masculina, “y no quería que ninguna voz resonara siquiera a eso”.

Alcantarilla señala la reivindicación de un imaginario común anterior a la presencia española, “y ni siquiera nos tenemos que remontar tanto –prosigue–. Sigue estando todo silenciado, hay que poner un poco el dedo en la llaga sobre el porqué del olvido de estas figuras. Especialmente, ahora que es posible hacerse a la idea de un discurso más trabajado, tras casi un siglo completo de poesía femenina”.

Inevitablemente ligado al tema del cuerpo están la identidad y el lugar en el mundo:cuestiones también de calado en muchas de las autoras, exiliadas o hijas de emigrantes. “He intentado transcribir sus biografías de la forma menos canónica posible –comenta Alcantarilla–. Nos olvidamos de la pupa, la herida, están muy a menudo en la infancia: nuestro primer contacto con el mundo tiene mucho peso, tanto la primera infancia como la adolescencia, y luego hemos de traducir cómo eso nos marca. Si no se tiene familia ni tierra, no se tiene identidad”.

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