'Zenit': pasen y vean
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El Joglars acercaron el periodismo al Teatro Falla en un espectáculo en el que sorprendió la magnífica factura y versatilidad de los actores
Se hablaba de periodismo sobre un escenario. La situación no es desconocida, sí poco frecuente, casi insólito el hecho de que esta profesión sea el asunto central de una propuesta teatral. El interés de Els Joglars por los medios de comunicación no es nuevo, pero esta apuesta por convertirlos en absolutos protagonistas de su último proyecto es arriesgada. De todas las perspectivas posibles para abordar el asunto, Ramon Fontserè y Martina Cabanas, que firman la dramaturgia de Zenit. La realidad a su medida, apuestan por lanzar un dardo, evitando deambular por la periferia, omitiendo toda clase de paliativos. Dan en la diana, y, créanme, nadie se salva de salir a la pista del circo mediático: pasen y vean. Se lo toman con sentido del humor.
Si alguno entre el público que llenaba el teatro no se sintió de algún modo aludido es que algo falla. Pero no falla nada; en la obra de Els Joglars, queremos decir. Lo que falló fue la luz: apagón general que obligó a detener la función unos minutos; problemas técnicos por esta causa casi al final de la obra, con caída del telón incluida, que se subsanaron con presteza. El incidente, sin embargo, no consiguió rebajar ni un ápice la intensidad de una propuesta certeramente concebida y ejecutada. A Els Joglars, conociendo su loable trayectoria de más de medio siglo, se le presupone esto, pero no deja de sorprender la magnífica factura de este espectáculo -en el más amplio sentido de la palabra-, el estupendo trabajo de los actores, su versatilidad.
Fontserè da vida a un personaje quijotesco -el del viejo periodista que aún cree en la profesión como servicio público, defensor de la verdad, notario de la realidad-, con escudero incluido, un joven becario que siempre lo acompaña y al que él llama Sancho, pese a que su nombre es otro. Su campo de batalla, la redacción de Zenit, que podría ser la redacción de la mayoría de los medios de comunicación actuales: trabajadores mal pagados, becarios por doquier y "emoticólogos" en plantilla; absoluta dependencia de las nuevas -ya viejas- tecnologías y una línea editorial difusa, o mejor dicho, muy clara: apostar por la información que más engorda la cuenta de resultados. La verdad no importa, la profesionalidad, menos; la ética… ¿Qué es eso? Un panorama desesperanzador para el que no parece haber salida porque todos somos responsables -parecen decirnos- y todos, incluido el caballero andante, acabaremos ahogados, como ocurre en la última escena de la obra, por la basura que día a día crece sin medida.
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