Valencia propone despertar nuestra creatividad con 'Jugar-Pensar-Crear'

La propuesta interviene en distintas salas del Museo de Cádiz a través de un juego de referencias, emociones comunes y sugerencias La iniciativa puede visitarse hasta el próximo 10 de mayo

Miguel Ángel Valencia, junto a su intervención frente a los sarcófagos fenicios.
Pilar Vera Cádiz

21 de marzo 2015 - 05:00

Jugar-Pensar-Crear, la propuesta que Miguel Ángel Valencia ha llevado hasta el Museo de Cádiz, parte de una premisa que a menudo olvidamos cuando visitamos cualquier centro museístico: que el acercamiento se queda vacío si el visitante no consigue sentirse motivado por lo que contempla, si no existe algún tipo de retroalimentación. Cualquier pieza, el elemento más insospechado, nos puede servir de inspiración, puede servirnos como clave, a su vez, de un proceso creativo.

Así, a través de la intervención a través de 14 piezas en distintas salas del museo de la plaza de Mina, Valencia propone interactuar con el visitante y despertar su emotividad. Jugar-Pensar-Crear puede definirse como una propuesta de pensamiento creativo site-specific.

La pieza central de la propuesta -colocada justo en el corazón del claustro del edificio- retoma un motivo común en la creación de Miguel Ángel Valencia, los caracteres del alfabeto fenicio que reproducen el anagrama GDR: "Son restos de piedras sin valor significativo pero procedentes de yacimientos (en general, excavaciones romanas) que guardaba el museo en sus fondos -explica el autor-. Antes ya había jugado con el suelo como plataforma, por ejemplo, en unos cursos de verano en el Baluarte de Candelaria. En esta ocasión, quería que irradiara hacia todo el museo".

Jugar-Pensar-Crear comenzó a forjarse en enero de 2014, a partir de una de las piezas de la muestra actual (Epílogo), que Valencia pensó como parte de una exposición colectiva: "Epílogo es una propuesta de gran carga emocional", apunta Miguel Ángel Valencia. Muestra un vídeo en el que alguien acaricia las manos de una anciana que resultan ser las de su propia madre, pocos días antes de fallecer. La música de órgano que acompaña las imágenes procede de un instrumento que Valencia se molestó restaurar y para cuya interpretación tuvo que recibir clases.

Al final, el vídeo sería el origen de toda esta intervención, en la que el creador plástico puso como condición trabajar sólo "en las salas que me decían algo". Y hacerlo, además, de forma fluida, sin alterar o perturbar los fondos expuestos de manera permanente. De esta forma, en la sala de Prehistoria, unos simples paquetes de arcilla subrayan la importancia del barro como elemento de creación; en el centro del sagrario de la Cartuja de Jerez, una brocha aparece como homenaje a la pintura; en el espacio dedicado a retratos y numismática, un espejo nos recuerda hasta qué punto nosotros somos también parte de una composición continua y lo mucho que tenemos en común, a la vez, con aquellos que nos precedieron; bajo el retablo de Murillo, una composición con el número aúreo y la sucesión de Fibonaci nos rescuerdad el "completo, armónico"; bajo el Retrato de familia de Bécquer, una pantalla de televisión emite una luz azul; sobre el niño dormido de Rendido del trabajo, vemos un calderón sobre silencio de negra (pausa musical). Y, frente al silencio, el ruido: las bolsas de un botellón bajo El rosario de la aurora. La sucesión se cierra con la sala dedicada al siglo XX, "época -indica Valencia- en la que el color tomó vigencia y protagonismo en el arte por sí mismo, más allá de la forma. Por eso, la aportación aquí es una escala de Pantone".

Algunas de las intervenciones guardan un poso especial. Por ejemplo, el afán de Miguel Ángel Valencia por subrayar la condición de los museos como lugares de encuentro se plasma en una mesa camilla con un tapete elaborado con los ojos de varias de las obras de la pinacoteca. En la sala de la necrópolis romana, el artista ha recreado un vanitas en una urna, centrándose en el concepto de posteridad: "Y, ¿qué hay más transcendente que el pensamiento? -dice-. Por eso, dentro de la vitrina se amontonan varios de los títulos fundamentales de la historia de la filosofía y el pensamiento humanos".

Valencia recuerda que hace años, tras los sarcófagos fenicios, propuso un cuadro con terciopelo y caracteres fenicios. En esta ocasión, ha preferido enmarcar el encuadre de las piezas icono del museo con dos paneles madera en las que se leen estampados, con tipografía de embalaje comercial, topónimos de las colonias fenicias a lo largo del Mediterráneo.

Y el mar es también, por supuesto, el elemento protagonista de la sala dedicada al comercio en la antigüedad. Valencia presenta un montaje de vídeo que recoge varios segundos de la estructura que sostenían los Baños del Carmen, frente a la Alameda, ahora medio oculta por el agua. Una construcción que resulta especialmente evocadora para el espectador, a través de la que rememora, casi de inmediato, pasados mucho más lejanos.

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