Paradojas cromáticas

ARTE

González de la Calle expone en la Galería Benot '¿Por qué no así, si puede ser de otra manera?', una vuelta de tuerca sobre la realidad con guiños al surrealismo

'Hay vida'. Carboncillo y óleo/papel. 2008.
Manuel Caballero

18 de junio 2008 - 05:00

Sin pretender hacer un uso fácil de etiquetas y definiciones, podemos, no obstante, aventurar en la obra de este pintor jerezano, una cierta impronta post-surrealista, evidente ante todo en la manera de relacionar los elementos y figuras que aparecen en sus obras, y que por su llamativa ausencia de lo que se denomina la "lógica de la situación", tiene mucho que ver con las 'imágenes automáticas' del surrealismo histórico. Es decir, y haciendo memoria de aquella frase del conde de Lautremont: "…bello como el encuentro fortuito entre un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección", y que tanto impresionara a los surrealistas, hasta hacerla bandera de sus inquietudes, ese automatismo aludido es un proceso ilógico e irracional de confrontar imágenes creando una escena, que recaba súbitamente la atención del espectador por la paradoja o el misterio que ofrece. No ocurre otra cosa en las escenas que el artista ha creado para esta exposición.

Realizadas sobre papel, con carboncillo y tenues capas de óleo, lo paradójico es particularmente notable en Geisha despistada, donde en un paisaje polar, poblado de pingüinos vemos a una tal japonesa con atuendo tradicional, formando parte de la procesión de esos animales que avanza hacia el extremo inferior del soporte. En otras varias ocasiones lo que vemos ocurre en un interior burgués y sombrío, ofreciendo ello al artista la posibilidad de jugar con otro elemento formal: el cuadro dentro del cuadro. Así en La siesta es para todos existe una relación entre la efigie masculina que asoma durmiente reclinada en un sofá, y la figura que se percibe en un cuadro colgado en la habitación: una señora retratada en erguida pose, que al mismo tiempo, y tal vez aprovechando el soñoliento descuido del habitante de la casa, descabeza también un sueño ladeando exageradamente hacia atrás cuello y cabeza.

En La casa de Loretta, el sentido de lo misterioso es más agudo. Análogo interior sombrío. En la pared del fondo un cuadro con una figura invertida, y justamente delante de nosotros un niño de expresión vacía aparece inverso surgiendo sus piernas del extremo superior del papel.

Las aplicaciones de color al óleo, antes aludidas cobran especial brillantez en Hay vida. Aquí estamos en lo que parece el vestíbulo de un palaciego pabellón de caza, a juzgar por el mobiliario y las cabezas de ciervos que adornan las paredes. Sobre ello, y no "dentro de ello" multitud de pájaros vivamente coloreados y dibujados con precisión, sobrevuelan la obra. Es interesante recalcar que esas aves no están dentro del vestíbulo o escenario, sino que como obra sobre obra, están sobre el dibujo que representa el citado vestíbulo.

Hay aún otra obra, colgada en la contigua sala pequeña de la galería, que es un verdadero retrato. El protagonista es un perro, cuyo ralo pelaje blanquecino emerge del fondo oscuro del papel. Sus rasgos están particularmente individualizados, y se adorna con elementos, en verdad no muy caninos: un tatuaje y unas anillas, ensartadas en el hocico y la oreja, a las que coloquialmente llamamos piercings. El tatuaje, con un cierto humorismo, presenta un corazón atravesado por un dardo, con una "amorosa" leyenda: Boby y Tina... Tal vez sea el retrato real de un perro o la transposición animalística de un humano preso de una intensa relación sentimental.

Esta ambigüedad, o paradoja, es la misma que propone el ambiguo título de la exposición, enunciado al comienzo de estas líneas… ¿Por qué no así, si puede ser de otra manera?. Entonces, ¿qué cabe esperar, sino que todo ocurra en esos ámbitos oscuros gobernados por la sola imaginación del artista…?

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