Que la cosa empiece por soleá es para felicitarnos. Pero las felicidades nunca son completas: estribillo coral, que abre y cierra la pieza y que le resta peso y efectividad. Qué gustazo de guitarra, mesurada y flamenquísima de Pedro Sierra. Y qué gusto de voz tostada, oscura, pletórica de colores. Cantes de Alcalá dichos en un dulce susurro con un gusto enorme y una segunda estrofa valiente de la Andonda, en la línea de Fernanda de Utrera, entregada y visceral, para rematar con una típica y desoladora estrofa morentina. Como tengo ganas de gozar, sigo con el flamenco tradicional, y con Pedro Sierra. La taranta es un estilo característico de Almería, la tierra natal de Toñi Fernández, que le aporta a la bellísima melodía clásica de José Cepero el color intenso de su voz prodigiosa. La segunda melodía, muy valiente, con aires de lo que hoy conocemos como levantica, la firma un cantaor, El Pele. Con Pedro Sierra interpreta también uno de los cantes más celebrados de su repertorio, la seguiriya. Miguel Salado toma el relevo para la malagueña del Mellizo de Cádiz, otro de los hitos de este disco por calidez, intimidad, dicción, sentido de la melodía, afinación y entrega: más sentimental no puede ser. Los martinetes de corte mairenista cierran la parte tradicional de la obra, prodigio de sencillez y naturalidad.

El resto de la entrega resulta más tópica y pretenciosa, pese a la calidad incuestionable de los intérpretes. Las alegrías, pulcras, serenas, claras, son también tópicas en sus letras y estribillos corales. Los tangos siguen la misma línea de canción sentimental aflamencada, ya con el uso indiscriminado de bajos y teclados, que en la rumba que da título a la obra se extiende hasta la batería. Algo parecido a lo dicho hasta aquí podemos decir de las dos entregas por bulerías, unas más frenéticas y otras solares, relajadas, con un amable coro masculino y el fresco violín de Alexis Lefevre y una melodía dulce y pegadiza a cargo de Jesús Fernández.

Toñi Fernández Producido por P. Sierra. Montoya