De Nápoles a Hollywood pasando por Cinecittà

Dino De Laurentiis fallece en Los Ángeles a los 91 años tras producir más de 200 películas, como 'Arroz amargo', 'La Strada', 'Las noches de Cabiria' y 'Serpico'

De Laurentiis fotografiado en 2007 en Roma con motivo del estreno de 'Hannibal: el origen del mal'.
Carlos Colón / Sevilla

12 de noviembre 2010 - 05:00

Aunque parezca leyenda es cierto: un día de finales de los años 30 un jovencísimo napolitano de Torre Anunziata, hijo de un modesto fabricante de pasta que debía sacar seis hijos adelante, llevaba un pedido de Nápoles a Roma cuando vio un anuncio del Centro Sperimentale di Cinematografía, la escuela de cine fundada por Mussolini junto a los estudios Cinecittà. Visto y decidido. El joven se estableció en Roma, frecuentó el CSC y se ganó la vida como chico para todo en los rodajes de los colosales históricos y las comedias de teléfonos blancos que marcaron el cine italiano del fascismo.

En 1941, con 22 años, creó su primera productora y logró producir un título destacable: L'amore canta, escrita por un jovencísimo Pietro Germi. La frágil empresa quebró, Italia enfilaba el caótico final de la guerra y De Laurentiis buscó trabajo en la poderosa Lux Film. Apenas terminada la guerra, en 1946, fundó la productora que sólo en ocho años lo convertiría -junto a su antiguo compañero en Lux Film Carlo Ponti- en el más importante productor italiano.

Un año antes, con Roma città aperta de Rossellini, había estallado el neorrealismo que convertiría a Italia en el eje de la renovación del cine moderno a través de dos generaciones de realizadores que suponían una concentración de talento única en la historia del cine: De Sica, Rossellini, Visconti, Fellini, Antonioni, Pasolini… A la vez que, gracias al cine comercial de calidad y una hábil política de géneros que irá del peplum al espagueti western pasando por la comedia, el terror y el policíaco, el cine italiano alcanzará una edad de oro también en lo que a la competencia industrial en los mercados internacionales se refiere.

Desde 1946 De Laurentiis luchará en los dos frentes. Al cine comercial de calidad le ofrecerá adaptaciones de clásicos como Águila negra de Freda o La hija del capitán de Camerini, ambas basadas en obras de Pushkin; al neorrealismo contribuirá con El bandido de Lattuada o Molti sogni per le strada de Camerini. Por fin, en 1949, Guiseppe de Santis le dará el éxito internacional con Arroz amargo, película que además le unió a la actriz Silvana Mangano, de la que lo separaron sus celos napolitanos ("nunca me dejó trabajar con Mastroianni", dijo la actriz tras su divorcio). Fue la primera película italiana que, tras conquistar Europa, rompió taquilla en el mercado estadounidense. A golpe de muslos, ciertamente, pero también de talento.

Tras Arroz amargo la productora De Laurentiis, sola o asociada a la de Carlo Ponti y a los estudios de Hollywood, siguió cultivando el cine comercial de calidad a la vez que el apoyo a los creadores que marcaron la edad de oro del cine italiano de autor. Los 50 fueron su gran década. Fellini, con La Strada y Las noches de Cabiria, le procuró un aluvión de premios internacionales y dos Oscar; Rossellini, el severo prestigio de Europa 51 o Dov'é la libertà; Monicelli rodó para él La gran guerra, que le valió el León de Oro en Venecia, y Giorgio Bassani escribió el guión basado en La romana de Alberto Moravia, que dirigiría Luigi Zampa; Lattuada y Silvana Mangano le procuraron otro éxito-escándalo que prolongaba el de Arroz amargo: Ana, la película que hizo que el mundo bailara el bayón; el genial Totò, las joyas del realismo costumbrista Guardias y ladrones, Miseria y nobleza y la obra maestra de De Sica Nápoles millonaria.

Hollywood le buscó para coproducir el Ulises que la Mangano coprotagonizó con Kirk Douglas y Anthony Quinn o el colosal Guerra y paz que dirigió King Vidor. En la apoteosis de su poderío italiano creó su propio estudio, a imitación de Cinecittà, al que llamó Dinocittà. Las crueles bromas romanas aún duran, pero en ellos se rodaron un puñado de grandes películas y de gigantescos fiascos como La Biblia.

Cansado de Italia se estableció en 1972 en Hollywood, debutando con Serpico de Lumet. De todo hubo en su filmografía americana: desde el éxito popular y macarra de las películas de Charles Bronson a la renovación del suspense con Los tres días del cóndor, el fallido remake de King Kong, la inteligente Ragtime de Forman, el colosal Waterloo que unió los capitales de Hollywood y Moscú o la refundación del psycho-thriller con El silencio de los corderos.

Hollywood le agradeció su larga aventura americana dándole en el 91 un Oscar honorífico por toda su carrera. Era uno de los grandes productores de la historia del cine y uno de los últimos commentadore del cine italiano o tycoon del americano.

Con todo lo bueno y lo malo que eso quiere decir. Pero con más de lo primero que de lo segundo. El público le debe muchas horas de buen entretenimiento y el arte cinematográfico alguna de sus cumbres. Como La Strada que consagró internacionalmente al genio felliniano y De Laurentiis produjo cuando, según el productor, "Fellini le había ofrecido su guión hasta a los perros y los puercos sin lograr que lo produjeran… Yo lo leí y al día siguiente firmamos el contrato".

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