Mamá Pastori

La cantante de San Fernando triunfa ante un Falla lleno y entregado en la presentación de su último disco, 'Esperando verte', gestado a la par que su primera hija

Niña Pastori, durante su actuación del sábado en el Falla.
Niña Pastori, durante su actuación del sábado en el Falla.
José Antonio López / Cádiz

27 de abril 2009 - 05:00

Fue un "te quiero" largo y hondo, muy hondo, el que Niña Pastori regaló en el Falla la noche del sábado cuando cantó Amores y besos, como largos y hondos fueron los aplausos y los oles que siguieron al quejío flamenco marca de la casa. Era la quinta canción, y aunque para entonces Niña Pastori ya tenía al público en el bolsillo, con su interpretación acabó por lograr la entrega total de sus incondicionales, que abarrotaron el coliseo gaditano en una noche fría y desapacible en el exterior y muy caldeada en el interior del teatro. Había ganas, y muchas, de ver a la isleña, a la mujer que, sin dejar de ser Niña, hace ya tiempo dejó de ir de la mano de Camarón, que ahora es madre y que en breve será la que dé la mano, quien sabe si sobre los escenarios, a la nueva Pastora, cuya gestación transcurrió paralela a la del disco.

Fue una noche eminentemente flamenca. Porque su último disco, Esperando verte, es el regreso de la cantante de San Fernando a su faceta más cantaora, que nunca ha abandonado pero que en su discografía se mantiene en la sombra en ocasiones por sus incursiones en las mezclas de ritmos flamencos y rumberos con otras influencias musicales.

Aunque también de todo tiene Esperando verte, como de todo tuvo el concierto del Falla, donde interpretó seis canciones de su nuevo disco y siete de sus trabajos anteriores. Arrancó, tras quince minutos de retraso, con Pintaré de azul, un inicio de bulería moderna al que siguió, con Somos marineros, el primer tributo a Cádiz, a su son más flamenco y a sus rincones: "Sangre de mi tierra llevo por bandera". Niña Pastori empezó a hablar con el público, con su incondicional público, que la jaleó con piropos y oles, y que batía sus palmas con fuerza y un punto de irrefrenable pasión. Incluso logró el respetable que la cantante, en la parte final del concierto, se desprendiera de sus zapatos de tacones de aguja para interpretar descalza las últimas canciones.

Niña Pastori fue intercalando su último disco con sonidos antiguos que permitieron al público recordar mentalmente la trayectoria de la cantante: Imposible y Puede ser -No hay quinto malo-; Dime quién soy yo y Amor de San Juan -María-; o la magistral joya Cuando nadie me ve, que Pastori pilló prestada de Alejandro Sanz y que en el Falla, con el único acompañamiento del piano, sonó de lujo. Vagabundo -con referencia incluida a la colaboración del guitarrista Vicente Amigo en el disco-, Amores y besos, Capricho de mujer y Esperando verte completaron el concierto.

El público quería más y la hora y tres cuartos de recital se redondeó con Cai, que se antojaba inevitable, y El color del agua, para acabar con un fin de fiesta flamenco junto a parte del grupo que la acompañó, y con buen tino por cierto, sobre el escenario: Samara Amaya, Ana Núñez (en los coros), Katumba, Ramón Torres, Antonio Ramos Maca, Adrián Schinoff, Manuel Monge y, por supuesto, su Chaboli.

El público se marchó satisfecho y con ganas de que Niña Pastori regrese pronto al Falla, que alguno que otro se fue tarareando aquello de "y puede ser que nos veamos otra vez...".

stats