Les Luthiers contagia de carcajadas al Falla
Humor
El sexteto argentino encandila a sus seguidores con ‘Viejos hazmerreíres’, una selección de piezas que a modo de recopilatorio repasa sus más de 50 años sobre los escenarios
No hay mascarillas que puedan frenar el contagio de carcajadas que provoca el grupo argentino Les Luthiers, formado por auténticos maestros de la palabra, de la música y del humor. La formación, reconvertida de nuevo en sexteto con las incorporaciones hechas para suplir el fallecimiento de dos de sus históricos componentes y el abandono del grupo por parte de un tercero, triunfó anoche en el Teatro Falla de Cádiz con su obra ‘Viejos hazmerreíres’, una selección de nueve piezas, más un añadido fuera de programa, que recorre sin fisuras una trayectoria hilarante y exitosa de más de cincuenta años sobre los escenarios.
Cierto es que cada seguidor del grupo, cada uno de los espectadores que ayer acudió al Falla y cada uno de los que lo harán hoy y mañana, haría su propia selección de obras. Resulta imposible no echar de menos algunas otras piezas de la formación, incluidas eso sí en anteriores antologías. Pero las nueve piezas que conforman estos ‘Viejos hazmerreíres’, algunas aún tan lozanas como cuando fueron creadas, resumen muy bien los puntos fuertes de un grupo que desde hace más de cincuenta años hace reír con sus juegos de palabras, con su humor ‘ultrainteligente’ (si existiera tal más allá), con sus continuos equívocos, con su mordaz ironía, con esa sencilla puesta en escena que persigue que el espectador se imagine, detrás de un escenario vacío y de seis caballeros trajeados con postín, que está viendo un libidinoso navío español (con destino por cierto a Cádiz) atacado por unos piratas, un estadounidense local nocturno de jazz, un rítmico cuarto de baño con instrumentos impensables, una sala de baile donde resulta posible aprender, o casi, filosofía a ritmo de cumbia o un surrealista estudio radiofónico en el que el tiempo transcurre al revés.
Y también se echan de menos, porque sería muy difícil no hacerlo al recordar sus interpretaciones, los rostros que formaban el quinteto que durante más años se mantuvo inalterable sobre los escenarios, con las figuras destacadas de Carlos Núñez, retirado, y de los desaparecidos Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock. Pero también hay que resaltar que Carlos López Puccio y Jorge Maronna, los dos que se mantienen de aquel quinteto, se han hecho acompañar en el escenario de un cuarteto que mantiene con holgura el nivel habitual del grupo argentino, sobre todo a la hora de interpretar sus canciones. Son Tomás Mayer-Wolf, Roberto Antier, Martín O’Connor y Horacio ‘Tato’ Turano. Algunos de ellos, de hecho, ya estaban en la compañía como suplentes ante cualquier imprevisto en los espectáculos de los últimos años.
Les Luthiers no ha perdido frescura. Sus piezas se mantienen inalterables demostrando que el humor, si está bien elaborado, no envejece; que los grandes temas, como ocurre con los clásicos grecolatinos, son tan resistentes al paso del tiempo como las propias carcajadas que surgen cuando se ponen en solfa los convencionalismos sociales, la corrupción política, las relaciones de pareja o la desternillante postura de la cúpula eclesial ante la cópula.
Y de fondo, la música con el célebre Mastropiero a la cabeza. Esos temas de mil ritmos distintos nacidos de la imaginación de estos constructores de instrumentos que, también, construyen esas historias de humor tan necesarias para pasar la vida un poco mejor.
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