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Crítica | Orquesta Filarmónica de Málaga

La armonía entre Málaga y Salzburgo

  • Concierto en la iglesia de San Juan de Dios, dentro del Festival de Música, con obras de Mozart y de Iribarren

Un momento del concierto

Un momento del concierto / Lourdes de Vicente

El pasado viernes el Festival de Música Española de Cádiz nos trajo una agrupación de músicos de la Orquesta Filarmónica de Málaga, bajo la fórmula de orquesta barroca de cámara. La cita fue en un escenario poco común, aunque encantador, como lo es la iglesia de San Juan de Dios. A los pocos minutos de la apertura de sus puertas, la iglesia se llenó por completo de un público que esperaba haciendo cola desde una media hora antes del comienzo.

Trece músicos, incluido el director invitado, el organista italiano Federico del Sordo, que interpretó además el clave, transportaron el auditorio a la música de iglesia del siglo XVIII, confrontando dos compositores: el salzburgués Wolfgang Amadeus Mozart y el español Juan Francés de Iribarren.

La obra para Iglesia de Mozart (Sonatas da Chiesa) que nos trajo la orquesta malagueña no refleja todo el avance musical del Clasicismo, ya que, a pesar de ser obras de la segunda mitad del siglo XVIII, conservan aún un fuerte componente de barroco-tardío. Pese a la mayor instrumentación de la orquesta, aún cada instrumento no desarrolla todas sus capacidades expresivas, como ya lo hacían el resto de las composiciones mozartianas no de iglesia. La Orquesta Filarmónica de Málaga interpretó tres de las diecisiete sonatas de Iglesia que compusiera Mozart: la nº3 en Re mayor K 69; la nº1 en Si bemol mayor K 67 y la nº 11 en Re mayor k.245. Todas para órgano y cuerdas.

Estas tres sonatas se fueron intercalando entre diversas obras de Juan Francés de Iribarren, compositor español del siglo XVIII, y maestro de capilla de la Catedral de Málaga.

Las composiciones de Iribarren que escuchamos en la iglesia de San Juan de Dios corresponden a un trabajo de recuperación de la importante obra de este compositor del siglo de las luces, y que se recogió el pasado 2017 en un CD con el nombre de Con qué dulzura el alma. La soprano oscense María Eugenia Boix, responsable de la voz de la grabación del CD, también interpretó las piezas de Iribarren en el concierto. María Eugenia posee una voz clara, que se mueve muy bien en los registros altos y medios. Es un nuevo talento musical español, dueña ya varios premios, y que abordó los temas de Iribarren con una envidiable afinación, y con una muy buena base de técnica y vibrato, aunque en mi opinión podría mejorar la respiración, sobre todo entre el fraseo de los versos. Su juventud y atractivo la acompañan, y su concierto dejó una muy buena impresión entre el público asistente, que la aplaudió con ganas. Muy bien.

Y entre los músicos de la formación malagueña, el organista Antonio Del Pino, segundo organista de la Catedral de Málaga y director del Coro de la misma, que junto al clave del director Federico del Sordo, completaron la orquesta de violines, chelo, contrabajo, trompas y fagot. La orquesta cumplió con creces la tarea de confrontar dos músicos contemporáneos del siglo XVIII, uno archiconocido: Mozart, y otro en vías de ser rescatado de los archivos de la Catedral de Málaga: Juan Francés de Iribarren. Como pudimos corroborar los que estuvimos en el concierto, ninguna de las composiciones, de uno y otro, tienen nada que envidiarse. Música sacra de alto nivel, que apoya las tesis de algunos estudiosos y musicólogos españoles que afirman que en España también se componía música de primer orden durante la época del esplendor del clasicismo europeo, señoreado entonces por Mozart, Haydn y Beethoven.

Hubo propina al final del concierto, repitiendo la pieza Un manjar divino.

Un concierto muy exclusivo, cargado de orfebrería musical, y que cumplió, en mi opinión, con las expectativas del público amante de la música del barroco tardío y del clasicismo.

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