Doble 'biopic' chanante
MIDIENDO EL MUNDO
Biopic-aventuras, Alemania, 2012, 120 min. Dirección: Detlev Buck. Guión: Detlev Buck, Daniel Kehlmann. Fotografía: Slawomir Idziak. Música: Enis Rothoff. Intérpretes: Albrecht Schuch, Florian David Fitz, Karl Markovics, Vicky Krieps, Jérémy Kapone, Àlex Brendemühl, David Kross, Katharina Thalbach. Cine: Bahía Mar.
No me pregunten por qué se estrena ahora en España esta película alemana de 2012, una producción costeada, rancia y académica que sigue los pasos de dos personajes históricos germanos determinantes en la Ciencia y las Matemáticas modernas: Alexander Von Humbold (1769-1859) y Carl Friedrich Gauss (1777-1855).
El primero ha sido considerado el "padre de la Geografía Moderna Universal", se adentró en la etnografía, la antropología, la física, la zoología, la ornitología, la climatología, la oceanografía, la astronomía, la geología o la vulcanología, y viajó y exploró América del Norte y del Sur y también Asia Central.
El segundo, "Príncipe de los matemáticos", fue matemático, astrónomo, geodesta y físico, y realizó no pocos descubrimientos en la teoría de números, el análisis matemático, la geometría diferencial, la estadística, el álgebra, el magnetismo o la óptica.
A la vista del filme de Detlev Buck, biopic en paralelo basado en la novela histórica de Daniel Kehlmann, ambos parecen más bien dos caricaturas chanantes de sus respectivos trasuntos reales, muy especialmente en el último tramo de un estirado metraje que se empeña en utilizar a los mismos actores que los encarnan en su juventud y edad madura, Albrecht Schuch y Florian David Fitz, bajo kilos de látex y postizos varios.
La fórmula narrativa desdoblada del periplo vital de uno y otro se nos antoja de lo más anticuada y poco efectiva, por más que la voz narradora y algunos ecos visuales elementales intenten, sin éxito, anudar los trayectos, uno expansivo, aventurero y viajero, el otro de investigación, estudio y penurias sin apenas salir de cada, de estas dos importantes figuras a las que esta película, desde luego, no sólo no hace justicia dramática sino que más bien ridiculiza, y sin demasiada gracia, en el caso de que fuera voluntario.
En el colmo de los dislates, Midiendo el mundo no puede evitar aquella vieja costumbre de enseñar un poco de carne femenina como reclamo para hacernos despertar del tedio y, sí, también, presentar al mismísimo Immanuel Kant como un viejo chocho y decrépito que sólo piensa en cenar salchichas.
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