Festival de Cine Documental

Arantxa Aguirre: "Alcances es la esperanza que necesitamos para no tirar la toalla"

La cineasta Arantxa Aguirre, esta semana en Cádiz.

La cineasta Arantxa Aguirre, esta semana en Cádiz. / Jesús Marín

Arantxa Aguirre Carballeira (Madrid, 1965) sabe mirar, saber narrar y sabe escuchar. La documentalista que mejor ha rodado la danza en nuestro país, ha construido con su producción un cuidado mosaico cultural donde tiene cabida el movimiento, la pintura, la música y las letras. Por tanto, es más que merecido que un festival como Alcances, dedicado al documental pero con un pasado ricamente multidisciplinar, otorgue su homenaje este año a la mujer que bailó Beethoven, que escuchó a Soler y Granados y que siguió las pinceladas de Zurbarán, entre otras muchas delicatesen audiovisuales.

–Un homenaje es...

–Una fiesta, una alegría, algo que no pasa todos los días. Y la verdad que desde que he llegado a Cádiz no se me borra la sonrisa de la boca.

–A veces también es algo que nos sirve para mirar hacia atrás, hacia el camino hecho, ¿es su caso?

–Prefiero no mirar demasiado atrás, creo que me quedan todavía por delante años de rendimiento profesional y no soy de recrearme en lo ya hecho sino de plantearme los desafíos que me quedan para el futuro.

–Un futuro que creo que está marcado por esto que nos ha ocurrido a la vez a todos en todas partes del mundo. ¿Qué escenario deja al sector del cine el mundo postCovid?

–Pues hay algo que de momento parece un enorme peligro que se ha agudizado con la pandemia, y no sé si con el tiempo sabremos darle la vuelta y convertirlo en una oportunidad, que es el riesgo de desaparición de las salas de cine. Porque con la pandemia todos hemos conocido las plataformas, que era algo que ya existía, claro, pero no estaba tan a la orden del día. Creo que las personas somos cómodas por naturaleza y, a lo mejor, lo que tienes en casa no lo vas a buscar fuera. Y eso es un enorme error porque la experiencia de la sala de cine, el compartir el espectáculo con otros espectadores, esas risas en la oscuridad, todo eso tiene una serie de connotaciones que no se dan en el salón de tu casa donde, además, llaman al teléfono, consultas algo y tienes mil estímulos a tu alrededor por lo que no afrontas la experiencia del cine con la misma atención ni con el mismo respeto. Y eso nos va a influir mucho también a los que estamos al otro lado, a los que ofrecemos contenidos porque ya sabemos que tenemos que luchar por una atención que no está dada de antemano, por lo que puede influir para hacer unas películas con un ritmo más sincopado, con acción más rápida y en todo momento... Ojalá las salas resistan... También, desde el punto de vista de los exhibidores, creo que tienen que hacer un ejercicio de imaginación para tratar de llegar a otros públicos... En fin, quedarnos sin las salas de cine sería un empobrecimiento muy grande.

–El documental, sin embargo, en líneas generales, ya está bregado en estas lides. No son muchos los que llegan a las salas de cine.

–Yo creo que el documental es un género cinematográfico y los que nos dedicamos a él tenemos la ambición de que llegue a las salas, eso nos hace ser más exigentes con nuestro trabajo, y eso es bueno. Es verdad que luego el mundo de la distribución y exhibición es muy peliagudo y a veces no llegamos a las salas pero tener ese faro, esa ambición en la cabeza, te hace espabilarte y tener mejores películas y tener un nivel de exigencia más alto. Lleguemos o no, es algo que tenemos que tener ahí.

–¿Pero por qué cuesta tanto llegar a las salas de exhibición? Y más cuando estilos, géneros y clases de documentales hay innumerables y para todos los gustos...

–Pues eso nos lo tenéis que responder vosotros, los espectadores, los que no vais a la sala cuando hay un documental. O, al menos, eso es lo que dicen los exhibidores, que dicen “no te programo porque la gente no va a ver documentales”. Es una pescadilla que se muerde la cola y yo, lo único que puedo hacer, es realizar películas lo mejor posible para que si hay algún equivocado que entra por casualidad, se quede con la boca abierta, se la recomiende a otros y quiera volver.

–Usted practicó danza muchos años y en sus películas tiene un peso específico como temática pero, ¿también hay alguna lección vital que le haya proporcionado este arte?

–La gran enseñanza que me ha dado la danza es el jugar limpio porque la danza tiene una parte de deporte . No puedes hacer trampa. Si no entrenas todos los días, si no te exiges al máximo, no puedes hacer nada. En la danza si no mantienes el equilibrio, te caes, si no giras cuatro piruetas, no alcanzas un nivel... En la danza no hay atajos, o trabajas mucho o no llegas, y esa es la gran enseñanza que me ha dado a mí la danza, que se me quedó bien dentro desde el punto de vista de una niña que empezó a estudiar esto hasta bien pasada la adolescencia.

–¿Por qué rodarla?

–Pues porque en los documentales, sobre todo al principio, uno tiene que hablar de lo que conoce. Tú estás hablándole a los demás y para que tu discurso interese tiene que ser un discurso potente, bien fundado y creo que lo más honesto es hablar de algo que tú conoces bien. También puedes ir a un terreno que no conoces y contar tus impresiones pero a mí me da más miedo porque yo tengo muy en cuenta mi compromiso con el espectador, entonces, no quiero hablarle de lo que no sé. La verdad, pienso que nos iría muy bien a todos en la vida así, hablando de lo que sabemos.

–¿Es cierto que se enamoró de esta profesión en el rodaje de ‘La Casa de Bernarda Alba’ de Mario Camus?

–Sí, absolutamente, el primer día de ese rodaje sentí que yo quería estar ahí, me fascinó ese mundo y sentí que quería formar parte de él. De hecho, cuando salí del rodaje ese día había un conductor de producción de esos que llevan toda la vida que me dijo “ya se te ha metido dentro el veneno del cine”. Y no sabía él hasta qué punto acertó... Ese día me envenené y hasta hoy.

–Hija de Enriqueta Carballeira y Javier Aguirre, creo que ese veneno en su casa ya lo tendría a mano, ¿no?

–Sí, desde luego. Pero, por parte de mi madre, sí que me dejó más el gusto por el teatro. Aunque ella hacía mucha televisión y mucho Estudio 1 creo que las enseñanzas más fuertes que recibí de ella son de verla en el escenario, y eso es un patrimonio enorme que tengo que para mí es más importante que si me hubiera dejado dinero o tierras o qué sé yo... Y por parte de mi padre, con el que hablaba mucho de arte, sobre todo cuando ya era un poquito mayor, pues es que no nos llevaba a los rodajes porque pensaba que nosotros teníamos que tener una infancia, que teníamos que ser niños. Él nos llevaba mucho al cine a ver sus películas y otras. Con él vi muchas películas fantásticas, pero yo no sabía lo que era un rodaje hasta que no entré con 21 años a trabajar de meritoria de dirección en el equipo de Mario Camus. Y me quedé deslumbrada.

–Hablábamos antes de la danza pero también ha hecho documentales centrados en la música (Soler, Granados...), en la pintura (Zurbarán) en el teatro (el Imprescindible a Nuria Espert o el trabajo sobre Els Joglars) pero, ¿para cuándo las letras y, sobre todo, para cuándo su amado Galdós?

–Sí, además, a mi vida las letras llegaron muy pronto, yo era una niña lectora absoluta, era mi característica cuando era pequeñita. La literatura en mí es algo importantísimo, estudié, de hecho, Filología Hispánica, y me doctoré con una tesis sobre cine y literatura, Galdós y Buñuel... Sí, tengo que abordarlas... Pero ya he hecho algunos cortos. He hecho un corto sobre Galdós con el que estoy bastante contenta, que no es algo que siempre diga de todo lo que hago, pero éste sí creo que acerté, supongo porque creo que he estudiado tanto el asunto que lo hice con mucha naturalidad, muy fluida. Es un corto, de unos diez minutos que se llama Imagen de la vida que se hizo con motivo de la exposición sobre Benito Pérez Galdós en la Academia de las Artes de San Fernando y está en youtube, se puede ver.

–Es usted una de las pocas mujeres que pertenece a la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando y una de las más jóvenes, ¿qué significa para usted?

–Pues si un homenaje significa alegría, estar en la Academia tiene su parte de alegría pero también de responsabilidad. Es un honor. La Academia es una institución muy prestigiosa y longeva y creo que tengo que dar la talla y si estoy ahí no es para recibir honores sino para aportar algo, así que es algo que agradezco pero que también me preocupa. Y ahora viendo el trabajo que he hecho pues como que me abocaba a estar ahí porque mi cine habla de las Bellas Artes, así que creo que es un sitio donde podré ser útil. Y en este sentimiento de responsabilidad también contribuye ese hecho de que somos pocas mujeres, y espero, por supuesto, que se abra a muchas más.

–Me da la impresión que en el mundo del documental hay más mujeres que en lo que llamamos tradicionalmente ficción. ¿Cree que es así? ¿Por qué?

–Sí, sí, es un hecho y es algo que yo también me he preguntado como mujer y como profesional de este medio. Por un lado, te diría que hay más mujeres en el documental porque es un género más barato y los grandes presupuestos es difícil que se confíen a mujeres. En general, hay una resistencia a darle un gran presupuesto a una mujer. Los directores de las cadenas o los que apoyan todo esto es difícil que tengan una superproducción en la cabeza y piensen en confiársela a una mujer. Y el documental es un género no tan dependiente de los grandes presupuestos por lo que hay más mujeres. Y luego otra razón más de contenido es que, en oposición al tópico que se dice de que las mujeres hablamos mucho, lo que las mujeres hacemos mucho es escuchar. Las mujeres escuchamos a nuestras abuelas, a nuestros maridos, a nuestros hijos, a nuestras amigas... Y esa es una cualidad imprescindible para un documentalista porque en el documental el guion no te viene dado al principio sino que lo vas construyendo a base de ir a hablar con las personas del mundo que pretendes retratar. Hay que saber mirar, por supuesto, pero sobre todo escuchar a esos personajes de los que luego vas a hablar.

–Eso que dice de la historia que se va construyendo... Qué riesgoso el rodaje, qué alerta hay que estar y qué trabajo de montaje tan ingente tiene que tener un documental, ¿no?

–A mí me parece fascinante, durante el montaje es donde se construye la película. En el rodaje pasas mucho miedo, porque llegas y no sabes dónde va a estar lo interesante, porque está sucediendo, no es algo que hayas planificado. En el rodaje de un documental tienes siempre esa sensación de estar en vilo, de estar alerta porque en el documental no puedes repetir. Recuerdo en un rodaje que una bailarina se torció el pie y se hizo un esguince y eso si no tenías la cámara ahí ya no lo tienes. Y, luego, en la sala de montaje, con todos esos ingredientes que has reunido, que has comprado en el mercado, tienes que cocinar de verdad, es cuando elaboras la película, la historia la condimentas, la salpimentas para que no te quede ni muy corta, ni muy larga, cuidando el ritmo, todo esto es una elaboración muy artesanal en la sala de montaje, día a día, escena por escena, y ya llegas el momento final cuando vas casi fotograma a fotograma, puliendo como un orfebre la historia.

Arantxa Aguirre, en el hotel Las Cortes de Cádiz. Arantxa Aguirre, en el hotel Las Cortes de Cádiz.

Arantxa Aguirre, en el hotel Las Cortes de Cádiz. / Jesús Marín

–No me quiero imaginar rodajes como los de ‘Dancing Beethoven’ o ‘Una americana en París’... ¿Tiene alguna anécdota?

–Es que son pura adrenalina de esos rodajes... En Dancing Beethoven, por ejemplo, es que todo era de altísimo nivel, la orquesta, la compañía, el coro... Yo estaba en Tokio rodando y mi obsesión era que eso que yo estaba viviendo allí tenía que transmitirlo a gente que de otra manera no iba a poder asistir a esa maravilla. Esa sensación de retener para poder pasarle la experiencia al otro me acompañó en todo momento. Me acuerdo con Zubin Mehta, que fue esencial para la película todo lo que me dijo, pues no estaba nada claro si íbamos a tener la entrevista porque él era la estrella, y el día que nos la iba a dar por fin tuvo un follón con uno de los cantantes y yo pensé que iba a llegar con la cabeza en otro lado, queriendo irse... Y, de pronto, el tipo entró en la entrevista y se le olvidó todo lo demás, pero lo pasas mal...

-En un trabajo documental qué importante es la disposición, las puertas abiertas al universo al que te acercas. En su caso, ¿le ha costado llegar a ese nivel de acceso en este tipo de trabajos?

–Es muy difícil, no te viene regalado. Fíjate que con la danza yo conseguí ese acceso al Béjart Ballet Lausanne porque vinieron a Madrid, donde yo resido, y es una compañía que yo ya conocía y admiraba. Cuando yo tuve armas para poder contar historias, ellos pasaron por Madrid cuando yo trabajaba para Es Madrid Televisión haciendo reportajes. Propuse hacer uno de ellos sobre la venida de esta compañía y tuve la suerte de que alguien allí lo viera interesante y me dieron 15 minutos de reportaje sobre el Béjart Ballet. Yo de ellos lo sabía todo y, encima, ellos acababan de perder a su fundador y estaban en un momento de crisis y, de pronto, entré en ese mundo y fue como una conjunción de astros... Me di cuenta de que ahí había una película. Pero lo primero que hice fue ese reportaje de 15 minutos y ese reportaje me sirvió de carta de presentación para que el director de la compañía, que no me conocía de nada, me viera y me diera el permiso para hacer esa película que yo sabía que había ahí. Lo vieron, les llamé la atención, me dieron el permiso y salió El esfuerzo y el ánimo, mi primer largometraje con un nombre además muy simbólico que viene en El Quijote, es una frase de Cervantes. Y fue mi gran oportunidad. Pero luego siempre hay un punto humano que tú te tienes que trabajar, que es algo hay delicado, porque aunque te hayan dejado llegar hasta ahí y poner una cámara delante, luego hay que hacerlo muy bien para que la persona se abra, los periodistas lo sabéis de sobra, claro.

–¿En qué anda ahora?

–Pues tengo un proyecto importante que se está cociendo, todavía es una idea, pero si sale va a suponer un salto en mi trayectoria. Te daré la exclusiva cuando ocurra (ríe)

–Aunque en una ciudad pequeñita y modesta, Alcances es un festival veterano, con 53 ediciones. ¿Cómo valora una cita con este carácter, marcada por esas dos coordenadas?

–Cádiz será pequeñita pero de modesta nada. Cádiz es una maravilla, uno de los alicientes de este homenaje es que sea en Cádiz y no es una impresión personal, es que todo mi entorno, cualquier persona que se ha enterado de este homenaje me ha dicho “y además en Cádiz”. Y es verdad, esta es una ciudad muy especial en la que uno se siente bien. Y Alcances, un festival que persevera y perdura, es la esperanza que necesitamos para no tirar la toalla y no dejarnos empantanar por lo duro que es el día a día y el levantar los proyectos. Estos festivales suponen esperanza y la gran oportunidad de comunicarnos con los espectadores. Estas citas son encuentros para las personas para las que trabajas, para las personas que tengo en mente cuando estoy haciendo una película. Para mí es importante saber lo que ellos opinan y cómo reciben tu trabajo, yo aprendo muchísimo de escuchar a los espectadores. Porque tanto como el premio, lo que a mí me hace ilusión es la retrospectiva, traer películas, presentarlas a las personas de Cádiz y que ellos me digan lo que me quieran decir, porque yo vengo a escuchar.

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