La transición tranquila de Osborne

La firma portuense que convirtió el toro en un icono nacional crece, exporta y cambia su cúpula con tiempo y sin armar ruido, al más puro estilo de su presidente, Tomás Osborne

Los dos primos, Ignacio y Tomás, brindan con el tenista Juan Carlos Ferrero en un acto de la compañía en el año 2004.
Los dos primos, Ignacio y Tomás, brindan con el tenista Juan Carlos Ferrero en un acto de la compañía en el año 2004.
Pedro Ingelmo Cádiz

06 de diciembre 2015 - 05:01

Corre el año 1996. El sector vitivinícola del Marco de Jerez todavía se encuentra en estado de shock. Hace cinco años que terminó una virulenta huelga en el sector en la que lo peor no fue la huelga, que ya fue, sino lo que significaba. Era el retrato del fin de la grandeza, el increíble sector menguante: en trabajadores, en bodegas, en viñas, en familias, en ventas. Los 90 fueron una catarsis. Es el momento en que se produce el relevo en la presidencia de una de las firmas señeras del Marco, la portuense Osborne.

Tomás Osborne Gamero-Cívico sustituye a su padre, Tomás Osborne Vázquez, al frente de la compañía. Su padre había estado al frente ocho años y así venía sucediendo con los anteriores presidentes de la Casa. Hay que remontarse al año 1972, cuando fallece Ignacio Osborne Vázquez, que había presidido la marca del Toro desde antes de la guerra, desde 1935, para encontrar un periodo más largo en el patriarcado de esta firma tradicional cuyos orígenes hay que buscarlos en la visión de un comerciante inglés de finales del XVIII, Thomas Osborne Mann, originario de Exeter, que se asoció con el cónsul inglés en Cádiz, James Duff, y emparentó con los Böhl de Faber. Su cuñada era Cecilia, conocida en el mundo de las letras como Fernán Caballero y su suegra era Paquita Larrea, la reina de las tertulias del Cádiz de la Constitución del 12. Mucha historia a las espaldas de los Osborne.

Pero regresamos al territoriorio extenso que va del año 35 al 72, a Ignacio Osborne Vázquez. Fueron años dorados, fue, de hecho, cuando nació el toro de la maestría de Manolo Prieto, fue cuando Osborne se codeó en el mercado con los brandies de Domecq. Mucha historia a las espaldas de los Osborne.

En 1996, con mucha historia a las espaldas, Tomás Osborne accede a la presidencia. Y si Tomás Osborne tiene que recordar un momento especial ese será cuando España gana el Mundial de Sudáfrica e Iker Casillas celebra el triunfo dando banderazos con una enseña española en la que en el centro no hay un escudo, sino el toro de Osborne. Y se le vienen a la cabeza Exeter, Duff, Böhl de Faber, Paquita Larrea, su abuelo Ignacio y Manolo Prieto.

La pasada semana la compañía Osborne anunció el relevo en su presidencia. No de un día para otro, no de hoy para mañana. Tomás Osborne cedería la presidencia en 2017 al consejero delegado, Ignacio Osborne, su primo, con el que llevaba trabajando veinte años, desde 1996. Rara vez se anuncia un relevo con tanto margen de tiempo, pero cuentan en Osborne que "lo mejor es ofrecer la normalidad de un relevo, lo que muestra la estabilidad de la firma, que trabajamos a años vista incluso en los cuadros directivos".

Tomás Osborne (Sevilla, 1948), que no deja de ser aristocracia bodeguera, nunca ha sido un hombre afectado. Es de trato fácil, buen lector y buen caminante. Empresario de su tiempo, es elevado a la presidencia con 48 años, y de escudero le colocan a su primo pequeño Ignacio. Les dan el bastón de mando, pasan a ser la imagen de la sexta generación de la compañía. Y es cierto que por talante son otra generación. Pero no es menos cierto que en la familias les llaman 'los niños'. 'Los niños' han pilotado durante veinte años una compañía resistiendo las presiones financieras en sus inicios para que la familia se desprendiera de la firma y la entregara al capital extranjero. Hicieron lo contrario. Se expandieron. Si habían sido pioneros en Jerez en invertir en la Rioja, lo suyo era que la marca Montecillo tuviera más presencia. Si tenían la principal empresa de jamones de Jabugo, Sánchez Romero Carvajal, había que vestirla como merecía y crearon una cadena de tabernas Cinco Jotas. No olvidaron el Anís del Mono, ese mono con la cara de Darwin. Negociaron para hacerse con el tequila Herradura, compraron Solán de Cabras y se fueron a venderla en el desierto, a Dubai. Si me viera mi padre, pensó Tomás Osborne. Si le hubiera visto su padre habría visto que levantó una marca y consiguió colocarla a otro operador cuando ya era una marca premium. Eso sí, de agua. Si le viera su padre... Pero Tomás e Ignacio reconocen fracasos. Invirtieron dinero en intentar convencer a los jóvenes de que el brandy no era una bebida casposa, que por qué ginebra y vodka existiendo brandy. Ignacio Osborne reconoció en una entrevista que siente aquello como su gran fracaso. El fracaso de 'los niños', quizá su único fracaso. Ahora Osborne tiene ginebra y vodka.

Dicen en Osborne que Tomás gestionaba la emoción e Ignacio la razón. Es decir, Ignacio, el primo pequeño, el que dentro de año y medio será presidente de la compañía, convertía en realidad los sueños del primo mayor. Hacía números y los números pasaban al consejo, todos tíos, primos y hermanos, hasta que llegó el respresentante del fondo de inversión chino Fosun, que le ha abierto la puerta al mercado más deseado y, a cambio, figura como accionista estratégico, con un 20% de la titulación de la compañía y muy lejos del control, que los chinos tampoco desean. Allí, en el consejo, está la última palabra. Y los números no han ido mal. Veinte años espués, Osborne es una empresa que ha cabeceado durante la crisis, como cualquier otra, pero jamás ha capotado. Y eso que el propio Tomás Osborne reconoció que la crisis les había afectado mucho más de lo que esperaba. Era la crisis más grande que jamás había visto, pero siempre pensó que nunca sería peor que la de la filoxera, en 1860, que estuvo a punto de llevarse la bodega por delante.

Bien diversificada, exporta a 40 países, tiene entre unas cosas y otras 800 empelados, pero apenas casi ningún empleado es Osborne. No les gusta dar que hablar, aunque, siendo la primera empresa de la provincia con una facturación de 250 millones, son accesibles. Si hay algo que les gusta a los Osborne es la estabilidad. Cuando se habla con la empresa para pedir un encuentro con los primos se sorprenden porque no consideran que hayan dicho nada del otro mundo. Cuando Tomás Osborne cumpla 70 años, tal y como dicen los estatutos, el puesto pasará a su mano derecha, su primo. El puesto de su primo, el de consejero delegado, pasará a quien cabalga entre la sexta y la séptima generación, Fernando Terry Osborne, de 49 años, que durante 25 años ha realizado su carrera profesional en firmas ajenas a la compañía. Siendo Osborne, por tanto, no deja de ser un fichaje. Un fichaje que salió de su cantera. "Claro que contarán sus experiencias y sus veinte años juntos -dicen desde la Compañía- pero ahora lo que importa es la campaña de Navidad. Hay mucho tiempo para hablar de la transición". Pocas empresas pueden hablar de una transición tan tranquila y tan cuidadosamente diseñada.

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