Stop al bullying: "Si no se actúa, el acosador de hoy será el maltratador de mañana"

José Manuel Parada, presidente de la Asociación Anti Bullying de Sanlúcar (ABSA), hace una radiografía de los protocolos y de la responsabilidad social en el freno de esta situación

"Las herramientas funcionan, pero hay que aplicarlas con eficacia"

Casi el 17 por ciento de menores sufre acoso escolar, según el último informe de PISA
Casi el 17 por ciento de menores sufre acoso escolar, según el último informe de PISA / Guillén

Tienen miedo a contar sus casos, a admitir que les insultan, que les aíslan, que les impiden hacer nuevas amistades durante cursos completos y que incluso les agreden físicamente. Un miedo que arrastran más allá de las puertas del colegio y del instituto, donde antes de que existieran las redes sociales se quedaba encapsulado durante al menos unas horas; porque el acoso de ahora, el bullying, se perpetúa en las pantallas de sus móviles, no cesa, se eterniza, con el agravante de que los acosadores se multiplican en la palma de sus manos, con el beneplácito de todos los que lo saben y miran para otro lado.

Esta es la situación real que viven cientos de niños y adolescentes cada día en nuestros centros escolares, un pánico casi siempre silencioso, porque cuando hablan es porque no pueden más. Si es que hablan, si es que resisten el estado de terror, y si es que no terminan tomando la irreversible decisión que tomara la sevillana Sandra Peña, cuyo caso ha venido a poner en el foco este grave problema, que es de toda la sociedad, gracias al valiente testimonio de su familia.

En datos, según el Informe Cisneros de 2006, uno de cada cuatro menores sufren acoso, y según el último informe PISA, la cifra se sitúa en el 16’8 por ciento.

El que nos guía en el terrible panorama del acoso escolar es José Manuel Parada, que es maestro, logopeda, experto por la Universidad de Cádiz en Pedagogía Terapéutica, postgrado universitario en prevención de acoso, formado en peritaje judicial en prevención del bullying y, lamentablemente, padre de un niño que sufrió el acoso, lo que le llevó a crear la primera asociación gaditana contra el acoso ABSA, con sede en Sanlúcar de Barrameda. Una asociación con dos años de vida y una extensa actividad en esta materia que ya contabiliza “500 casos de Cádiz y otros puntos de fuera de la provincia, de los cuales solo cinco padres de acosadores han venido a pedir ayuda, el resto suelen justificar a sus hijos o les quita importancia, en lugar de corregir esas actuaciones”.

Y es este es uno de los problemas, porque son muchos los problemas que confluyen en el acoso, como el del entorno del acosador, al que hay que estudiar en profundidad, “porque el acosador de hoy es el abusador en el trabajo (mobbing) y el maltratador y protagonista de la violencia de género de mañana, según un estudio que habla del 70 por ciento de probabilidades de que esto ocurra si no se actúa”, asegura. Y también señala que “la mayoría de los casos se dan en ciudades, y en centros educativos con nivel medio alto”. Habla de la importancia de poner el foco en el acosador, en los motivos que lo mueven, en el qué hay detrás, “porque hay que estudiarlo, reeducarlo y darles una reprimenda para que sean conscientes, esto no es cosa de niños, como muchos afirman, el acoso es algo mucho más serio”, afirma.

Aquí entra en juego el famoso protocolo del que tanto se habla estos días, el que parece que no se ha activado en el colegio sevillano de Sandra, “y que claramente fallan, no funcionan correctamente, primero, porque hay un gran desconocimiento”. Y se refiere este experto a que “muchos profesionales piensan que activar un protocolo es denunciar y por eso no se activan muchas veces, porque no lo consideran acoso, y hay que activarlo siempre que se denuncia o detecta un posible caso porque se trata de empezar una investigación para determinar si, efectivamente, es acoso”. Es importante dejar evidencia por escrito, ya sea en la secretaría o en Ipassen, añade.

Por es ello es fundamental la formación, “el otro gran problema, pues a veces no hay capacidad para detectar el acoso, ni para implementar las medidas necesarias para acabar con él”. Y se explica, “el protocolo tiene muchas fases, y frecuentemente los centros optan por un intento de conciliación entre acosador y víctima, ¿te imaginas enfrentar para intentar conciliar a un violador con su víctima?”, se asombra. “Hay que comprender que el bullying es una forma de violencia hacia otra persona, y se da cuando es continuado en el tiempo, con intención de hacer daño y con distintas fuerzas, que pueden ser física, mental y numéricamente”. Por lo tanto, no se debe optar por esta conciliación, “porque si haces un careo lo pones al frente del pelotón de fusilamiento y expones su caso”.

Continúa relatando que la expulsión es otra de las medidas que “terminan reforzando al acosador, por lo que se sale con la suya, es el malote, por el motivo que sea le gusta llamar la atención, y cuando se les expulsa pues no se reeduca, no sirve de nada”. De hecho, comenta que aparte de potenciales maltratadores, “existe una relación directa el consumo de drogas o problemas mentales en un futuro, cuando no se actúa o se reeduca adecuadamente”.

No deja pasar la oportunidad sin hablar de “los observadores, tan importantes, pues si no existieran, no habría acoso”, confirma. De ahí la importancia del trabajo de concienciación en el alumnado, que cuando se convierte en observador pasivo, está siendo cómplice de la situación de acoso. Hay que contarlo, para frenarlo.

Las medidas correctoras

¿Y el acosador?, ¿qué pasa realmente con ellos cuando se abre un protocolo de acoso y se determina que, efectivamente, está amedrentando a otro compañero de una forma continuada?, ¿qué ocurre cuando la situación se agrava y se hace insostenible desde el instituto?

Cuenta Nico Montero, director del IES Fernando Aguilar de Cádiz que “son varias las medidas cautelares o sancionadoras que se desarrollan con el alumno acosador. Ante todo, es importante involucrar a la familia, trabajar garantizando el anonimato de los implicados y subsanar la situación para que el acosado deje de pasarlo mal”.

Entre las correcciones que se aplican figuran “actuaciones en el aula de convivencia, la participación en programas de modificación de conducta y, si procede, expulsión y derivar a los servicios de la Consejería de protección de menores, con la intervención de servicios sociales”. En última instancia, se cambia de centro al acosador.

Si existe una denuncia policial, “los menores de 14 años son inimputables, aunque sus padres son sus responsables subsidiarios, y si tienen más de 14 años, depende del daño que ocasionen”, explica José Manuel Parada. Puede darse el caso de realizar servicios sociales para la comunidad o el ingreso en centros de menores.

Pero lo ideal, como en todos los tipos de acoso, es “la prevención, la formación y la educación”.

En este punto el experto en acoso señala a toda la sociedad, “hay que trabajarlo a todos los niveles, no solo en los centros educativos, nos compete a todos, y es importante la formación de maestros, profesores, orientadores, psicólogos, alumnado, y también de las fuerzas de seguridad del estado, de jueces, fiscales, pediatras a los que acuden los niños con síntomas que deben reconocer, etc.”.

Y en esta senda camina la asociación que dirige, la de la “prevención”, pues solo desde este punto se evita el acoso escolar, “y ya van por 15 la ciudades españolas convertidas en ciudades antibullying, que fue una iniciativa nuestra con Andalucía como comunidad pionera, a la que ya se han sumado Sanlúcar, Jerez, Chipiona, Algeciras, Trebujena, los municipios de la Janda y Cádiz, a través de la Diputación”. Esto se materializa en mesas de trabajo contra el acoso en la que están representados todos los agentes implicados.

Además, desde ABSA, realizan un acompañamiento integral a las familias donde se viven estas tremendas situaciones, “desde la detección del acoso, ayuda psicológica, acompañamiento jurídico y policial, así como la escuela de padres para ayudarlos con formación, charlas, convivencias, entre otras actividades como talleres contra el odio y de defensa personal, que también es mental. “Un trabajo largo, que hacemos de forma gratuita, no pedimos nada, que las subvenciones las gasten las administraciones en esto, formación”.

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