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Rocío Sánchez Narváez | Cuidadora de Afanas

"Me confiné de corazón, pero sabía que tenía muchas posibilidades de coger el virus"

  • La cuidadora de Afanas Rocío Sánchez Narváez decidió encerrarse con los discapacitados de la residencia Virgen de los Milagros de El Puerto para cuidar a los enfermos de Covid, y allí se contagió

Rocío Sánchez Narváez, fotografiada a las puertas de la residencia de Afanas de El Puerto en la que trabaja como cuidadora.

Rocío Sánchez Narváez, fotografiada a las puertas de la residencia de Afanas de El Puerto en la que trabaja como cuidadora. / Andrés Mora Perles

Ocurrió en los primeros días de septiembre, cuando el coronavirus entró sin avisar en dos de las residencias de Afanas en El Puerto. Se había registrado un número de casos importante, y el día 6 de septiembre hubo una reunión urgente de los empleados de esta institución asistencial, donde se informó a los trabajadores de la gravedad de la situación. La incidencia era especialmente alta en la residencia Virgen de los Milagros, que atiende a personas con discapacidad intelectual, y en la que trabaja Rocío Sánchez Nárvaez, que lleva 30 años en Afanas.

De esta forma, cuando en la asamblea alguien sugirió la posibilidad de quedarse confinados con los afectados durante 15 días para poder atenderlos mejor y frenar la expansión del virus, Rocío no lo dudó: junto a otras tres personas que trabajan en la misma residencia se ofreció voluntaria sin titubear.

Todavía lo recuerda con claridad: "Me nació del corazón, cuando dijeron de confinarse y preguntaron si había algún voluntario, no me lo pensé, porque después de tantos años, estos residentes forman parte de mi vida y los quiero mucho. No pensé en nada y me dije 'estoy de acuerdo con esa propuesta'; si hubiera sido alguien de mi familia tampoco me lo habría pensado". Y así, dicho y hecho, cuando Rocío llegó a su casa aquella noche, no le hizo falta debatir con su marido y su hija para decirles que se había presentado voluntaria. "Me conocen bien", reconoce, "y sabían que si alguien se confinaba sería su madre", recuerda la cuidadora.

Al día siguiente, comenzó el confinamiento voluntario para trabajar de forma continuada en la atención a los 30 residentes con discapacidad intelectual. Recuerda las largas jornadas de desvelos hacia estas personas especialmente vulnerables, afectados por coronavirus, cada uno de ellos en su habitación, padeciendo los síntomas de la enfermedad. "Fue muy duro, los hemos visto pasarlo muy mal y hemos sufrido mucho con ellos. Idas y venidas de ambulancias, ingresos en el hospital, muchos de ellos apenas comían, a base de algunas cucharaditas y zumo de naranjas. Y día tras día, los veíamos sufrir. Y después, mucho control: la saturación, la temperatura, una enfermera y una doctora los auscultaban. Temíamos mucho las otras enfermedades que tienen, porque son vulnerables y tienen muchas patologías".  

Los días pasaban y los trabajadores que venían de fuera hacían turnos de doce horas para que hubiera el mínimo de entradas y salidas posible. Las cuidadoras confinadas estaban en la residencia las 24 horas del día y de la noche, una jornada tras otra, sin salir para nada, viviendo momentos extremadamente difíciles, como la noche en que Jorge, uno de los discapacitados más jóvenes, se puso muy enfermo y tuvieron que trasladarlo urgentemente al Hospital Santa María del Puerto, donde estuvo casi dos meses en la UCI. "Aquella noche lloramos todos", recuerda Rocío, "Jorge tenía problemas respiratorios y lo resguardamos todo lo que pudimos". Y es que Rocío reconoce que han pasado miedo "por ellos, porque los queremos", aunque también se produjeron momentos en que asomaba el humor, siendo bautizados los cuatro por los residentes como 'comando Covid'.

¿De dónde sacaron las fuerzas para poder resistir en una situación tan difícil? De la piña que hicieron entre confinados y residentes, y por supuesto del exterior, ya que Rocío confiesa que no ha sido una labor que realizaran sólo los que estuvieron dentro. "Todos hicimos nuestro trabajo, también quienes han estado fuera, el equipo lo hemos formado no sólo los que estuvimos en primera línea, sino también las trabajadoras sociales, psicólogos, enfermeras, médicos y nuestros jefes y responsables de Afanas". 

Finalmente, sucedió lo que no era difícil que ocurriera. A los 12 días, Rocío enfermó de Covid, al igual que otro de los cuidadores que se había confinado para trabajar. Tuvo que salir de la residencia y aislarse en su domicilio, y pasó 28 días convaleciente en la cama, atendida por su marido, de los que prefiere no acordarse, experimentando los mismos síntomas que aquellos por quienes se había desvivido semanas antes. "A pesar de que en la residencia estábamos muy protegidos, con EPIS, mascarillas, pantallas y desinfectantes, el virus es muy traicionero. Yo tuve la seguridad desde el principio, de que de aquí no me iba sin coronavirus", reconoce con certeza.  

La cuidadora, ya reincorporada a su trabajo, se confinó con los residentes y resultó afectada por el Covid. La cuidadora, ya reincorporada a su trabajo, se confinó con los residentes y resultó afectada por el Covid.

La cuidadora, ya reincorporada a su trabajo, se confinó con los residentes y resultó afectada por el Covid. / Andrés Mora Perles

Han pasado más de dos meses desde que Rocío recibió el alta y ya reincorporada a su trabajo en la residencia Virgen de los Milagros, confiesa que todavía le quedan secuelas de la enfermedad. "Perdí 10 kilos y todavía no estoy recuperada. Tengo síntomas como el cansancio, dolor de brazos y piernas, la caída del pelo, dolor de garganta, que se han ido quedando y se irán".

¿Y qué ha aprendido de la dura experiencia vivida con el Covid? "Podemos decir que con el granito de arena que ha puesto todo el mundo, los residentes están todos bien, gracias a Dios. Nosotros hemos crecido en humanidad y generosidad, creo que ahora somos mejores personas, nos hemos olvidado de nosotros mismos para preocuparnos por ellos y eso hace que seamos más humanos. Hemos hecho nuestro trabajo, pero no somos héroes. Los héroes son ellos, que lo han superado", sentencia la cuidadora. 

Y cuando se le pregunta a Rocío si lo volvería a hacer llegado el caso, responde con firmeza: "Yo sí, no me quiero poner galones, pero cuando se me necesite, aquí estoy. Muchos de los residentes tienen su familia, pero muchos otros no tienen a nadie. Si no lo hacemos nosotros, no lo hace nadie. También hemos tenido momentos muy buenos y entre los compañeros hemos creado unos lazos de amistad muy bonitos".

        

                  

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