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Enfoque de domingo | Incapacidades laborales en la provincia

¿Y cómo lo tendría para una paguita?

  • Casi una de cada cuatro pensiones otorgadas por incapacidad en España en la última década pertenece a Cádiz

  • Mutuas, detectives y abogados sospechan que hay un alto índice de fraude

Hipoacusia bilateral severa. Esa fue la patología. Los golpes de los remaches en los talleres taladrando oídos durante años. Tatatatá. Fueron cerca de mil, una epidemia de sordera. Los sordos de astilleros, quién no ha oído hablar. En los años 80 Cádiz se llenó de sordos, incapacitados de por vida para un trabajo que no existía. El Gobierno de Felipe González hizo una reconversión industrial a golpe de invalideces. En Asturias se hizo algo parecido. Aquí era la hipoacusia, allí la silicosis. Un otorrino del barrio de San José se convirtió en el médico más popular de los astilleros. Era y no era. Muchos, es verdad, no oían bien.

En mayo de 2013 el inspector médico Francisco Casto, ya condenado a nueve años de prisión por un caso muy sonado al tramitar, entre otras, una incapacidad para la suegra de Jesulín de Ubrique, fue apartado del servicio por la Junta por falsificar los expedientes de incapacidad laboral para el reconocimiento fraudulento de pensiones. Aquellos casos se produjeron entre los años 2000 y 2006 en la Unidad de Valoración Médica de Incapacidades (UVMI) adscrita a la Delegación Provincial de la Consejería de Salud. En el juicio mediático de la suegra de Jesulín él se había defendido: "Nadie decía nada cuando dieron invalideces por las sorderas. El INSS ha optado por tapar las vergüenzas que tiene en su sistema poniéndome de cabeza de turco". La suegra de Jesulín vivía en Castellón y le dolía la espalda y un brazo. No vio nada raro en que se la trajeran a Cádiz para que le dieran una paga. "Pensaba que sería por las amistades de mi yerno", dijo.

"En todos los años de profesión que llevo, que son muchos, quizá la frase que más haya escuchado en mi despacho es: ¿Y cómo lo tendría para una paguita? El deseo de tener una paguita es como una aspiración vital en la provincia". Habla José Blas Fernández, presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía. Cádiz, porcentualmente, está a la cabeza de las provincias con más incapacidades de toda España, por encima de zonas más industrializadas, que son las que más bajas temporales tramitan, como León o Vizcaya. Tres de cada cien gaditanos cobra una paga del Estado por algún problema de salud, casi siete de cada cien personas en edad de trabajar. Son 38.888. Eso es mucho. En España apenas es un 4%. En la década de la crisis el número de pensiones de incapacidad en España ha aumentado en 40.000 personas, casi 9.000 de ellas pertenecen a Cádiz. El Estado dedica un 18% de la factura de las pensiones a estos casos. En Andalucía, de media, no llega al 12%.

Fuentes oficiales del INSS en Madrid, sin embargo, afirman que "no sucede nada extraño en Cádiz. En el mapa de bajas laborales Cádiz figura en amarillo, es decir, un término medio, y el mayor índice en las incapacidades permanentes tienen que ver con otro tipo de enfermedades que la Seguridad Social simplemente registra". A lo que hace alusión este portavoz es que poco pueden hacer en un sistema que tiene que pasar por valoraciones médicas y tribunales que dictan resoluciones. La Seguridad Social, que recurre, y lo hace muy a menudo, considera que no puede hacer más al respecto.

Fernández tiene muy claro cuándo empezó todo: "En 1947, tras la explosión del polvorín, el Estado aterrizó en Cádiz con toda una batería de industrias públicas. Lo público estaba omnipresente en Cádiz. Cádiz vivía del Estado. Cuando en los 60 empezó a sobrar personal se arregló con los montepíos. De generación en generación se ha ido cultivando la cultura de la paguita. Cuando lo de los sordos, se terminó de asentar. La paguita estaba bien vista".

Esa experiencia genética ha desarrollado un alto conocimiento de los procedimientos para obtener el gran trofeo. El gran trofeo es la incapacidad absoluta, que ni tributa a Hacienda ni responde ante nadie. Simplemente se cobra. El segundo premio es la total, que ni mucho menos es total, pero da para ir tirando. Técnicos de algunas mutuas de Cádiz con los que ha hablado este medio para este reportaje recuerdan que la total "está referida sólo al campo laboral en el que se haya producido la lesión. Has podido trabajar en un taller toda tu vida, ser mecánico y, de repente, has pillado un contrato para trabajar de camarero tres meses y al agacharte te has fastidiado la espalda. Consigues la total, cobras tu paga, no podrás volver a trabajar de camarero, pero nada te impedirá volver al taller".

Para el abogado Ramón Dávila, experto en la materia, hay varios factores que pueden influir en esa cifra demoledora de incapacidades: "Hay que tener en cuenta que la Bahía cuenta con unos astilleros importantes, y que la famosa reconversión naval se hizo sobre la base de la Seguridad Social. Las incapacidades se utilizaron como un mecanismo suave de reconversión en el sector público. Esto puede aplicarse a la sanidad. Mucho personal del SAS, con dos o tres meses de baja, ya pide la invalidez. En la provincia hay grandes hospitales y eso hay que valorarlo. Y, por último, está el desempleo, que es un aliciente para mucha gente que tiene cualquier enfermedad e intenta salir del mercado laboral con una incapacidad. Es una puerta decorosa, mejor que el paro".

Ernesto Martínez es un veterano abogado colaborador de la mutua Fremap y por su despacho han pasado todo tipo de casos. Se sonríe al escuchar el término paguita: "El ánimo de tener una paguita no se la puedes quitar a nadie. Conozco caso obsesivos. He tenido un caso de un parado que está intentando conseguir la paga por una lesión en la espalda, pero con un esguince de grado uno, que es algo que a determinada edad lo tenemos todos. Ha pasado por valoraciones en Cádiz, ha fracasado, y se ha ido a Granada y a Málaga. Y creo que ahora va por la séptima intentona. La está buscando en Barcelona porque puedes intentarlo en todo elterritorio nacional. Debe de ser de las pocas cosas en la que no hay fronteras autónomas. Si todo el esfuerzo que dedica a conseguir la paga lo dedicara a buscar curro hace tiempo que lo tendría".

Martínez dibuja el perfil del pensionista por enfermedad laboral en la provincia. "Lo más habitual es que te encuentres con un trabajador en paro de unos 55 años. En realidad, se ha estado trabajando la absoluta toda la vida. Aquí, en los astilleros, se ha trabajado con la granalla, un metal reducido a granos pequeños para la fundición. Era algo que no quería nadie en Europa, sólo se hacía aquí. Aquello provocaba algo parecido a la silicosis. Todavía se han dado en los últimos años invalideces por un barco cargado de amianto que llegó a Cádiz hace casi cuarenta años. Las enfermedades han estado ahí, se han ido larvando, pero no te vas a poner a cobrarla cuando has encontrado un curro poniendo tejas por el que cobras 3.000 euros al mes. Y la construcción se desmoronó y a los 40 y tantos todavía encontrabas un trabajo de camarero por 600 euros y te hacías con la total y te defendías en negro con las chapús. Pero a partir de los 55 nadie te va a dar trabajo. Vas a que te valoren y ya lo tienes todo: la silicosis, el amianto y la espalda. Es tu momento. Los datos de incapacidad de Cádiz se explican en las tablas de los datos del paro de mayores de 40 años".

También las enfermedades mentales han aparecido para quedarse en el mapa de las incapacidades. Martínez, que asegura que cada uno de los ejemplos que me menciona tienen un caso que ha llevado él detrás, afirma que ha conocido trabajadores con una formación intelectual precaria "que se empapaban de pe a pa todos los síntomas, se leían un montón de libros de psicología y luego lo mimetizaban para dar el pego". La depresión ya es un clásico: "El hombre dice que cada día se levanta y piensa de hoy no pasa que me tire al tren. Claro, eso es delicado. Y ponte a hacer un seguimiento y le ves en la playa tan feliz o por la noche en un bar de copas. Siempre te va a poder decir que, al fin y al cabo, está deprimido y que el psiquiatra le ha prescrito que se divierta y que se lo pase bien, que es su terapia, que no va a quedarse en casa pensando en cómo se mata". Pero aquí la jugada buena es vincular el estado depresivo al ámbito laboral. "El mobbing -apunta Fernández- es un término fundamental porque relaciona enfermedad mental y trabajo. Por supuesto, hay casos flagrantes, personas que lo pasan horriblemente mal, que ciertamente están deprimidas, pero también están los que no se sabe si sufren mobbing porque se lo buscan". Martínez apunta otra variante: la incapacidad del divorciado. "He tenido casos de quien solicitaba la incapacidad por depresión debido a que la actividad laboral acabó con su matrimonio y eso le llevó a la depresión, mientras la empresa decía que era al contrario, que sus problemas matrimoniales iban a acabar con la empresa. Quién sabe, quizá detrás lo único que había era un asunto de cuernos y todo acabó en un tribunal con un juez que sabe de psiquiatría lo que yo dirimiendo qué le pasa a este hombre y si le damos una paga por ello".

Piensan en las mutuas que hay una regla no escrita de cierta flexibilidad en las valoraciones médicas que van de cuenta de la Junta y también en los juzgados de lo social, donde está la última palabra. Las mutuas observan que "casi todos los jueces de la provincia tienen una querencia por ir con el débil, con el trabajador, y da igual que le presentes un peritaje de un detective privado que ha sorprendido al tipo en cuestión autolesionándose antes de la revisión médica y lo ha grabado". De todos los jueces de Cádiz hay uno del que todos hablan maravillas como persona: "Es un tipo encantador". Su mote es el santo obrero. Me muestran una de sus resoluciones. Se trata de un trabajador despedido por fingir una lesión en una pierna y encadenar meses de baja. En la resolución el juez explica cómo el detective pudo observar en su peritaje que en el centro de trabajo el operario cojeaba ostensiblemente, algo que no hacía ni antes ni después de entrar en el centro laboral. El santo obrero declaró el despido improcedente.

Raquel Menacho trabaja como detective para tres mutuas. El negocio se ha recuperado algo en los últimos años porque "hubo un tiempo en que ni nos llamaban porque no servía de nada. Daba igual lo que demostraras que la Seguridad Social ni el juzgado tomaba el informe en cuenta. Por mi experiencia, en el 99% de las ocasiones hay fingimiento. Ahora la Seguridad Social empieza a tomar más en cuenta a los detectives, pero los jueces siguen igual".

El procedimiento que narra Menacho es muy parecido en todas las ocasiones. "Alguien tiene un accidente y acude a un seguro privado. En principio ni piensa en la invalidez, sólo piensa en curarse, pero esas clínicas cuentan con una asesoría legal. Allí les abren las ojos. Ir a los juzgados de lo social te sale gratis, no pierdes nada por probar". Ese mismo asesor avisa al cliente que todo irá bien, que se le conseguirá la paga, pero atento, porque te van a seguir. Si quieres conseguir la paga, hay que ser metódico. "Y la mayoría lo son de lunes a viernes. Les sigues y llevan el protocolo a rajatabla. La mujer es la que lleva el coche, él nunca carga con peso... todo todo, vida de lesionado. Y llega el sábado. Tuve un caso de un hombre al que se le diagnosticó una severa lesión en las vértebras superiores. Durante días de seguimiento no vimos nada anormal hasta que llegó el sábado, cuando deben de pensar que los detectives no trabajamos, y le vemos salir de casa con su hijo de unos 17 años, ¡llevando una canoa! La llevaba él solo, su hijo iba con las manos en los bolsillos. Cargaron la canoa, él condujo el todoterreno y llegó al embarcadero y padre e hijo estuvieron felizmente remando durante más de cuatro horas". Este es un caso extremo, pero Menacho lo tiene muy claro: "Nadie puede fingfir 24 horas al día. Algunos sobreactúan y hasta que llega el juicio se hacen con una muleta. Ahí la has fastidiado. Quien realmente está cojo usa la muleta por defecto, pero quien finge usa la muleta a contramano y, sin darse cuenta, la pierna que apoya es la lesionada".

Uno de los casos más comentados en la provincia lo recordó el periodista Fernando Santiago en su blog en días pasados. Se trataba de una trabajadora de Diputación que en 1999 se quedó con 40 millones de pesetas de fondos del PER. Al ser descubierta, devolvió el dinero e inició un proceso de incapacitación alegando cleptomanía con el respaldo pericial de una psiquiatra. Uno de los abogados que llevó el caso lo tiene fresco: "Fue muy impresionante. Abría cuentas en los bancos y metía el dinero que sustraía y se llevaba los regalos que entonces daban los bancos, vajillas y esas cosas. Creo recordar que había antecedentes en la familia de sustraer cosas. No sé cómo lo consiguió, pero la argumentación fue brillante. Obtuvo una incapacidad absoluta. Su marido lo ganaba bien como ingeniero y ella tenía buenos contactos en el partido, en el PSOE, con lo que el asunto se tapó y se fueron a vivir al Norte. Que yo sepa, la chica sigue cobrando la paga, aunque no sé si sigue siendo cleptómana".

Mientras las depresiones, la espalda o las enfermedades respiratorias suelen tener éxito, de un tiempo a esta parte se observa más mano dura en aquellas enfermedades no vinculadas a lo laboral (contingencias comunes). El cáncer y los infartos no garantizan incapacidad. O se dan y luego se revisan y se revocan. "A no ser que tengas dos válvulas, olvídate de incapacidad por enfermedad coronaria", explica Martínez, que ahora ha descubierto una nueva tendencia: el infarto de los lunes. "Es un intento de vincular el castañazo a la ansiedad del regreso al trabajo. Aún no se puede saber el grado de éxito de esta fórmula".

Para la mutuas la fiebre gaditana por la paguita es una ruina. "Durante el inicio de la crisis tuvimos una época plácida. Nadie se daba de baja por miedo a perder el empleo. Ahora las bajas han vuelto. Y de qué manera". En la asociación AMAT, que reúne a las seis principales mutuas del país, la luz de alarma ya ha aparecido. Se afirma en su última memoria: "En términos de gasto en prestaciones económicas, el sector sigue viviendo incrementos anuales desproporcionados, lo que nos está poniendo en serias dificultades. El déficit en la gestión de las bajas por enfermedad y accidentes comunes se debe a un aumento de los procesos de baja y de su duración: aunque por debajo de los niveles pre crisis, han crecido en más de un 32%. Pero también por la decisión que adoptó el gobierno en el 2011 de reducir la aportación a las mutuas para cubrir las contingencias comunes y dedicar esos recursos al pago de las pensiones".

En las mutuas, que se resignan a su derrota en un territorio tan deficitario como Cádiz, se admite que "no todo es fraude, pero es un terreno muy subjetivo. ¿Has mirado la EPA? Ahí tienes todas las razones. Las incapacidades no son más que una red de cobertura social encubierta para una provincia dejada de la mano de Dios. ¿Qué haces con Cádiz? La das por imposible y le das una paguita". 38.888 paguitas.

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