La muerte de Miranda en La Carraca
Memoria de un prócer
Hoy se cumple el bicentenario del fallecimiento de Francisco de Miranda, el precursor de las independencias americanas en el penal de las Cuatro Torres, en el Arsenal isleño
EL 31 de julio de 1812 fue muy trágico en la vida del caraqueño Sebastián Francisco de Miranda. Pocos días atrás, en su calidad de Generalísimo de la Confederación Venezolana había firmado con el Comandante General de las tropas españolas, el capitán de fragata Domingo de Monteverde, la Capitulación de San Mateo o de La Victoria.
A las ocho de la noche del 30 de julio, Miranda llegó a La Guaira con la intención de embarcarse para Curazao en la balandra británica de guerra 'Sapphire', y se hospedó en la casa del Comandante Militar de la plaza. Tras compartir mesa y amigable conversación con sus subordinados, entre ellos Simón Bolívar, se retiró a sus aposentos. ¡Lejos estaba de imaginar la conspiración de la que sería víctima pocas horas después!
Durante la madrugada y con el apoyo de tropa armada, un grupo de oficiales republicanos disconformes con la referida capitulación, entre los que se hallaba Bolívar, fueron a prenderlo. Les salió al paso su joven edecán, Carlos Soublette, quien se vio obligado a despertarlo. Al salir del dormitorio, Miranda tomó en sus manos una linterna y alumbrando a las caras de sus captores, expresó con displicencia: "Bochinche, bochinche, esta gente no saber hacer sino bochinche".
De inmediato y tratado como el más vil de los criminales, fue conducido prisionero al fuerte de San Carlos, encadenado y encerrado en un calabozo.
En la mañana siguiente, una columna del ejército de Monteverde llegó para relevar a los independentistas. Fue así como, traicionado por sus correligionarios, Miranda cayó en manos españolas.
Tan ignominiosa acción ha sido interpretada de diversas maneras. La historiografía bolivariana pretende justificar el comportamiento de Bolívar en la detención de Miranda, eximiéndolo de su responsabilidad en la posterior entrega a sus enemigos. En su afán por conciliar a los héroes fundacionales de la Venezuela republicana, el Precursor y el Libertador, se ha querido falsear la historia con la inverosímil aserción de complementar a Miranda, la víctima, con Bolívar, el verdugo.
Otros autores han considerado la actuación de Bolívar como una felonía, llegando a calificar tan vergonzoso episodio de golpe de Estado: el primero de la historia de Venezuela, origen del caudillismo y el despotismo que representó, precisamente, Bolívar durante la Segunda República.
En La Guaira permaneció Miranda cautivo hasta que, en los primeros días de enero de 1813, fue trasladado a Puerto Cabello y encerrado en el castillo de San Felipe. Allí, después de casi ocho meses de guardar el más profundo silencio "sepultado en una oscura y estrecha prisión y oprimido con grillos", remitió un memorial a la Real Audiencia de Caracas, en el que clamó contra la violación de la Capitulación de San Mateo por el propio Monteverde, y alabó la Constitución sancionada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, a la que consideró "el más importante paso que jamás había dado la metrópoli en beneficio del continente americano".
En la noche del 4 de junio de 1813, Miranda fue sacado con premura de la prisión de Puerto Cabello, llevado a una embarcación pequeña y conducido a Puerto Rico donde lo recibió con bastante humanidad el Gobernador y Capitán General de la plaza, quien le informó que llegaba para permanecer en la isla en calidad de depósito hasta nueva orden. Encerrado en el castillo del Morro, sus condiciones carcelarias mejoraron y obtuvo permiso para representar al Congreso Nacional; lo que efectuó el 30 de junio de 1813. Entonces declaró que se consideraba "como uno de los españoles libres que sinceramente desean el triunfo y prosperidad de la verdadera libertad en ambos mundos, y tanto cuanto me desviaba antes del antiguo opresivo sistema, tanto más me acerco ahora al presente". Considerando que las vejaciones que padecía eran esfuerzos efectuados en favor de la libertad, manifestó su intención de que europeos y americanos se reconciliasen prontamente bajo la protección de las Cortes y la Constitución.
Desde Puerto Cabello, Miranda ya había expresado el deseo de ser trasladado a la Península para elevar directamente sus quejas "hasta el trono augusto de la Nación". Finalmente, en noviembre de 1813, partió de Puerto Rico a bordo del bergantín de guerra español Alerta, que entró en la bahía de Cádiz en la noche del 4 al 5 de Enero de 1814, tras una navegación de cuarenta y cinco días.
Antes de ordenar su desembarco, las autoridades pensaron en enviarlo al castillo de San Sebastián de la ciudad de Cádiz o al castillo de Sancti Petri en la embocadura del caño homónimo; pero se decidieron finalmente por el arsenal de La Carraca ante la mayor seguridad que ofrecía para su custodia. El 7 de enero, Miranda fue entregado al capataz mayor del presidio de las Cuatro Torres, quedando depositado en el piso alto y en cuadra separada, con centinela a la puerta.
Pero la ocasión no podía ser más desafortunada para el caraqueño, pues Las Cortes y el Gobierno ya habían abandonado la ciudad de San Fernando y se hallaban en Madrid.
En La Carraca transcurrió la última etapa de la vida de tan ilustre proscrito, bajo los cuidados de su fiel sirviente Pedro José Morán. Los rigores del presidio fueron mayores en los primeros momentos, ya que se le pusieron grillos al llegar; pero de ellos fue liberado al poco tiempo. Delatado un primer intento de fuga, volvieron a colocarle los grilletes hasta que, en marzo de 1816, tras sufrir un ataque de apoplejía cuando preparaba por segunda vez la evasión, se los retiraron ante la petición realizada por los compasivos médicos de la Armada que lo trataban.
No obstante la severidad del régimen carcelario, las autoridades del arsenal consintieron en que tuviera libros -Horacio, Virgilio, Cicerón, Cervantes, Ariosto, el Nuevo Testamento…- y, en ocasiones, algunos periódicos. Asimismo, le permitieron esporádicamente efectuar ejercicios físicos en el corredor anejo a su celda.
Un asunto del mayor interés es la correspondencia de Miranda datada en La Carraca, escrita en español, francés e inglés, y dirigida a las autoridades españolas, sus amigos británicos, y a su "muy querida Sally", el ama de llaves y madre de sus dos hijos. La mayor parte de las cartas tuvieron un carácter subrepticio, y algunas las firmó con el seudónimo de "José Amindra". Dos mujeres domiciliadas en San Fernando actuaron de intermediarias: Leonor de Flores, en la calle de San Juan Bautista, y Antonia de Sales, quien vivió primero en la calle de San Cristóbal y, más tarde, en la de San Francisco de Asís.
A la una y cinco minutos de la madrugada del 14 de julio de 1816, falleció en el hospital de La Carraca, de muerte natural, el "reo de Estado" Francisco de Miranda "uno de los más famosos y principales jefes de los revolucionarios de Costa Firme". Las causas se desconocen; si bien existen razones para pensar en un posible agente infeccioso capaz de provocar un brote epidémico, toda vez que nada más expirar, con colchón, sábanas y demás ropa de cama, se llevaron el cuerpo para enterrarlo de inmediato, quemando seguidamente todas sus ropas y pertenencias.
Fue así, tan dramáticamente, como acabó sus días una de las más sugerentes personalidades de su tiempo -su biografía desborda en mucho a la de un personaje de ficción-, cuya adhesión a la libertad civil y política de los hombres lo sitúa en un puesto de honor en la larga hazaña de la civilización.
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