Miguel, de agente de viajes a estafador de sueños en El Cuervo

Es la segunda vez que este sevillano engaña a sus clientes, entre los que hay decenas de gaditanos

El 'falso' agente de viajes que estafó a varias familias de Rota: paquete vacacionales muy baratos y urgencia en los pagos a su cuenta

Dependencias de la Guardia Civil de El Cuervo, localidad donde reside el presunto estafador.
Dependencias de la Guardia Civil de El Cuervo, localidad donde reside el presunto estafador. / Julio González

Cuando se enteró que unas personas habían llegado al pueblo preguntando dónde vivía un agente de viajes que les había estafado Miguel entendió que la temida tormenta se acercaba. Al contrario de lo habitual primero llegó el trueno, en forma de rumores. “Te están buscando Miguelito”, le dijo un paisano. Luego le iluminó el rayo con la certidumbre de que su castillo de naipes se derrumbaba. Por segunda vez. Y, como la otra, Miguel quiso poner fin a todo. Corrió hacia su casa, se encerró y se tomó un bote de pastillas. Quería dormir. Pasarse toda la vida muerto.

Miguel es un treintañero emprendedor al que siempre le gustó el dinero. Desde joven. Montó una agencia de viajes en la calle Juan XXIII de El Cuervo (Sevilla) y empezó a crecer. Invirtió y le salió bien. Fueron buenos tiempos. Claro que a Miguel, Miguelito para los amigos, le iba el riesgo. Le gustaba el juego, los billetes verdes y las nuevas formas de fabricarlos. Comentan en el pueblo que incluso se interesó por los Bitcoins, una forma de dinero digital que funciona sin necesidad de bancos ni gobiernos y cuya escasez hace que el precio suba y baje según la demanda. Precisamente es esa volatilidad lo que los convierte en una inversión peligrosa. Y más si una pandemia se cierne sobre el horizonte. En los primeros meses de 2020 el Bitcoin llegó a perder la mitad de su valor, pasando de los 7.000 euros que costaba en enero a 3.500 en marzo.

El negocio y las inversiones de Miguel van bien hasta que la primera tempestad llega a sus costas en forma de virus. Las facturas hay que seguir pagándolas aunque las fronteras se hayan cerrado. Así que es ahí donde el chico en el que se puede confiar para que te organice las vacaciones familiares pasa a ser tan estable como un bidón de nitroglicerina en una camioneta. Empieza a estafar a clientes. A algunos muy cercanos. Vende paquetes completos de viajes a medio mundo, no sólo a Europa, también a las costas occidentales de África, Asia o América, pero los billetes son papel mojado. Algunos se huelen la tostada y empiezan a reclamarle el dinero. La bola de nieve se va haciendo más grande mientras baja a toda mecha. Para poder pagar lo que ha estafado a algunos conocidos se la juega a otra gente.

En su primer gran pufo Miguel deja tirados a muchos de sus clientes de Lebrija y El Cuervo que han confiado en su agencia para organizarles un viaje a Nueva York. Al llegar a Barajas para cruzar el charco en avión se dan cuenta que no tienen vuelos ni existen reservas en el hotel, al que, antes de buscar otra alternativa para viajar, llaman para consultar si al menos disponen de una habitación a su nombre.

Como siempre su padre sale al rescate. Un hijo es un hijo. Y además que Miguel no ha matado a nadie. Sólo ha desbarrado un poco. Como puede va tapando deudas y bocas. El boquete de Miguel ha crecido y asciende a bastantes decenas de miles de euros. Un agujero considerable. Cierra la agencia y hasta se le pasa por la cabeza quitarse de en medio. Lo intenta sin éxito. Pero el negocio que controla Miguel es el de vender paquetes de viajes. Así que vuelve a las andadas. Ahora ya sin la agencia física. ¿Quién necesita una oficina teniendo un portátil? Y así, cómodamente desde su casa, Miguel empieza a montar su trama. Viaje con nosotros si quiere gozar, que cantaba la Orquesta Mondragón. Como en El Cuervo los viajes de Miguel ya tienen fama de no llevar a ninguna parte extiende las fronteras. Es lo que tiene internet, que lo mismo te echas una novia en Japón sin salir de tu cuarto que le organizas aventuras en el Caribe a un señor de Cuenca que nunca ha visto el mar.

Miguel vuelve a manejar dinero. Pero su plan tiene la solidez de una sombrilla en medio de un huracán. Intenta llegar a acuerdos con algunos de sus acreedores. Si algo le sobra a Miguel es labia. Es capaz de regatearle a un cura la penitencia impuesta por sus pecados.

Pero este septiembre toda su vida salta por los aires cuando el centenar largo de afectados por sus viajes inexistentes lo localizan en El Cuervo. Ellos también saben manejarse por internet, y cuando comprueban que la moral de su agente de viajes es tan recta como un sacacorchos deciden primero organizarse, luego denunciarlo y, por último, viajar hasta El Cuervo para preguntarle a Miguel en persona a qué diablos está jugando.

El estallido

Así las cosas, el pasado sábado varios afectados se presentaron en la Comisaría de la Policía Nacional de Rota para interponer sus denuncias. Muchos mostraban un gran estado de ansiedad, ya que se trataba de paquetes pagados por adelantado y sin seguro, al haberles exigido Miguel esa condición para poder beneficiarse de los precios reducidos. Las cantidades estafadas varían desde importes de 300 euros hasta otros de mayor cuantía, alcanzando incluso los 1.400, 3.000 y hasta 7.000 euros. Los destinos ofertados eran muy diversos, nacionales e internacionales como París, Disneyland, Japón, Laponia, Tenerife, Hawai, Cabo Verde, Colombia o Nueva York.

Cuando se enteró que unas personas habían llegado al pueblo preguntando dónde vivía un agente de viajes que los había estafado Miguel entendió que la temida tormenta se acercaba. Corrió hacia su casa, se encerró y se tomó un bote de pastillas. Quería dormir. Pasarse toda la vida muerto... Un familiar que se entera de lo que está ocurriendo acude a su vivienda e intenta entrar, pero no lo consigue. Alertado avisa a su padre. Se temen lo peor. Cuando su progenitor, siempre dispuesto a salvar a su hijo, llega y consiguen acceder al interior encuentran a Miguel inconsciente pero con vida. Lo trasladan a un hospital. Miguel tendrá una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Sin su rápida actuación el drama habría tenido un final aún más terrible. Un viaje al peor destino posible.

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