Jóvenes ex tutelados

El piso de la esperanza

  • Emprendiendo el vuelo es un proyecto para chicos ex tutelados que han cumplido 18 años

  • Ocho viven en la casa que Afasode impulsa con voluntarios y donaciones

Dos jóvenes en la cocina del piso de la asoación Afasode en Chiclana.

Dos jóvenes en la cocina del piso de la asoación Afasode en Chiclana. / Sonia Ramos

Javi se pone nervioso. Le cuesta hablar en público pero consigue que nos hagamos una idea de su larga vida, aunque apenas tenga 20 años de edad. “La primera vez que llegué a un centro fue con 6 años, porque mis padres tenían problemas económicos, bueno, y otras cosas que quiero que se queden en mi intimidad. Fue muy difícil adaptarme, porque aunque seamos tan pequeños nos damos cuenta de lo que pasa, sentimos”, cuenta tímido este andaluz sentado en el sofá del piso que comparte con otros jóvenes en Chiclana, donde desembarcó de manos de la Asociación de Familias Solidarias para el Desarrollo (Afasode).

Lleva aquí sólo cuatro meses, después de estar un tiempo “viviendo” entre albergues con su maleta a cuestas, de autobús en autobús. Ya había cumplido la mayoría de edad y dejaba de ser un menor tutelado por la Junta de Andalucía.

“Hay muchos viviendo en la calle”, asegura Juan Molina, presidente de la asociación que ha emprendido este proyecto. Su grupo nació para familias de acogida de menores y todo esto también es nuevo para ellos. Aún así creían necesario implicarse con esos niños de los centros que cumplen 18 años, sean nacionales o extranjeros, y que se quedan sin nada. “¡Vaya cumpleaños, ¿no?”. Lo que para unos es una alegría, es un salto sin red a la vida adulta para otros, un camino sin rumbo donde no hay mano a la que sujetarse.

Pero se acerca una. Con mucho esfuerzo, la asociación encontró una casa en Chiclana, “aunque sea vieja”. La arreglaron, la pintaron, lograron muebles con donaciones y 10 chicos tienen un lugar donde vivir mientras intentan encauzar un proyecto de vida. Mientras estudian, hacen prácticas,... Porque aquí todos están ocupados. Es una de las condiciones. “No hay límite de estancia para los chicos, no les vamos a meter prisa, pero tienen que aprovechar el tiempo hasta que logren un recurso para emprender el vuelo”. Y todos los están haciendo. Así se llama el proyecto por el que surgió este hogar: emprendiendo el vuelo.

En ello está Javi, que se está formando con un grado medio en restauración y que puede que este verano empiece a hacer algo relacionado con la animación infantil, que le gusta, como el baloncesto, el karate. 

Y también Zoumana, de Costa de Marfil. Se está sacando el carné de conducir gracias a la asociación. Lo necesita para que lo contraten en el taller mecánico donde está haciendo prácticas. Lleva aquí casi dos años tras un duro viaje desde su país, con una guerra civil. Burkina Faso, Argelia, Marruecos. Trabajaba y avanzaba. Hasta que llegó a la provincia –digamos que con suerte–en una patera, con 43 personas ,y fue a parar a un centro en Jerez.

“Estaba muy preocupado porque sabía que me tenía que ir”, explica este joven, grande de fisonomía pero un chaval que sólo pudo estudiar hasta los cinco años, que luego ayudó a su madre en el campo y que con 12 años se fue a la capital de su país a seguir trabajando. “Ahora mismo estoy bien, contento, me están ayudando mucho, y en junio me voy a matricular para continuar estudiando”. Es lo que quiere hacer, formarse, tener un título, y parece que va a tener una oportunidad.

Javi escucha atento la historia de Zoumana. Zoumana escucha la de Javi, cuya mamá de acogida, "la que más me ayudó", murió y tuvo que volver entonces a los centros de menores, hasta los 16 años, de colegio en colegio.

En el piso hay tres habitaciones, con varias literas cada uno. Entre ellos se organizan para limpiar, para hacer la comida, para sacar la basura, para ir a por el pan. “Nos ayudamos mucho unos a otros”, interviene Javi, que entre sus sueños está el echar una mano a otras personas, una cuestión que saca a la palestra a la primera de cambio, cuando se le pregunta por su futuro.

“Y quedarme aquí en Chiclana, que me gusta mucho”, sonríe el joven."Estoy contento", asegura mientras recuerda a otras personas y ongs que le han ayudado, también lo hace el costamarfileño. Este pasado sábado, comentaba, tenían su primera oportunidad en la ludoteca que iban a instalar con motivo del encuentro sobre acogimiento y adopción en Jerez.

Molina explica que recibe muchas llamadas, de la propia administración, de otras ongs, que buscan un sitio para jóvenes en la misma situación. Su iniciativa es para aquellos que acaben de cumplir 18, como mucho 19, 20, nacionales o extranjeros, aunque tienen peticiones de personas incluso de más edad. Pronto, dos de los compañeros de esta casa de la esperanza, marroquíes, parten hacia Ibiza, donde han encontrado un empleo. Llegará otro joven español, en busca de esta mano tan necesaria, para no acabar en la calle.

El proyecto está impulsado fundamentalmente entre voluntarios ( “tenemos psicólogos, trabajadores sociales, abogados, educadores”) y donaciones particulares y de empresas. Hay una manera de ser colaborador del proyecto, con 1 euro al mes, a través de www.teaming.net en este enlace.

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