tribuna de opinión

Una historia recuperada

  • El municipio de Puerto Serrano presume de la aldea de Pozo Amargo, un bello enclave que contó a finales del siglo XIX y principios del XX con un prestigioso balneario de aguas termales

Vista de la aldea de Pozo Amargo en la actualidad.

Vista de la aldea de Pozo Amargo en la actualidad. / dc

Formando un enclave de la provincia de Cádiz en la de Sevilla, entre las localidades de Coripe y Morón de la Frontera, encontramos la aldea de Pozo Amargo, perteneciente al municipio de Puerto Serrano desde el año 1941.

La aldea está constituida por un grupo de casas en torno a una plaza central, con la ermita de Nuestra Señora de la Asunción en su parte superior central, que preside todo el enclave. En la parte baja vemos una enorme piscina y, por debajo de ella, las ruinas de un antiguo edificio.

La aldea de Pozo Amargo constituye el culmen de un proceso que tardó más de cien años en materializarse: la construcción de la Colonia de Santa Isabel, en la que el balneario era sólo una parte del proyecto, y que entró en funcionamiento en 1895, constituyendo uno de los complejos termales más avanzados de la España finisecular.

El uso medicinal de las aguas está atestiguado ya en 1778, mencionándose por parte del Concejo de Morón que acudían anualmente unos 500 bañistas a sanar de sus enfermedades, sobre todo la lepra y la tiña, acudiendo desde lugares tan distantes como Cádiz. Esta afluencia hizo que en 1792 el hermano Fray Martín Antonio de San Antonio Abad dirigiera un memorándum al cabildo moronense con el fin de que se edificaran unas instalaciones adecuadas para que los centenares de hombres y mujeres que acudían a tomar las aguas, a veces desde cientos de kilómetros, tuvieran un mejor confort.

Tras pasar por un intento de construcción en 1838, que no llegó a fructificar, habría que esperar hasta mediados de la década de 1880 para que un visionario y emprendedor, Vicente Casarrubios Ruano, se decidiera a instalar allí una colonia agroindustrial, al amparo de las leyes de colonización agraria dictaminada por el gobierno isabelino, y que tendría al Balneario como una de sus actividades principales.

Así pues, en la construcción de la Colonia de Santa Isabel, como fue llamada, se debería instalar una industria serícola, que fomentara el cultivo de la seda. Una fábrica de confituras y almíbares, un segundo edificio de balneario para los pobres de caridad (a los que por ley de obligaba a atender en un número determinado y que no llegó a construirse) e incluso una piscifactoría completaban el complejo. Para la construcción de la colonia agrícola y del balneario no se escatimaron medios: se procedió a roturar y plantar bancales en los terrenos colindantes a las edificaciones, usándose los mejores plantones de la época para poner en marcha la industria agropecuaria: moreras de Aranjuez para los gusanos de seda, bruños de Portugal, almendros de Olvera…

Los edificios del complejo del balneario se construyeron de una sola vez: las casas destinadas a albergar a los bañistas durante la temporada oficial y que en invierno servirían para los trabajadores de la colonia y la cría de los gusanos de seda; una fonda para los que no pudieran costearse una casa individual y que poseía salones de té para hombres y mujeres, biblioteca y salón de baile; depósito de agua para el servicio del balneario, que se hallaba cubierto pero que hoy constituye la gran piscina que vemos en la parte inferior de la aldea; la casa del bañero, encargado del correcto funcionamiento y uso del edificio del balneario y, por último, el edificio del balneario en sí.

Enclavado junto al nacimiento del río Guadaira, el edificio del balneario se encontraba dividido en cinco secciones. Comprendía una piscina general de hombres para baños comunes, otra de mujeres, galerías de baños templados para mujeres con ocho cuartos individuales y otra galería para hombres, con seis departamentos de baños individuales.

Existía un departamento de ducha dotado de ducha fija y móvil con todas las variedades de ducha: laminar, regadera, lanza, de columna, dorsales y circulares, frías y calientes según la prescripción previamente realizada por el doctor y que se encontraban graduadas por un hidro-mezclador, así como la ducha escocesa consistente en la alternancia de agua caliente y fría con el fin de reactivar la circulación sanguínea y tonificar la piel.

Pero en lo que destacaba Pozo Amargo era en su gabinete de pulverización, siendo uno de los primeros establecimientos en España en poseerlos, estando constituido por tres pulverizadores de columna colocados sobre mesas de mármol. Por último, contaba con un baño de asiento que se usaba según las indicaciones facultativas.

El Balneario de Pozo Amargo arrancó su primera temporada en 1895, recayendo su dirección médica en el doctor Teodomiro Herrera, que publicó sus primeros estudios en la titulada Memoria Histórico Clínica acerca de las Aguas Sulfurosas Salinas-Cálcicas del Manantial de Pozo Amargo de Morón de la Frontera. El agua, debido a su composición química, está especialmente indicada para herpetismos, escrofulosis, reumatismo, enfermedades del aparato digestivo, aparato genito-urinario y sobre todo para las "enfermedades propias del sexo femenino".

Rápidamente, el complejo hidrológico se convirtió en centro de reunión de la alta sociedad local de la época, aunque no faltaron también los pacientes atendidos de caridad por prescripción médica.

Respecto a la entrada en funcionamiento de las demás actividades, la repentina muerte de su constructor, Vicente Casarrubios, hizo que de todo el proyecto sólo entrara en funcionamiento el balneario, manteniéndose su uso hasta la llegada de la Segunda República, periodo en que se produjo el cierre del complejo por la difícil situación de la época.

La historia de la construcción del complejo del balneario, así como las indicaciones terapéuticas y la analíticas de sus aguas, centran la publicación Aguas de Pozo Amargo: doscientos años al servicio de la salud, que está próxima a ser presentada y que, acompañada de la reproducción de los planos originales y la única fotografía que se conserva del interior del edificio, localizadas durante la investigación en archivos privados y públicos, vendrá a descubrir la hasta ahora desconocida historia de este lugar de la provincia de Cádiz, otro de los preciosos enclaves con que cuenta la población de Puerto Serrano.

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