Un 'desarmado' cañón
'Zaleo' es el caballo elegido al azar entre los 89 participantes del segundo ciclo de las Carreras · El purasangre de Torre Duero, noble y veloz pero desmañado, busca un sitio entre los mejores
Cuando Zaleo cayó en el mundo con su cabeza y sus patas lánguidas se convirtió en uno de los potros más famosos del país. Las cámaras de Cuatro grabaron aquel momento en la yeguada Torre Duero, en Valladolid, donde se crían los futuros campeones del hipódromo. Aunque el valioso parto estaba organizado al detalle, hubo un contratiempo: la yegua Zrack Star era primeriza y se negó a amamantar a la criatura. Transcurrió más de una hora antes de que Zaleillo, ayudado por los veterinarios, consiguiera engancharse a la vida. Ha nacido una estrella, se tituló en televisión el inusual episodio.
Tres años y cinco meses después, sólo sus criadores y sus preparadores serían capaces de reconocer aquel potrillo en la figura del tremendo purasangre castaño que descansa en uno de los boxes del centro hípico de Sanlúcar. Zaleo está concentrado porque en la tarde de este lunes tiene que ser un rayo en la segunda manga de la segunda ronda de las Carreras de Sanlúcar, un día grande en la 164 edición del evento, con 31 competidores en la arena de Las Piletas.
El joven Luis González, a cargo del corredor, prefiere que nadie se acerque a él, y menos que le hagan fotografías, aunque acaba permitiendo a los visitantes echar un vistazo. "A ver si se va a poner nervioso y la vamos a liar". Un vistazo.
El caballo ya se ha hecho a la cuadra, al personal y a la ciudad, aunque lleva allí sólo tres meses. Antonio Gavilán, socio fundador número 3 de la Sociedad de Carreras y propietario de la cuadra Sanluqueña, lo compró en mayo a un empresario de Sevilla que se estaba deshaciendo de sus ejemplares.
Gavilán no conocía a Zaleo, pero quería un caballo con posibilidades para disputar la temporada y un "buen amigo", preparador en Dos Hermanas, le recomendó: "llévatelo". El purasangre entrenado en Torre Duero, de muy digna genética, estaba en plena progresión. En Sevilla había conseguido un tercer puesto, un segundo, y un primero el 8 de febrero de este año, cuando cruzó la meta con tres cuerpos de ventaja sobre su más inmediato perseguidor.
Y Antonio se lo llevó. Aunque prefiere no precisar por cuánto, porque los caballos "se compran y se venden", y su valor cambia de un día para otro. "Depende de muchas cosas, del origen, de cómo sea, de lo que haya hecho... Un purasangre de carreras puede costar entre 3.000 y 20.000 euros, aunque hay algunos por los que se pagan hasta nueve kilos [54.000] o más", se aproxima el jerezano.
Luis, el cuidador, recuerda que cuando vio a Antonio aparecer con el fichaje le dijo: "Antonio, este caballo está guannío... Antonio, ¿pero qué ha comprado?" Zaleo no hace precisamente honor a su nombre y es un poco "desarmado" en sus andares. Para colmo, venía mal herrado y bajo de forma tras meses sin entrenar ni competir.
Por eso el mozo de la cuadra Sanluqueña, con varios corredores a su cargo, ha tenido que emplearse con él desde el principio. Por las mañanas lo saca de una a dos horas a la playa sanluqueña, a correr o trotar. La hora varía en función de las mareas aunque los caballos tienen permiso para cabalgar en la arena entre las seis y las diez. No es fácil entrenar entre perros ladradores y cañas de pescar de todos los tamaños. Gavilán, que también es asesor hípico de la Sociedad, lamenta que las administraciones no faciliten la actividad cotidiana de animales y entrenadores. "Si queremos caballos en Sanlúcar, tenemos que querer caballos para todo el año", opina.
Por las tardes el cuidador vuelve a salir a pasear con Zaleo una media hora, "de la mano". A veces programa un entrenamiento muy especial, una actividad en la que Luis es el "number one", exclama uno de sus compañeros: llevar al caballo a nadar mar adentro, que es "como mejor se trabajan los pulmones". "Hay que saber meterlo porque el animal se puede poner nervioso y hacerse daño. Hay que acostarse sobre él, jalarle de las crines...", explica el especialista, justo en el momento en el que aparece un señor en una motillo refunfuñando porque la conversación puede molestar a los caballos concentrados justo al lado.
La pretemporada exprés permitió a Zaleo competir en la primera ronda de las carreras sanluqueñas, a principios de agosto. Quedó tercero el primer día y sexto el segundo. "Como el niño [el niño es el jockey] se levantó el segundo día, el caballo no se empleó y decidimos que corriera el tercero también. Tres días seguidos es una auténtica burrada, pero queríamos que cogiera forma, que se acostumbre a la arena. El animal desde luego ha demostrado que tiene corazón", relata el propietario.
La segunda ronda será la oportunidad de Zaleo para lucirse ante los 15.000 o 20.000 aficionados que se reparten cada tarde de carreras en la playa, frente a Doñana, en la muerte del Guadalquivir. La carrera en la que está inscrito es para ocho corceles de más de tres años; la segunda, a las siete menos veinticinco, detalla el programa. Es el Premio Havana Club, con 6.800 euros al ganador.
El presidente de la Sociedad de Carreras, Rafael Hidalgo, que anda por el centro ultimando detalles, subraya su satisfacción por haber conseguido sacar adelante la histórica competición pese a la crisis, sin recortar el presupuesto de los galardones -unos 170.000 euros-, y con una "notable" participación de cuadras. "Estamos montando un hipódromo para seis días al año", recalca Hidalgo. 89 caballos se batirán en doce carreras repartidas en tres jornadas. La ronda no ha coincidido con competiciones en San Sebastián ni Mijas. Ha sido una ayuda.
A mediodía, con 30 grados sobre el albero, decenas de caballos dormitan en las desiertas cuadras de Sanlúcar, o tragan los restos de la comida de hoy: avena, pienso y vitaminas; una ración menguada, para que no se hinchen.
En la barra del chiringuito próximo al centro hípico el señor de la motillo, el que no quería que molestasen a sus caballos, apura una caña. Es Manuel Álvarez, uno de los preparadores más conocidos de Andalucía y un ilustre en Sanlúcar, con cinco grandes premios en su haber, tres de ellos consecutivos. Este lunes tiene cuatro caballos a su cargo en la playa pero está encantado de hablar de Zaleo, al que conoce a la perfección. De hecho fue su descubridor, a finales de 2007, cuando lo compró en una subasta en Madrid por 11.000 euros: "Me gustó el físico, la forma de moverse, su origen, porque la madre era una buena yegua... Fue un potro atrasado y no empezó a correr hasta los dos años, pero después llegó a ser campeón. Este año, por problemas personales del propietario, se vendió aquí", recuerda Manolo Álvarez, que a veces lleva a su hijo de tres años a que monte un rato al noble Zaleo porque está "loco con este caballo".
El preparador opina que el purasangre tiene posibilidades en la carrera pero está convencido de que su rendimiento será mucho mejor en el hipódromo que en la playa. "Es un poco patoso y si el piso está desnivelado... eso se convierte en una desventaja. Él tiene que tener espacio, tranquilidad, tiempo para recuperarse...", analiza.
La playa es dura; más que el hipódromo. No hay curvas, o son muy suaves, y los jinetes casi no pueden dar respiro a sus monturas durante el kilómetro y medio de galopada. "Hay caballos areneros, o de césped, y hay caballos de playa. Cuando un caballo llega aquí y empieza a moverse, uno ya sabe si le gusta o no el lugar. Eso sí, como le guste, no lo para nadie". Álvarez recuerda el caso de Lirical Land, al que llamaban "el burrito" por su mala hechura y que dio el campanazo en el gran premio de 2004.
A las siete, cuando se disputa la primera carrera, Las Piletas hierve con miles de personas repartidas en la arena, en las gradas, en los palcos y en varias atalayas. Hay bañistas. Hay curiosos. Y hay verdaderos aficionados a la competición; gente que conoce a los caballos mejor que a los futbolistas del Real Madrid. No Nines, el número dos, de La Toma, aún no ha atravesado la línea de meta cuando la noticia de su victoria llega a gritos a la cuadra sanluqueña, a 300 metros de la playa. "¡No nai, no nai!"
Zaleo ya está dando vueltas en el patio abrasado, donde también van calentando algunos de sus rivales, todos con músculos y venas a reventar. El favorito, según coinciden los mozos reunidos por allí, es "la favorita": Dudú, una fina y preciosa yegua ataviada con una careta de tela amarilla. También está Accomplish, el caballo propiedad de Luis González, que comenta que está algo bajo de forma porque se le olvidó que podría competir en agosto y se lo llevó al Rocío.
Zaleo está molesto con el filete y le tienen que ajustar un par de veces el ingenio a la boca camino del recinto deportivo de Las Piletas, donde conocerá a su jockey en esta manga. El jinete es un inglés afincado en Mijas que no ha montado al purasangre en su vida pero que ha corrido con otros muchos. En las carreras el protagonista es el caballo, pero el jockey es decisivo, porque "un buen jockey es el que no pierde carreras que están ganadas", alecciona Manolo Álvarez. El británico-mijeño es un profesional de los hipódromos: llegar, correr, intentar ganar, y cobrar.
Luis, con la camisa empapada de sudor, busca a un compañero que habla inglés para darle breves instrucciones al tal Naylor, que, como sus rivales, no levanta más de metro cincuenta y pico del suelo: "Dile que se espabile, que aguante en la segunda o tercera plaza hasta la mitad porque hay caballos buenos, y después que le deje correr". Como si fuera un globo, el cuidador alza al jinete sobre Zaleo.
Hay colas en las casetas de apuestas. Nuestro protagonista es tercero por la cola: 8,70 euros por cada euro apostado. Dudú se cotiza a 2,6 euros justo antes del cierre. "Con que corra bien, me conformo", apunta Antonio, el dueño, que seguirá la manga por la pantalla de la carpa del recinto porque ahí se ve mejor. Él dice que está "inmunizado más o menos" contra los nervios, aunque antes del pistoletazo está más serio de lo que ha estado en las últimas ocho horas.
Y llega el momento de la verdad, que es, realmente, un momento. Los caballos salen como disparos del cajón y se mantienen agrupados en paralelo a la línea de la marea, sobre el piso mojado. Zaleo está volando sobre la arena, entre los tres o cuatro primeros, hasta la mitad del recorrido. Parece que quiere ir a más aunque está tapado, y Luis, que de "inmunizado" poco, ve algo que no le gusta: el inglés está "moviendo mucho" al corcel. Quiere decir que el animal va a tope. Y aún queda mucha playa. Y Zaleo ve pasar a varios corredores. Y él no puede más. Dudú, Drop Risk y Rockellio se adelantan en cabeza y es el último, el irlandés, el que se bebe el Havana Club. Zaleo llega a medio gas, séptimo. "¡Bah! Muy mal". Desaparece Antonio.
El purasangre que nació en televisión pudo hacerlo mejor pero no era su día. Se quedó sin aire. "Le ha echado un vistazo el veterinario pero ya está tranquilito", explica después Luis, que tira de otro gigante. Hacía mucho calor allí.
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