Cádiz pierde protagonismo en la ruta migratoria ante Canarias
En 2018 llegaron a las costas gaditanas más de 6.000 personas por vía marítima, pero en 2024 la cifra se desplomó hasta los 536 migrantes, un descenso de más del 90% en apenas seis años
El último superviviente

La tristeza es un lenguaje universal. La pena llama a la pena, el dolor llama al dolor. Las caras de quienes se lanzan al mar en barquitos de papel buscando una vida mejor refleja ese sufrimiento con un simple vistazo. Es el drama de la inmigración, que también deja huella en los lugares donde se han producido naufragios que han engordado las estadísticas más macabras, esas que acaban por bautizar a las víctimas con números, despojándolas de sus nombres, de sus historias, de su humanidad. Son las playas de Rota o los Caños de Meca, escenarios de unas tragedias que ahora se han desplazado más al sur, a las aguas de Canarias. Pero los gritos de los ahogados resuenan entre el viento igual de intensos. No entienden de latitudes. Solo de dolor. Nadie ha escuchado nunca fantasmas felices.
Durante décadas, la costa de Cádiz ha sido uno de los puntos neurálgicos del flujo migratorio irregular desde el norte de África hacia Europa. El Estrecho de Gibraltar, con esos 14,4 kilómetros en su punto más angosto, ha sido testigo de miles de travesías marcadas por la esperanza, el miedo y la supervivencia. Sin embargo, en los últimos años, y con especial intensidad desde 2023, se ha observado una disminución significativa de estas llegadas. La ruta gaditana parece desvanecerse en favor de otra todavía más peligrosa: la de las islas Canarias.
Cádiz fue durante muchos años el principal punto de entrada para miles de migrantes que llegaban temblorosos, desfallecidos, medio muertos, a enclaves como Tarifa, Algeciras, Barbate o La Línea. Se aventuraban a cruzar el Estrecho en pateras, zódiacs y hasta en lanchas neumáticas de juguetes impulsadas con pequeños remos. La cercanía geográfica, la presencia de mafias especializadas y las buenas condiciones meteorológicas facilitaban ese tránsito que, en ocasiones, les deparaba el peor de los destinos.
Según datos de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Apdha), en 2018 llegaron a Cádiz más de 6.000 personas por vía marítima. Sin embargo, en 2024 la cifra se desplomó hasta los 536 migrantes, un descenso de más del 90% en apenas seis años. Las causas son múltiples: desde el refuerzo de la vigilancia en el litoral gaditano hasta el cambio de estrategia de las redes de tráfico de personas.

Mientras Cádiz pierde protagonismo, el archipiélago canario se ha convertido en el principal destino de la inmigración irregular hacia España. En 2023 llegaron a las islas más de 39.000 personas, la cifra más alta desde la conocida como crisis de los cayucos de 2006. En lo que va de 2025, las llegadas por esta ruta siguen siendo mayoritarias, pese a los peligros extremos que implica la travesía del Atlántico.
El viaje desde costas como Senegal, Mauritania o el Sahara Occidental hasta las islas puede supera los 1.500 kilómetros. Las embarcaciones son precarias, los motores fallan con frecuencia y la falta de agua y alimentos convierte la travesía en un infierno. Aun así, miles lo intentan.
Expertos en migraciones apuntan a varios factores que han motivado este cambio de ruta: la mayor presión policial, porque desde 2020, España ha reforzado la vigilancia en el Estrecho con drones, radares y coordinación con Marruecos; los convenios bilaterales con Marruecos para la devolución inmediata de migrantes y el control de salidas han sido más eficaces en el norte que en el oeste africano; una mayor operatividad de las mafias en el Atlántico, puesto que se han detectado redes bien organizadas operando desde Senegal y Mauritania; y, por último, la percepción de mayor éxito en la ruta canaria, que los migrantes creen que es menos vigilada y con mayores posibilidades de llegar a territorio europeo sin devolución inmediata.
En 2024, según el Ministerio del Interior, llegaron a España un total de 56.852 migrantes por vía marítima. De ellos, casi el 70% lo hicieron a través de Canarias. En el mismo período, Cádiz representó menos del 1% del total.
En los primeros meses de 2025, aunque aún no hay datos desglosados por provincia, los informes preliminares indican que la tendencia se mantiene. En enero y febrero, las llegadas a Canarias superaron las 9.000, mientras que en el litoral andaluz apenas se registraron 200.
El descenso de llegadas no significa que el problema esté resuelto. Al contrario: puede favorecer una narrativa oficial que interprete la disminución como un éxito rotundo de las políticas de control fronterizo, sin atender a las causas estructurales de la migración.
Los expertos insisten en que la migración irregular es un fenómeno global, influido por factores como los conflictos, el cambio climático, la pobreza, la inestabilidad política y la falta de oportunidades en los países de origen.
Nadie puede predecir con exactitud cuál será el comportamiento futuro de los flujos migratorios. Pero los analistas coinciden en que la presión sobre Canarias se mantendrá al menos durante 2025, mientras que el Estrecho seguirá siendo una ruta secundaria salvo cambios geopolíticos.
Las mafias adaptan rápidamente sus rutas a los huecos del sistema. Y mientras exista desigualdad global, existirá migración. El reto está en que ésta se produzca en condiciones seguras, legales y humanas.
El descenso de migrantes irregulares en la provincia de Cádiz es un dato frío, pero también una oportunidad para reflexionar. ¿Está España gestionando la migración de forma sostenible o simplemente desviando el foco geográfico? Mientras Canarias se enfrenta a una nueva ola migratoria con recursos limitados y debate social encendido, Cádiz se mantiene en la retaguardia.
El fenómeno sigue ahí. Solo ha cambiado de escenario, pero los ahogados, la tristeza en las miradas de los habitantes de ese mal llamado tercer mundo, permanecen inalterables. Y mientras que Europa critica las políticas migratorias de Trump, levanta su propio muro en el océano.
Caminando Fronteras cifra en 1.865 las víctimas de enero hasta mayo
Hace unos días Caminando Fronteras ha hecho público un informe con unos datos demoledores. Segun la ONG, de enero a mayo de 2025 han muerto 1.865 personas en la frontera. La Ruta Atlántica continúa siendo la más letal. Los cayucos salidos desde Mauritania siguen concentrando el mayor número de naufragios en esta zona. Un total de 38 embarcaciones han desaparecido con todos sus ocupantes, unas tragedias que dejan un terrible vacío en familias y comunidades. Un total de 112 mujeres y 342 niños se cuentan entre las víctimas. La infancia sufre terriblemente el impacto de políticas que atentan contra el derecho a la vida. Los meses de enero y febrero concentran el mayor número de muertes en frontera. Los fallecidos proceden de 22 países, aumentando el número de personas procedentes de África del Este y Asia.
“Son datos terribles porque llevamos más de 30 años recibiendo migrantes y seguimos padeciendo la muerte. Europa lo que está haciendo son políticas de control, no está poniendo vías legales y seguras que hagan que estas personas no tengan que morir en el intento de dignificar su vida”, recuerda Carlos Carvajal, de la Asociación Cardjin.
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