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Nadie tiene papeles enZahora

La mayoría de los establecimientos de la zona opera sin licencia de apertura y con la permisividad de las administraciones

El hostal Mar de Frente, en uno de los acantilados de Caños de Meca, en Barbate.
M. Muñoz Fossati / Barbate

16 de mayo 2010 - 05:01

El runrún corría por Zahora ese día que los periodistas dieron una vuelta. Lo decían algunos cuando veían al fotógrafo del Diario dando vueltas por allí, lo reclamaba para su defensa algún propietario de hotel ilegal. Al parecer todos lo sabían pero nadie quería decir el nombre de otro establecimiento hotelero que está a punto de abrirse en el núcleo rural barbateño. "Sí, sí, buscadlo, que lo van a abrir dentro de nada", se atrevió a contar otro.

Puede que diéramos con él: se llama Casa Rural La Teja, y está, dónde si no, en la playa de Zahora, al pie de la carretera que va a los Caños de Meca. Puede ser éste, pero por lo visto durante unas horas de exploración por los altos y bajos de esa costa, podrían ser varios más. Sería injusto señalarlo como el único infractor. La impunidad con la que se abrió y funcionó el Hotel Zahora Riad se puede repetir en cualquier momento. De hecho, muy probablemente, se está repitiendo con este otro caso.

La Junta, encargada de velar por la legalidad, admite que no tiene noticias de La Teja, pero a esta casa rural no le falta, como está mandado en el mundo actual, su página web con todo lujo de detalles. Una decena de apartamentos con piscina y jardín. Desde el otro lado del teléfono, su propietario, un ganadero de siempre ("pero es que las vacas ya no dan para vivir como antes"), responde con absoluta naturalidad a la constatación de que no tiene licencia de apertura: "¡Como todo Zahora!", dice.

Por eso, como todo Zahora, ha renovado el negocio que tenía, tras un incendio, ha levantado una planta más, y se dispone a ponerlo en funcionamiento, pese a que ha tenido varias visitas de los policías locales, autonómicos y del Seprona. "Claro, amigo, ¿qué voy a hacer, tal como está la cosa?".

La realidad reconocida (el Ayuntamiento lo admite) es que muy pocos tienen todos los papeles que se precisan para abrir un negocio hostelero en este núcleo rural playero, y probablemente en toda la franja de costa que comienza en El Palmar y acaba en Tarifa, tras décadas de desarrollo turístico autogestionado, a caballo entre la picaresca, la desfachatez y la pura necesidad de ganarse la vida o hacer negocio.

Y con la complicidad, muchas veces camuflada de comprensión, por parte de la Administración, conocedora de la situación, y observadora a distancia, a lo mejor con los ojos cerrados, pero presta a cobrar todos los impuestos.

José María Rodríguez, responsable del Camping Zahora, corrobora que la mayoría de las decenas de instalaciones que funcionan en la zona carecen de licencia de apertura, y es más explícito: "Ninguno tiene licencia, lo que sí tienen es la inscripción en turismo y yo creo que el permiso de obra". ¿Y cuántos años llevan funcionando así? Toda la vida. "Ahora llevan tiempo diciendo que se van a dar las licencias cuando se apruebe el Plan General. Y están todos a la espera de eso, dice José María". Mientras, el Ayuntamiento cobra su IBI. "Yo lo tengo todo declarado en Hacienda", había dicho también el propietario de La Teja. Y seguro que es verdad.

El recorrido de los periodistas había empezado por la mañana y se desarrolló saltando de asombro en asombro, entre la costa y el acantilado. Las aparentes ilegalidades, excesos o simples descaros aparecían a la vista en cada recodo del carril, tras los pinos de La Breña o ante la espléndida playa junto al tómbolo de Trafalgar.

Saliendo en el sufrido coche del fotógrafo, enfilamos desde Barbate hacia el pinar de La Breña. Nos habían contado que en San Ambrosio, siguiendo el carril de La Porquera, conforme se va hacia el Palomar de la Breña, se encuentra otro tipo de negocio: el ya tradicional que consiste en comprar un terreno, parcelar de aquella manera, construir casas y alquilarlas. Bueno, sí, allí están, en una suave pendiente que mira lateralmente al mar de La Janda, allá lejos, un paisaje común.

"Alemanes, sobre todo alemanes, son los que alquilan esas casas". Los alemanes, claro, los que mejor conocen esta costa, paradisíaca al menos cuando ellos empezaron a venir. Una decena de chalés, en un lugar tranquilo. Ideal emplazamiento, moneda común en La Janda. Casi enfrente, apenas a cien metros, entre la vegetación mediterránea del parque natural, un grupo de caballos descansa y pace. Algunos operarios de una empresa que ofrece actividades hípicas ocupan con los animales un espacio protegido que suponemos debe tener una concesión... o quizás no. El día está soleado y un grupo de jóvenes con atuendo de montar acaba de dejar su actividad y se dirige andando hacia alguno de los numerosos chalés, tranquilos, legales.

La dirección lógica nos lleva hacia Los Caños, nombre evocador de un tipo de turismo pretendidamente natural, pero también desordenado. Allí, desde antiguo, una parte es urbanizable, al igual que más allá en Atlanterra. Ambas fueron declaradas, ya en el franquismo, zonas de interés turístico. Pero, aunque todo lo que está a la izquierda de la curva que baja desde el pinar es rústico, es difícil de distinguir de la zona legal, tal es la densidad de construcción. Vamos en busca de otro establecimiento señalado por varios testimonios, al final de la carretera, en un emplazamiento privilegiado y con un nombre que le hace honor, Mar de Frente.

Este hotel que luce una placa aparentemente oficial con dos estrellas, es un antiguo y enorme chalé reconvertido, en un área que nunca ha sido calificada como hotelera, colgado sobre la parte más hippie de los Caños. No tiene licencia tampoco y sin embargo figura en el registro de empresas turísticas de la Junta. Su caso es llamativo, pero está bendecido por el paraguas de los hechos consumados de la Administración: a la espera de algo, lo que sea, que legalice toda esta situación.

Los alrededores del Mar de Frente están plagados de establecimientos "de toda la vida", preparados ya para la temporada alta. Cuando preguntas si tal sitio tiene todos los papeles necesarios, la respuesta más común por allí es: "Bueno, ese lleva ahí toda la vida". La vida por Zahora no debe ser muy larga, puesto que el que se proclama pionero, Sajorami, reivindica, por boca de su propietario José Manuel, "llevar 28 años aquí, cuando nadie apostaba por esta playa. Ahora queda muy bonito decir que se apuesta por Zahora, pero entonces yo era el único".

Este sitio, que empezó como bar, siguió como hotel y que luego ha tenido una llamativa extensión en el Zahora Riad, acumula expedientes de sanción, pero todos están archivados. El Zahora Riad no ha pasado la prueba. Abierto por las bravas, su dueño tuvo que echarle un candado en cuanto su desafiante silueta color terracota salió fotografiada en el Diario. Casualmente nos vio merodeando por allí y decidió invitarnos a café, aunque hace dos semanas no quiso hacer ninguna declaración sobre la situación legal de su negocio: "No entiendo por qué habéis cargado contra mí -se defendía- si todos los locales de por aquí estamos en la misma situación; siento que se me ha tomado como cabeza de turco. Decidme, vosotros que investigáis tanto ¿quién cumple con todos los requisitos? Aquí la única verdad es que este año los demás han abierto para la temporada, y yo no voy a poder abrir. Claro que no tengo papeles, como todos, pero no decís que llevo años tramitando permisos... y nada. ¿Que la Administración desconocía lo que yo estaba haciendo? ¿no me vieron en Fitur haciendo publicidad de mi hotel? Porque yo estuve allí, y ellos estuvieron allí". Hotel ilegal y autoridades, juntos en la mayor feria de turismo nacional, lugar de encuentro de consejeros, ministros y concejales, incluso el Rey.

La diferencia con "los de toda la vida" es que el Zahora Riad, como La Teja, se acaba de levantar, y se supone que ahora todo el mundo sabe que hay que cumplir una normativa estricta. Así lo señala el responsable del camping: "No es lo mismo que el que lleva aquí 15 ó 20 años, y casi los mismos queriendo legalizarse. Ése se ha levantado hace nada. Lo que tienen que hacer las administraciones es ponerse de acuerdo, aquí todo el mundo lo está deseando", concluye el empresario.

Mientras esto ocurre, la vida turística sigue al margen de todo lo legal. "Pagamos impuestos, pero somos ilegales, tenemos empresas y a los trabajadores asegurados, somos una fuente de ingresos para la zona ¿cómo se come eso?", dice el dueño del Zahora Riad, alterado por una razón que explica con una frase: "Siempre me levantado temprano para trabajar, desde hace unos días me levanto preguntándome qué van a publicar sobre mí en el Diario". "No me vayas a sacar, hombre", dice otro propietario. Casi todos afirman pagar sus impuestos. El Ayuntamiento, desde luego, se los cobra.

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