El escándalo de Salesianos

López Luna proclama su "calvario"

  • El ex director de Salesianos de Cádiz comparece por primera vez tras tres años para relatar su "exilio" y pedir que se dé carpetazo al caso y "recuperar mi vida".

Francisco Javier López Luna, ex director del colegio Salesianos de Cádiz, espera que todas las cámaras estén situadas para entrar acompañado de su abogado en el salón de actos de la Inspectoría de la Orden educativa en Sevilla, situada en la calle que lleva el nombre de la institución, Salesianos. Hay algo de escenografía en todo ello. Viste con traje sin corbata, lleva una mariconera y se mueve como si tuviera los pasos aprendidos. Ocupa la mesa del estrado ante la mirada de no menos de una veintena de periodistas. Él no los mira a ellos, sigue el guión. Pone ante sí unas cuartillas y empieza a leer. Ha decidido que tiene que mostrar un semblante sereno, aunque con la primera fase se le quiebra la voz. Y es que el cura que acaba de ser absuelto de delitos de abusos contra miembros de su alumnado y por los que el fiscal le pedía 28 años de cárcel se retrotrae al tercer aniversario en el que unos padres irrumpen en su despacho, le encierran, le golpean y, según su testimonio, se marchan gritando “la única iglesia que ilumina es la que arde”.

El tono es grave para continuar relatando lo que él ha dado en llamar “calvario, como si me hubiera arrollado un tren”. Su paso por los calabozos, el mes que está en la cárcel donde se refugia en la oración, su exilio de Cádiz “porque las medidas cautelares me impedían pisar sus calles”. Ahí hace una proclamación de gaditanismo:“Mis alumnos tenían que ser del Cádiz, cantar Carnaval y decir quillo”. Los periodistas asisten un tanto perplejos a la escena, que continúa con agradecimientos al colegio salesiano de Badajoz, donde había estado destinado con anterioridad, del que recibió todo el apoyo, y de “algunos” hermanos salesianos que habrían caminado con él en “el calvario”, dijo insistiendo en la palabra. Su intención vital a corto plazo, prosiguió, es “dar carpetazo y recuperar mi vida”. También anunció que la indemnización que recibirá por la agresión sufrida en su despacho hace tres años y que supuso la puesta en marcha de todo el caso, cuando aquellos padres supieron a qué jugaban sus hijos en el despacho del director, irá destinada “a los comedores sociales de Cádiz, que nadie piense ese dinero fue para el cura” y ahí habló de “las músicas satánicas” (en referencia a que uno de los familiares de los niños había sido miembro de un grupo heavy) como si éstas hubieran orquestado una denuncia que ha terminado en absolución, con el voto particular de uno de los magistrados y con los recursos de Fiscalía y la Junta ante el Supremo.

De este modo, López Luna aparecía por primera vez en público en todo este tiempo asumiendo con resignación su papel de víctima de los hechos, sin ahondar ni un solo momento sobre los hechos probados que, sin ser constitutivos de delito por el tribunal sí son reprobados moral y pedagógicamente en la sentencia. Tras explicar que todo este tiempo había estado trabajando en tareas administrativas para los salesianos “como terapia”, recogió las cuartillas y cedió el sitio a su abogado. Él ya no volvería a hablar más, aunque se le preguntó.

Se le preguntó por el arrepentimiento, que al igual que el martirio es un vocablo muy bíblico. “¿Se arrepiente de haber llevado a cabo actividades que, cuando menos, podrían calificarse de poco pedagógicas”. “Él no va a contestar preguntas”, anunció su abogado, Manuel Montaño, mientras López Luna ya había escogido un lugar donde posar la vista alejado de quienes habían sido citados para preguntar. “¿Podría contestar usted?”, se le pidió al abogado. “El arrepentimiento es un tema íntimo. Este proceso ha sido largo y ha tenido momentos contradictorios. A todos nos hubiera pasado. Cuando concluya, una vez que se haya visto el recurso, creo que él podrá contestar a esas preguntas”, manifestó Montaño, que pidió “empatía” para su cliente, ya que había sido absuelto y había pasado lo que había pasado.

Pero se insistió. “¿Ustedes van a recurrir?” “Estamos satisfechos porque no hay ilícito penal”. “¿Tampoco van a recurrir los hechos probados? En los hechos probados se habla de tocamientos. ¿Va a pedir perdón por eso?” Tras un pequeño diálogo, en el que López Luna no sólo no participó, sino que parecía no escuchar, Montaño zanjó el debate con el periodista con un “es su opinión”.

Hizo un intento de relativizar las prácticas de su defendido, aun reconociendo que no es un experto en educación. En ese sentido, aseguró que se estaba dando por hecho que sus métodos pedagógicos no eran los adecuados, “pero hay padres que pensaban que sí y en Badajoz su manera de ser cercano fue muy ensalzada”.

Aunque el abogado trato de evitar juicios de valor en todo momento más allá a los laudatorios a los jueces y el fiscal, sí que justificó el silencio de López Luna por “la espada de Damócles” que pesa sobre él. Considera que en algunos medios se ha realizado un juicio paralelo. “Se pidieron 28 años, pero si se hubiera pedido que fuera a galeras: que fuera a galeras”. Afirmó que algunos de los testimonios en el proceso de instrucción realizados por los chavales, y que después se transformarían en el juicio, pudieron haber sido “una sugestión por todo lo que ocurrió en Cádiz esos días”. Lo que ocurrió en Cádiz esos días fue extraño, con padres enfrentados en dos bandos: los defensores a ultranza del director y aquellos que denunciaban en los juzgados. Ciertamente, nada muy aleccionador. No quiso entrar tampoco en si hubo motivos económicos espurios por los denunciantes o un afán de venganza por otras causas, pero al no entrar y no negarlos tajantemente parecía no desestimarlos.

Tras el diluvio de preguntas, Montaño, para reforzar la teoría del linchamiento, hizo una recomendación cinematográfica, una magnífica película, La caza, del miembro del movimiento Dogma Thomas Virtenberg. Trata del calvario, otro calvario, de un hombre que trata de rehacer su vida tras un divorcio en una pequeña comunidad danesa. Un comentario en el que se insinúa que ha podido cometer abusos contra menores es el primero de toda una batería de insinuaciones que se van extendiendo como una mancha de aceite en la comunidad hasta que el protagonista se transforma en un apestado social que incluso duda de su inocencia. En este guión todas las insinuaciones sobre el protagonista son mentira. En el otro guión, el de ayer, en ningún momento se habló de si los hechos probados que aparecen en la sentencia, un no ilícito penal, eran mentira. Es más, el abogado dijo que siempre se buscó la verdad en este caso y ahora “hay una sola verdad”. La que dice la sentencia. En La Caza no hay una sola verdad. Virtenberg dispara numerosas preguntas, pero no da demasiadas respuestas. Como ayer Francisco Javier López Luna.

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