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Un segundo atropello deliberado en Jerusalén eleva al máximo la tensión

  • Un capitán de la Policía israelí muere arrollado por un kamikaze palestino, que fue abatido

Un capitán de la Policía israelí de fronteras murió ayer y 13 personas más resultaron heridas de diversa consideración en el ataque de un conductor kamikaze palestino en Jerusalén, el segundo en la ciudad santa en las últimas dos semanas y que disparó la tensión.

Testigos explicaron que, sobre mediodía, un hombre al volante de una furgoneta blanca penetró en la líneas del tranvía y cruzó a máxima velocidad frente a la estación de Shimon Hatzadik, muy utilizada por ultraortodoxos para rezar en una conocida tumba judía homónima en Jerusalén Este.

Allí atropelló al oficial y a otros tres miembros de una de las decenas de patrullas que el Gobierno israelí desplegó en la parte este de la ciudad desde que el pasado día 22 dos personas perdieran la vida en un ataque similar a apenas un kilómetro de distancia.

El conductor recorrió al volante unos 200 metros más antes de chocar con dos vehículos en una intersección. "Se volvió loco, sacó una barra de metal y comenzó a intentar pegar a la gente y a gritar Alahu Akbar ("Alá es el más grande")", declaró Yosef, miembro de la comunidad haredí (ultraortodoxa) que se hallaba en la zona.

"Llegó la Policía enseguida, lo rodeó y le disparó cuando corría por aquí, por estas vías", agregó, mientras señalaba una mancha de sangre entre los raíles.

Apenas una hora después, el movimiento islamista Hamas aplaudió la acción del kamikaze, identificado como Ibrahim al Akari, de 48 años, al que calificó de "uno de nuestros mártires, defensor de la mezquita de Al Aqsa".

"Vivía en el campo de refugiados de Shuafat (Jerusalén Este) y era electricista. De Hamas era su hermano, que estuvo en la cárcel, fue liberado durante el intercambio por el soldado Gilad Shalit y enviado a Turquía", indicó a los periodistas Anjab abu Azzam, subdirector del centro Médico Al Hayat, situado a escasos metros. Abu Azzam, que conocía al atacante, señaló que tenía cinco hijos y no era un activista, sino uno de los muchos palestinos cansados.

Los barrios árabes de Jerusalén son testigos de una creciente tensión desde que en julio ultranacionalistas judíos quemaran a un menor palestino en venganza por el asesinato, tres semanas antes, de tres estudiantes israelíes.

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