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Desafío soberanista

Las esperas en las largas colas y los 'selfies' marcan la cita con las urnas

  • La escena se repite en multitud de centros a causa de que los puntos de participación habilitados fueron menos que en un proceso electoral.

"Si tienes prisa ven más tarde que ahora hay mucha cola, pero ven", decía una mujer por teléfono a las puertas del colegio Carles I a primera hora de la mañana. En el barrio de Poble Sec, a los pies de Montjuic, una profesora que lleva 20 años trabajando en el centro comentaba que nunca había visto una afluencia tan masiva: "ni en municipales ni en generales". Las esperas marcaban un día de participación muy importante para un gran número de catalanes, en su mayoría simpatizantes del proceso soberanista.

Mario y Mercedes llegaban a esta escuela cerca de las 10:30 acompañados de su hija de año y medio. No les sorprendía la cola: "cuanto más difícil lo pongan, más gente querrá votar", expresaba Mercedes, que vive en la Ciudad Condal desde hace doce años, pero es de León. A las preguntas ¿Quiere que Cataluña sea un Estado?, y en caso afirmativo ¿quiere que este Estado sea independiente?, los dos votaban a las dos sí y se mostraban convencidos de que sería el resultado mayoritario al final del día. Mario añadía después que si el referéndum fuera vinculante y se hubiera llevado a cabo hace dos años, cuando comenzó la deriva independentista, hubiera ganado el no "como en Escocia".

A cinco minutos de este punto de votación, en el colegio Mossèn Jacint Verdaguer de la calle Lérida, también se observaban colas de gente esperando para votar. Los voluntarios atendían en la puerta a los votantes y los iban dirigiendo hacia la mesa que les correspondía por su apellido. Una de las coordinadoras contaba a este diario que las filas habían sido constantes desde primera hora, pero no habían tenido ningún problema más allá de gestionar la multitud de participantes. Afuera, Juana y Martín acababan de votar. Aunque querían mantener el secreto de su elección, relataban que venían a "ejercer el derecho de expresarse". Juana, emocionada, no reparaba en si hubiera votado diferente de ser vinculante el proceso. Martín, que recordaba que emigró desde Carboneras hace más de cuarenta años, insistía en que votar "es un derecho de la humanidad".

El día transcurría tranquilo y en un ambiente de normalidad, con algunas caras de emoción y sonrisas cómplices. Las fuerzas de seguridad no intervinieron en ningún momento ni estaban presenten en las puertas de los colegios de Barcelona. Sí estaban en ellas voluntarios recogiendo firmas para pedir a Naciones Unidas y a las instituciones europeas "que España respete el derecho a decidir de la ciudadanía de Cataluña". Muchos de los votantes se hacían fotos en el momento de depositar el voto en las urnas. La cuenta atrás de Plaza Sant Jaume llegaba a cero a las nueve de la mañana y los periodistas se aglutinaban en el lugar, donde se encuentran la sede del Gobierno de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. A dos pasos de allí, en la plaza de San Felipe Neri, la lluvia no conseguía mover a las decenas de personas que acudían a participar.

Las esperas se explicaban también por la reducción de puntos a los que se podía ir a votar. Entre las distintas maniobras para que el proceso se pudiera llevar a cabo sin que la Fiscalía decretara el cierre del centro, debía certificarse que el colegio se ofrecía voluntario para alojar las urnas. Así, en Poble Sec, donde en otros comicios abren seis colegios electorales, para el proceso participativo estaban disponibles la mitad.

También influía la inexistencia de un censo. A la vez que se depositaba la papeleta, se entraba a formar parte del registro de votación. Durante los días previos, los ciudadanos residentes en Cataluña podían consultar en la web participa2014.cat el colegio en el que les correspondía votar. Una vez allí, el miembro de la mesa correspondiente consultaba en una lista en un ordenador si efectivamente votaba en la correcta. Así, al quedar registrado el voto evitaban que alguien pudiera votar dos veces o en dos lugares diferentes.

La inmensa mayoría de los votantes consultados se decantaban por el sí y algunos por el sí-no. Pero pocos por el no, porque éstos no reconocen la legitimidad del proceso. Sin embargo, algunos de ellos querían expresar su voluntad de que Cataluña no se convierta en un Estado, como Ana Rodríguez, que se acercó a la escuela Reina Violant en el barrio de Gracia. Entre sus razones para votar: "quiero creer que vivimos en una democracia". Decidió participar porque considera que sólo mediante el voto "se puede poner fin a la deriva soberanista y a su vez, al silencio del Gobierno central".

Gracia es precisamente uno de los bastiones del independentismo en la capital catalana y en consecuencia, uno de los barrios donde las esperas se prolongaron más. En el colegio donde votó Ana, Carles, voluntario y socio de la Asamblea Nacional Catalana, explicaba que a primera hora tenían dos puertas abiertas a las dos calles a las que da la escuela y había tenido que cerrar una para evitar confusiones porque no podían controlar "a tantísima gente". Eran más de sesenta voluntarios. Algunos recorrían las colas repartiendo sobres -a las casas había llegado sólo la papeleta- para ahorrar tiempo y buscaban a las personas mayores para permitirles entrar a votar sin esperar los 40 minutos de fila que había hacia las 12:30.

En la mesa 2367B, Maite se mostraba "impresionada" por "toda la gente que vota con ilusión". En su mesa contaban 203 votos en las tres horas que llevaban recibiendo gente. Ella se había inscrito como voluntaria y le había tocado ser miembro de la mesa, pero en la sala había más personas que se habían presentado espontáneamente en vista de la afluencia: "han ido apareciendo a lo largo del día para echar una mano", contaba. Los coordinadores se identificaban con una pegatina naranja, los miembros de la mesa con el identificativo en verde y los voluntarios que manejaban las colas, en rojo.

En el distrito de Horta, en el norte de Barcelona, el número de votantes era más bajo. Las colas desaparecían en un barrio de inmigrantes, procedentes de otras partes de España y también del extranjero.

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