El Alambique
Manolo Morillo
El trompeta
Antonio (nombre ficticio) es un joven que trabaja como taxista. Apenas tiene 30 años, pero ya conoce bien el gremio. Su padre, también taxista, conduce otro coche y juntos realizan servicios durante todo el año. La cosa cambia cuando llega verano, “cuando el trabajo se cuadriplica” y hay que trabajar en turnos de 12 horas, casi sin descanso, porque durante la temporal estival la flota portuense es insuficiente: en total 75 taxis, reforzados con compañeros de Jerez y Puerto Real, que en la mejor de la ocasiones alcanzan los 125 vehículos. Dice que las mañanas y las tardes no son malas. Lo peor llega por la noche, especialmente los fines de semana, cuando distintas zonas de fiestas y discoteca (especialmente aquellas pegadas al litoral) se convierten en puntos conflictivos que elevan la dificultad del trabajo a la máxima potencia; cuando tienes que estar más de 40 minutos (”Cuando quieras puedo enseñarte la grabación”) esperando a que un cliente ebrio, dormido en el asiento trasero, consiga pagar con tarjeta la carrera prestada. “No entiendo de dónde sacó mi hijo la paciencia”, asegura el padre.
Esta tan solo es una de las bizarras anécdotas (por llamarlo de alguna manera) que se intercambian unos y otros en la parada de taxis de la estación de tren de El Puerto . “Fui a recoger a un grupo que estaba de fiesta y al llegar me rompieron el parabrisas trasero”, explica otro compañero del gremio. “A mi se me quedó una muchacha dormida en el coche y no se me despertaba”, explica otro. “Una vez iba a recoger a unos clientes y en el camino me encontré a otro grupo que quería montarse. Les dije que no y se me engancharon a la manija de la puerta. No me podía mover porque me lo llevaba arrastrando”. Y todos ellos coinciden en lo mismo: se siente totalmente desprotegidos. Sin embargo, esta sensación de inseguridad ha cambiado. Ya no es la misma que hace algunos años, cuando el principal temor era el robo con arma blanca o incluso algo mucho peor. Ahora el desamparo se siente mucho más inquietante, ya que la amenaza llega directa desde ese pasajero (que suele ser de fuera) que no sabe controlar las copas de más. “Hace unos días a un compañero le sacaron una jeringuilla, pero eso ya es muy raro que pase”, explican. “Evidentemente que es grave, pero ahora mismo es más frecuente el salvajismo y la falta de educación”. ¿Y la Policía?. “En El Puerto no hay suficientes policías. Ni locales ni, nacionales. Es normal, están igual que nosotros. No dan abasto con tanta gente”. A pesar de que durante cualquier emergencia los segundos se convierten en horas, el gremio no se lo tiene en cuenta y lo entienden perfectamente.
Queda claro que hoy, para un taxista, una cámara de seguridad es un imprescindible. Por ello ya hay grupos municipales, como el Psoe, que han solicitado al gobierno local “una línea de subvenciones para que los taxistas portuenses puedan trabajar con más seguridad y que quien lo desee pueda instalar cámaras de seguridad y mamparas”. Así lo ha pedido Ángel González, portavoz y secretario general socialista (y anterior concejal de Movilidad), quien no ha querido dejar pasar el tema a raíz de las agresión sufrida el pasado viernes por el conductor. “Tenemos que lamentar que el taxi sea el único servicio público de transporte que intenta prestar servicio, ya que los autobuses urbanos no dan más de sí y se encuentran en un estado estructural lamentable e insufrible”.
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