La cueva Los Cañones, ubicada en la parcela que sale a subasta.
La cueva Los Cañones, ubicada en la parcela que sale a subasta. / Alberto Castrelo
Juan Carlos Neva Delgado - Biólogo

15 de junio 2025 - 11:48

El Puerto/Así bautizó el geógrafo romano Pomponio Mela en el siglo I d.C a la Sierra de San Cristóbal. Pocas veces un insignificante promontorio de 124 m de altitud, 6 km de longitud y un km de ancho que separa la campiña del mar, que entonces llegaba hasta sus pies hace tres mil años, ha sido tan clave en la historia de una ciudad. Mucho antes que Balbo, que los musulmanes, que Alfonso X El Sabio, desde la edad del bronce, hace más de 3500 años, quienes dieron origen a El Puerto actual habitaban este lugar entonces sagrado, espiritual, religioso, trascendente. Rica en agua; en areniscas calcáreas ideal para tallar sillares para construir murallas defensivas y edificios; poblada de acebuches, el árbol sagrado del templo de Melkart, con cuya madera se calentaban los hornos de los alfares, fueron suficiente para que los oráculos de los fenicios procedentes de Tiro, abriendo la Ruta del Estaño, eligieran este lugar para asentarse y dar origen a la civilización de occidente hace tres milenios.

El 13 de marzo de 2001 publiqué un artículo de opinión que titulé “Un patrimonio llamado cuevas de San Cristóbal” y no me podría imaginar que 25 años después siguiera teniendo plena actualidad. Transcribo algunas de aquellas reflexiones de entonces: “…en la Sierra de San Cristóbal, en el mirador natural de la Bahía de Cádiz, desde épocas fenicias se ha extraído de sus entrañas su oro que no era otro que la roca calcarenita ideal para hacer sillares para la construcción. Durante siglos la mano sutil y delicada de los maestros y oficiales canteros han horadado su interior para que se pudieran hacer monumentos…la herencia de este esfuerzo y trabajo ha sido el patrimonio arquitectónico creado y un paisaje subterráneo increíblemente bello, impresionante y de una magnitud difícil de creer si no se conoce…Poco a poco la actividad pasó de ser subterránea a ser a cielo abierto; del martillo y el cincel se pasó al barreno, la pólvora y la excavadora, y la piedra delicadamente trabajada para levantar catedrales, castillos, palacios, hospitales, puentes, bodegas, etc., pasó a rellenar salinas y marismas; a construirse espigones, carreteras o polígonos industriales. El resultado fue la destrucción de casi la totalidad de este importante patrimonio cultural subterráneo…”

El Bosque Sagrado de los Acebuches ha sido abandonado por los dioses y después de miles de años de majestuosidad, los pobladores que le deben su existencia no paran de ultrajarlo. Ese pequeño montículo conocido como la Sierra de San Cristóbal era en su totalidad de propiedad municipal y en los últimos cien años se ha mutilado vendiendo parte a promotores turísticos y a parques acuáticos; se ha dejado usurpar suelo por particulares para crear un nuevo núcleo de población; cedido terreno para el Ministerio de Defensa y para depósitos de agua potable para el suministro de la ciudad; otorgado concesiones administrativas para la extracción salvaje de áridos de gran impacto, instalación de antenas de comunicación y construcción de canales de transporte de agua desde el Guadalete hasta la costa noroeste para riego agrícola o para la ubicación de una planta de reciclaje de escombros, etc.

De los casi nueve millones de m2 que abarca la Sierra de San Cristóbal, tan sólo quedan, con un cierto nivel de protección, 1.987.275 m2 afectados por la zona arqueológica declarada BIC Torre de Doña Blanca y 625.446 m2 correspondientes a una parcela que el planeamiento municipal vigente desde 1992, califica como PAU-CN-2 Sierra de San Cristóbal para uso extractivo de áridos, con la que el ayuntamiento capitalizó a su empresa municipal IMPULSA El Puerto y que ésta subastará el próximo 23 de junio para hacer caja debido a la situación de liquidación y de concurso de acreedores en la que se encuentra.

En este PAU-CN-2 aún quedan medio centenar de cuevas/canteras de gran interés patrimonial y cultural, pero desgraciada e incompresiblemente carentes de protección. De consumarse esta subasta y desarrollarse el uso extractivo, único interés por el que un particular participaría en ésta, además del gran impacto paisajístico que produciría, estas cuevas serían destruidas.

Nuestro alcalde Germán Beardo, en sus comparecencias públicas, cada vez que puede presume de ser licenciado en Geografía e Historia y sensible con el patrimonio histórico y cultural, además su mano derecha, Javier Bello, es el presidente del consejo de administración de IMPULSA El Puerto. Tiene ahora pues una gran oportunidad de demostrar esta sensibilidad haciendo que esos terrenos vuelvan a ser públicos e inicie los mecanismos para proteger estas cuevas que aún nos quedan en la Sierra de San Cristóbal.

Ese artículo que escribí hace 25 años terminaba así: “Aún no es demasiado tarde y el momento actual es el adecuado, aprovechémoslo no sea que pasemos a la Historia como los talibanes afganos”.

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