Tribuna Libre

Mi amigo, mi hermano... Antonio Gil

Aunque amanece como todos los días, hoy es un amanecer distinto para mí. Un nuevo día lleno de tristeza, de pena, de dolor y de amargura, ¡maldito día! Se me ha muerto mi hermano, mi amigo, mi ídolo, Antonio Gil de Reboleño Insua. En este día y en estos momentos, abatido y superado por el dolor y la pena me vienen veloces imágenes mentales de muchísimos recuerdos. Todos ellos comienzan cuando siendo un niño iba con nuestros padres hasta la cercana y vecina Jerez de la Frontera, para visitarte al Colegio de los Marianistas. Salías del recreo con tu babi y sudoroso corriendo para abrazarnos, siempre con una sonrisa. Una sonrisa que jamás borraste de tu cara, ni siquiera en uno de los últimos recuerdos que guardo de ti, junto a mi hijo, inmerso en una de las tantas anécdotas que narraban tu vida.

En ese dilatado trayecto que fue tu vida, te diste a conocer como un ser maravilloso, lleno de vida, de amor, de entrega a los demás, defensor de tu familia y de las injusticias. Amigo de tus amigos supiste ganarte el cariño y amistad de todos. Tratabas a todos con el mismo rasero. Para ti todos éramos iguales, sin distinción. Tenías un corazón tan grande, donde tenían cabida los más nobles valores como persona. Siempre orgulloso de tus orígenes y amante de Cantabria, la tierra de nuestros ancestros.Fuiste un elemento de unión de la familia, siempre preocupado por todos los problemas que surgían y tendiendo la mano. Por todo ello, tu casa era y será centro de reunión familiar, donde nunca dejarás de estar presente.

Por estas y otras muchas cosas que no alcanzo a enumerar, puedo sentirme pleno de satisfacción y henchido de orgullo de que me paren por la calle y me digan: “¡Que buena gente era tu hermano Antonio!”.Me llena de dolor pensar que ya nunca más podré disfrutar de ti, de tu compañía. Con tu ida me quedo huérfano de tantos momentos, consejos y como no, de tus anécdotas, que con un tinte de aventura y un pozo de verdad, solían alcanzar la categoría de odisea.

Si bien no fui capaz de expresarte todo estos sentimientos, bien por timidez o bien por la austeridad emocional que llevamos en nuestros genes como herencia norteña, espero que estés donde estés lleguen hasta ti estas palabras llenas de cariño desde lo más profundo de mi corazón.

Solo deseo que te hayas reunido con nuestros padres y seres queridos. Que te hayas reencontrado con tus primos del alma, a los que tanto querías. Por cierto, no te olvides de decirle a Manolín cuanto lo queremos y echamos de menos. Y por favor, ¡no revoluciones el cielo y recógete pronto!

Antonio, gracias por haber existido y sobre todo agradecerte la suerte de haber sido tu hermano. Te seguiré queriendo más allá de tu muerte, porque siempre estarás vivo en mi recuerdo. Tu hermano Manolo, que nunca te olvidará.

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