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Vejer, el Valhalla de la novia rusa

  • Bajo el lema 'Centrados en Vejer', José Ortiz intenta repetir alcaldía en una localidad convertida en destino de moda

Una pareja vestida de novios baja por las escaleras de la muralla.

Una pareja vestida de novios baja por las escaleras de la muralla. / Fito Carreto

A su encanto de pueblo blanco –decía The New York Times en el famoso artículo en el que la provincia parecía ser admitida en el VIP de Pachá–, Vejer une selectos hoteles de moda y muestras de arte como las que pueden verse en el jardín de esculturas de la NMAC”. Quizá fue la coronación oficial de Vejer al otro lado del océano, pero la condición única del lugar hace lustros que la conocen propios y extraños.

El día de esta visita (un martes al mediodía), Vejer aparece medio vaciado, con un puñado de turistas deambulando por calles de sombras y luces cortadas a tajo. Tiene mucho de ensoñación lorquiana, este pueblo: tradición que es, a la vez, modernismo y vanguardia. En una de las tiendas de artesanía nos enseñan un horno de arcilla portátil, con cara de genio de las llamas, hecho por las mujeres del Rif. El objeto recuerda a la ciudad especular y hermana, Xauen, también única en su condición onírica.

Lo de ensoñación no es una palabra cualquiera: de repente, al sol en punto, una pareja de novios (vestidos de novios) baja corriendo por las escaleras de la muralla. Otra pareja de novios (vestidos de novios), altos y rubios como la cerveza, se sientan en una terraza a tomar a un zumo y un capuccino. Son rusos, son modelos. Llevan ya un tiempo casados. Surgió la opción de posar de nuevo con trajes de boda y preguntaron si podían tener a Vejer como escenario. Todos vienen de la mano de una agencia alemana.

“Bien, esto es normal”, no se refieren a la novia rusa –que es claramente sobrenatural– sino al pueblo habitado por guiris y con la mitad de establecimientos cerrados. “Muchos locales cierran lunes o martes y estamos, además, en el espejismo de mayo y junio”. Realmente cuando se vive de esto, cuando es un no parar, es en los meses de pleno verano y en Semana Santa.

Para Alberto, de unos años a esta parte, los vejeriegos tienen “más turismo, sí, pero de menos calidad”. Preguntado por la prioridad de Vejer, lo primero que dice es que hay que “asegurar las viviendas en el casco antiguo”. Viviendas, se entiende, habituales para los habitantes del pueblo. Que se mire, también, por las necesidades de los que son de allí, que se tenga en cuenta lo que dicen: “En mi calle, por ejemplo, quitaron los aparcamientos porque un guiri compró una finca y quería que la calle quedara bonita”. ¿Y qué hay de El Palmar y los problemas de equipamiento, de la ordenación de los distintos asentamientos? “Una amiga que vive por allí dice que lo único que hacen al respecto es poner pancartas bien grandes cuando llegan las elecciones”.

Según el último Censo de Población y Viviendas, un 32% de las mismas tenían carácter de viviendas secundarias –una incidencia relativamente menor de viviendas principales si comparamos con el resto de la provincia–. También en comparación con el resto de la provincia, destaca el mayor porcentaje de vivienda totalmente pagada, así como de viviendas heredadas. Entre 2006 y 2007, justo antes de que estallara la burbuja inmobiliaria, las transacciones inmobiliarias en la localidad se dispararon. El suelo de unas cincuenta viviendas vendidas por año saltó hasta alcanzar un pico por encima de las trescientas en 2007, para desplomarse en unos meses hasta llegar a la media actual, de 100 viviendas anuales.

Lo flipamos mucho con la publicidad indirecta en The New York Times, pero lo realmente interesante sería averiguar quién empezó a diseminar por el Reino Unido eso de que en Cádiz existía un rincón idílico, llamado Vejer. En 2018, había 500 extranjeros registrados en la localidad. De ellos, casi el 25% tenían nacionalidad británica.

Vejer es el Valhalla. El escenario de película. La Noche de las Velas capaz de reventar en su primera edición. José Ortiz, el alcalde del PP que aspira a repetir mandato, ha llegado a renunciar a su escaño en el Parlamento andaluz por quedarse en su pueblo. Las cosas que hago por amor. Se presentó, no obstante, a las nacionales como segundo por la provincia, pero no salió. La incógnita queda en el aire.

Moisés tiene una jugosa tienda de decoración (Ecléctica Deco) en el centro del pueblo: “Soy de Bilbao –dice, a modo de explicación–. Como comprenderás, estoy en las antípodas de cualquier cosa que pueda proponer o tener que ver con el PP. Por eso me cuesta muchísimo admitir que este alcalde no lo está haciendo mal. Creo que se ha propuesto gobernar para todos: se ha manifestado, por ejemplo, a favor del colectivo LGTB, e incluso se ha fotografiado con la bandera arcoiris. Me parece que se preocupa mucho por el pueblo. Aunque, insisto, decir esto de alguien del PP me resulta súper chocante”.

Aun así, Moisés echa de menos unas políticas culturales algo más arriesgadas: “Puede que en parte se deba a que él es de aquí, y está muy apegado a todo lo tradicional, que no es que no debe estarlo –desarrolla–. Pero en cultura son muy agradecidas las propuestas que van más allá de lo establecido, el pensar un poco más allá de la caja. Por ejemplo, en la tienda, mucha gente nos pregunta por el NMAC, porque ni siquiera tienen idea de dónde está”.

“Yo creo que Pepe Ortiz va salir, aunque yo espero que no –dice Alberto–. Si no dio al salto a Andalucía, fue porque sabía que, si no, el PP aquí no iba a tener salida”. Y, ¿qué hay del hospital? José Ortiz llegó a encerrarse en el edificio del recién inaugurado Hospital La Janda para acelerar su puesta en marcha: “Sí, sí que ha influido: ha influido en que lo abrieran con tanto retraso”.

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