Sexoafectividad

El Síndrome de Sandra Bullock o cuando en el síndrome de la impostora entran los sentimientos

  • Es una versión del síndrome de la impostora en el que entra el amor romántico. No nos creemos que lo que está pasando nos pueda pasar a nosotras. Aparece un hombre que no es machista, que nos cuida, que se preocupa por nosotras y no nos lo creemos. A nosotras no nos pasa lo que le pasa a Sandra Bullock en sus películas. 

El Síndrome de Sandra Bullock

El Síndrome de Sandra Bullock / Sharon McCutcheon

El síndrome de la impostora es ese en el que no te crees que puedas ser capaz de enfrentar te a lo que venga porque tu propia inseguridad te lo impide. No crees estar a la altura. Tú no eres tan buena. 

Un año antes de la pandemia a la Tana se le presentó debajo de su casa un amante al que había conocido veinte años antes en Japón, con el que se había cruzado unas seis veces y que, después de divorciarse, se preguntaba qué pasaría si hubiera seguido con aquella periodista que cubría los Juegos Paralímpicos de Nagano’98. Lo que parece sacado de un guion de una comedia romántica es una situación real. Que, por supuesto, trajo sus consecuencias. 

La Tana no entendía que aquello sucediera. No entendía que un tipo, veinte años después, pudiera llamar a su puerta con la más firme intención de quedarse dentro. Aquello la descolocaba. Le parecía demasiado de guion de comedia romántica y, sobre todo, era imposible que le pasara a ella

Nos hemos acostumbrado a que los hombres nos traten de una manera. Y, como no siempre ha sido la más adecuada, damos por naturales situaciones que no lo son. Y eso hace que no presentemos atención a los que, de verdad, nos miman. ¿Por qué? Porque nos sigue pareciendo más atractivo el malote, el que nos trata regu, el que es incapaz de decirnos los buenas que somos. A ese lo idolatramos y deseamos. 

Activar el deseo

Activar el deseo es la clave de la autoestima. Pero el deseo propio, no hablo del ajeno. Saber que estás dispuesta a que te toquen, a que te quieran, a que te deseen, a que te hagan todo eso que recrean en las películas. ¿Y por qué no? ¿Por qué no vamos a merecerlo? 

Miedo Miedo

Miedo / Mario Azzi

“El agua llama al agua” dice María Ramos, psicosexóloga, porque el deseo llama al deseo.  Por eso en terapia se habla mucho de alimentar el deseo. Porque el deseo, cuanto más se tiene más se quiere. Y a la inversa”. Es decir, si dejamos de tener sexo nos enroscamos en esa ausencia de estímulos. 

La mayoría de las veces será preciso acudir a una persona profesional para determinar las razones por las que esto ocurre y, poder así, trabajar sobre ello. Pero algo que es muy común trabajar es la autoestima y el autoconcepto. Debemos valorarnos más y legitimizar que, cualquiera podemos ser una persona amada, deseada y/o deseante.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios