La I del acrónimo LGTBI es la que más duda provoca. Sabemos quiénes son las Lesbianas, los Gays, las personas Trans y las Bisexuales, pero, ¿quiénes son los intersexuales con los que terminamos esta palabra? Las personas intersex, como gustan de llamarse elles. Porque son de los que pertenecen a ese grupo que nos obliga a utilizar el sufijo -e para referirnos a elles.
En inglés, existe el sufijo ‘them’ que, directamente, alude al neutro. No traducir por ‘ellos’, porque, en realidad es ‘elles’. Con ese sufijo se identifican personas intersex y transexuales. Que en castellano no exista no quiere decir que el concepto tampoco exista. Otra cosa es que los señores de la RAE se estén haciendo los remolones, pero preparémonos: apunta maneras de que en castellano tendremos ese pronombre neutro y nos acostumbraremos a referirnos a elles.
No se si lo habíais visto pero en la web de Observatorio de Palabras de la RAE, donde añaden palabras emergentes que pueden aparecer o no en futuras entregas, han añadido el pronombre neutro "elle" pic.twitter.com/YWU7bgwoLD
— Safre ❄️✨ (@Safrenor) October 26, 2020
Las personas intersex no se sienten hermafroditas. No son una mezcla de hombres y mujeres, son una particularidad genética que hace que durante el desarrollo de los genitales en el feto, se feminicen o masculinicen, de forma que varíe el desarrollo. Quien iba a ser una niña, recibe dosis de testosterona que hacen que sus órganos genitales no se desarrollen y, a cambio, su clítoris crezca desmesuradamente. Existen personas intersex con clítoris de seis centímetros. Con lo que eso conlleva en la intimidad de un cuarto.
Patricia era una niña de La Línea de la Concepción (Cádiz) que, desde pequeña, dio que hablar. No le gustaba jugar con muñecas, detestaba los vestidos y los lazos y, para colmo, era muy grande y robusta. Una marimacho, vamos. A los trece años no le bajó la regla, a cambio, le nació una barba muy poblada y la espalda se le duplicó. Era un pedazo de tío vestido con falda, como exigía su madre.
A los dieciséis años, Patricia abandonó la Línea de la Concepción buscando por qué se sentía así, cuando al abrir sus piernas y mirar entre ellas no veía nada raro, pero se sentía un hombre con sexo de mujer. El médico al nacer, no tuvo duda de que lo que veía era una vulva cuando, en realidad, lo que creyó que era el clítoris era un micropene de dos centímetros. Patricia, además, orinaba sentada. Pero eso ocurría porque tenía el meato urinario, por donde sale el pis, pegado a un escroto seminexistente. Patricia era una persona intersex y debía saber quién era antes de presentarse. Ahora mismo no queda ni rastro de aquella Patricia, a cambio, existe Gabriel J. Martín, psicólogo especialista en psicología afirmativa gay. Capaz de contar toda esta historia magnífica mente y de entender cómo se siente cualquiera que no sepa quién es. Esa es la magia de su terapia.
Las personas intersex suceden por una mutación genética que sucede durante la formación de los genitales del feto. En un momento determinado, hay una feminización (estrógenos a saco) o una masculinización, (subidón de testosterona) y lo que iba a ser una niña se desdibuja en otras variantes. Personas que nacen con un clítoris desproporcionado y que es confundido por un pene por el médico, personas con gónadas masculinas y femeninas o sufren Síndrome de Morris, cuya primera manifestación es la ausencia de menstruación.
Hasta el año 2016 y a propuesta de Podemos, se presentó una propuesta en el Parlamento para prohibir la reasignación mediante operaciones y los tratamientos hormonales. Hasta entonces, a las personas intersex se les operaba los genitales de bebés tratando que se adecuaran a la normatividad.
Se calcula que un 2 % de las bebés nacidos tienen características intersexuales, sin embargo, son el colectivo menos visibilizado de las personas LGTBI.
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