Opinión

Un ‘pelotazo’ de tinta y papel

LOS diarios de papel tienen algo mágico: son productos efímeros para contar la actualidad de un día determinado y, a la vez, se convierten en testigos de una historia que permanece, sea en un recorte enmarcado sea en la hemeroteca. Treinta años y mil números cumple hoy Diario del Carnaval. Quizás el más efímero entre los que yo he escrito, porque se publica apenas un mes de cada año. La media de estos mil ejemplares da treinta y tres, si me perdonan la obsesión por el dato.

Diario del Carnaval no hubiera sido el pelotazo que fue –y que aún es–, sin el ingenio de personas que fueron sus máximos protagonistas: Antonio Pérez Sauci y Emilio López Mompell. Ojalá hoy pudiesen escribirlo por ellos mismos. Tampoco sin el talento estético de Ignacio Valdés o sin la gracia natural de Pepe Monforte o Enrique Alcina o sin la empatía y agenda de Inma Macías. Firmas históricas del periódico se sumaron: Paco Perea, Jesús Collantes... Y de otros medios, como Antonio Hernández-Rodicio y Carlos Alarcón o Fernando Santiago y de la propia fiesta: la lista de autores que escribieron opinión es extensa. Y algunos, como yo, aprendíamos mientras disfrutábamos. Mientras trabajé en Diario de Cádiz, siempre tuve la suerte de que me encomendaran hacer la información para este producto extraordinario, incluso cuando lo travestimos de ¡Hola!

Nació con una idea: dar al Carnaval entidad de acontecimiento que merece su propia publicación. Y hacerlo desde la admiración y, también, la crítica. El empeño está más que logrado. Y si soy honesto, quizás cabría reflexionar sobre si se ha engrandecido tanto el Carnaval que ha empequeñecido otras manifestaciones artísticas populares de Cádiz y hasta su propia realidad social de la ciudad. Se lo dejaremos a Doña Cuaresma, otro de sus signos de identidad.

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