Los cañones

Las letras al alcalde

ALGUNOS autores de carnaval rebuscan a veces en lo más recóndito de los cargos públicos para poder hacer una crítica que encaje y caiga bien a unos, sin molestar mucho a los otros. El anterior alcalde se fue de rosita, no le dijeron ni mu. Se marchó, después de ocho años, en donde casi nadie le cantó las verdades del barquero, ni le echó en cara su gaditanismo para cantar pasodobles a Cai, pero la carencia del mismo para defenderlo desde el sillón de San Juan de Dios. Como si lo consideraran de los nuestros, del barrio, o tal vez, por el más vale malo conocido que bueno por llegar.

A Carlos Díaz le dijeron cosas, destacando la genialidad y chirigotera frase de que “los güevecitos se te van a caer”, en base a su inoperancia ante la Junta y sus continuos síbwana a los jefes en Sevilla. A Teófila Martínez le dijeron de todo, se metieron hasta con el nombre. Quizás porque la alcaldesa trabajaba 18 horas diaria y ya sabemos que trabajar está mal visto en algunos sectores de Cádiz. No había una agrupación que no llevara un recadito a Doña Teo, hasta los de fuera se permitían la osadía. Como respuesta, ella ponía una sonrisa de aceptación y lo pagaba trabajando más.

Aún es demasiado pronto para criticar la gestión de Bruno García al frente de la ciudad. Nuestro alcalde actual es honrado y considera la chaqueta y corbata como prendas de respeto y elegancia. Bruno no da motivo para cupleses cachondos. Es posible que ahora los juntaletras de tangos y pasodobles se acuerden del Kichi y le quieran decir lo que le tendrían que haber dicho durante las dos legislaturas. El poeta del nuevo siglo es cobarde y no se moja aunque caiga por el puente Canal, salvo un par de excepciones. Ya veremos si verdaderamente nuestra fiesta es como un periodismo cantado, que siempre se ha dicho, o se cambió por lo políticamente correcto.

Lo que se canta en el teatro Falla está manoseado por una censura que se autoimponen las agrupaciones, para no caer mal o para seguir pasando de fase. Menos mal que luego, en la calle, las callejeras defienden ese carácter liberal gaditano y se sacan letras canallas despellejando a todo aquel que vive del cuento. Lo único, junto al Tango, que nos diferencia de otros carnavales. Es lo que ha quedado de aquellas murgas que se caracterizaron por su valía y arrojo pasándose la censura por el arco del placer.

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