Solo el que lo vive sabe de lo que habla. Afrontar el primer día de concurso es una entrañable aventura para muchos, sufrimiento para otros. La diferencia solo estriba en el grado de tolerancia a la incertidumbre que cada uno pueda tener. Esta temida incertidumbre, este juego macabro al que nos prestamos año tras año todos los que concursamos es, posiblemente, una de las mayores drogas conocidas. Eso sí, es una droga muy peculiar.

La incertidumbre del carnavalero es como un túnel oscuro en el que te metes por septiembre, para ir dando pasos muy cortitos durante 4 meses. Apenas parece que avanzas, pero sabes que lo estás haciendo porque, cuando miras atrás, ves lejos el inicio del túnel. Éste, caprichoso, puede adoptar diversas formas a lo largo del camino: se dobla a izquierda, luego a derecha, luego da un giro, o va recto y desde lejos vas viendo la luz.

La Luz, tu gran objetivo. La cuestión es que, cuando sales a la luz del Falla, te haya ido como te haya ido el camino, nunca sabes con lo que te vas a encontrar. Hay comparsistas veteranos que, a pesar de su consabida experiencia atravesando túneles, siguen estrellándose contra el muro al final del túnel de la incertidumbre. O bien al salir del mismo se encontraron una trampilla, cayendo al foso del olvido y la vergüenza pública. Otros, sin embargo, alcanzaron el paraíso. Pero mientras se está dentro del túnel, nadie sabe lo que va a pasar. Nadie tiene la llave del secreto del éxito en el Teatro. Este misterio es la causa de que en estos días se estén produciendo momentos maravillosos en las vidas de un montón de gente. Y para otros, momentos horribles. Pero en cualquier caso… inolvidables.