Doña Cuaresma

Climalit, ven a mí

Entre tanta chabacanería resulta un oasis leer ya noticias que adelantan la Semana Santa, periodo de tiempo en el que los zánganos del Carnaval, gracias a Dios, se irán a la sierra, jactándose en sus coplas que pasan de ver pasos. Si todos ellos y todas ellas se fueran esa semana a contaminar los pueblos blancos, se quedaría Cádiz de dulce. Respetuosa, amable, señorial... Lo ideal sería que a esos atorrantes se les impidiera regresar a la ciudad. Un buen exilio estaría bien. De momento es una gozada ver cómo se recibe en el Ayuntamiento al pregonero de la Semana Santa, Fernando Díaz, que se habrá entregado para deleitarnos con sublimes versos, al contrario que esos poetuchos que riman Cai con guirigay de manera sistemática. Veo las fotos de esas bambalinas que va a estrenar el palio de la Virgen de la Soledad de la Vera-Cruz y me estremezco. Luto y plata. Los vellos de punta, la piel de gallina, el cosquilleo por la nuca. Con esos hermanos tan serios, tan de ruán, que no me los imagino riéndose de un cuplé (no me los imagino riendo, vaya) ni gritando un ole a una comparsa. Leo al señor Durio, todo un ejemplo de rectitud, anunciando los estrenos de la Semana Mayor y daría lo que no tengo por acelerar el reloj y saltarme con pértiga el almanaque hasta el Miércoles de Ceniza. Ya me gustaría, mas tendré que aguantar un mes de penitencia atrincherada tras mi visillo contemplando cómo los vecinos de este Cádiz decadente gritan, beben y orinan. ¿Alguien puede pasarme el teléfono de un cristalero que ponga ventanas Climalit?

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