Doña Cuaresma

Dos fiestas, dos engendros

El sábado quise realizar mi visita mensual a los patronos de Cádiz en la Santa Catedral y me topé con una desagradable muchedumbre en la plaza. Pregunté a un señor orondo con lamparones en la camisa y vaso de vino colgado al cuello de qué fiesta se trataba y me dijo que era la Empanada Popular. Me contó además que es una celebración que cumple dos años, y pensé, rápidamente, que este engendro será otro de los regalitos que nos deje antes de irse el alcalde que tiene nombre de perro. La Empanada se la han dado a los coristas. Madre del amor hermoso, qué cansinos son. Con ese presidente que está en todos los charcos. Todo un superviviente. Y anoche se escuchaba desde mi casa un ruido de gente cantando en San Francisco. Porque allí estaban celebrando ¡la Pestiñada! ¡Un 4 de febrero! ¿Eso no nació por la cercanía de la Navidad al Carnaval? ¿Qué sentido tiene ahora? Me soplan que la organizó una asociación de comparsistas cuyos miembros caben en un taxi. Cualquiera ya. Al menos en la peña Los Dedócratas, anterior organizadora, había gente de orden y de misa dominical. Pero ¿comparsistas? ¡Si están peleados todos entre ellos! Habrá que indagar en esto, porque es, sin duda, una celebración forzada. Sin sentido. Y molesta, claro, como todas en las que hay una guitarra que no sea la de Andrés Segovia, un bombo o un pito de esos donde los carnavaleros concentran sus miasmas. Pestiños y empanadas. Si es que no se puede ser más cutre.

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