Carnaval de Cádiz | Balance de la fiesta grande gaditana

Tarea para febrero

  • La excesiva duración de la fase preliminar, el sistema de puntuación o el modelo del Patronato, son algunas de las cuestiones a estudiar para el futuro

Un momento de la quema del Dios Momo el pasado martes de Carnaval.

Un momento de la quema del Dios Momo el pasado martes de Carnaval. / Lourdes de Vicente

Las coplas se consumen, el cielo se prepara para llorar colorines y la Bruja Piti se huele lo que se le viene encima. Ya no hay prórroga que valga. Es Domingo de Piñata, uno de los días más tristes para el gaditano (o alegre, según se mire). Algunos, los más optimistas, dirán que acaba una semana de juerga, otros, los que cargan con Don Carnal desde el 26 de enero, respiran aliviados. Es el momento de hacer balance, del Concurso, que es el templo del morbo pero que es Carnaval, un magnífico espejo de la sociedad gaditana, y del Carnaval de la calle, el gamberro, donde todo vale, ese que incluso se permite el lujo de tener una efímera prolongación con apellido chiquito. Como dijo aquel: vayamos por partes.

La duración del Concurso

Éste es el gran debate que se presenta para el postcarnaval. Más de un mes de Concurso ha provocado que empiecen a aparecer muchas voces de peso reclamando su reestructuración. La discusión se centra en la preselección, una fase que para muchos se hace eterna. Aunque esta discusión tiene muchas aristas, sí queda claro que las preliminares no pueden durar 20 días. Otra cosa muy diferente es qué se debe de hacer con esta fase.

Muchos autores apuestan por hacer una fase previa fuera del Falla. Sin embargo, aparecen muchas dudas sobre cómo se realizaría. ¿Cuándo se haría? ¿Dónde se haría? ¿Cómo se haría? ¿Quién la haría? ¿Cuál sería el baremo? Hay que tener muy claro que el COAC es un certamen abierto y que la preliminar ya funciona como una fase previa, por lo que si se cerrara se perdería parte de su esencia, además de acabar desincentivando la necesidad de formación que tienen algunos grupos para que vayan madurando, ya que el teatro es quien acaba curtiendo.

Ahora se dan una serie de circunstancias que antes no se daban. Desde hace más de una década la televisión retransmite absolutamente todo en directo, a lo que se suma la difusión a través de internet. A esto hay que unir la actual configuración de la preselección, con más sesiones para que actúen menos agrupaciones por día, a lo que hay que añadir que son las cabezas de serie las que cierran las sesiones. Todo estas cuestiones, y algunas otras más, forman un cóctel que acaba desvirtuando la percepción de la primera fase. Por ello, más que una fase previa, las soluciones deber ir encaminadas hacia otros aspectos. Por un lado, es preferible que las funciones duren una hora más a que la preselección se alargue durante tres semanas. La duración ideal sería en torno a los 14 días para que esta primera fase no deje las sensaciones de los últimos tres años. Otras medidas deben ir encaminadas a desincentivar la presencia de determinados grupos –que no es lo mismo que eliminar o prohibir–. Así, asuntos como la eliminación del reparto de entradas para familiares, el reparto de los derechos de televisión y publicidad a partir de cuartos de final como premio por avanzar en el Concurso, la eliminación de la obligación de los cabezas de serie a cerrar, la supresión de este sistema para repartir la calidad o el horario de las funciones pueden ayudar a tal fin.

El sistema de puntuación

Gran parte de las polémicas en torno al Carnaval giran alrededor del jurado y los puntos, que son los que marcan, en definitiva, la posición de las agrupaciones. En 2019 se ha repetido el sistema empleado en 2018, año en el que se decidió eliminar el arrastre de los puntos desde la preselección para determinar los premios, contando las valoraciones desde cuartos de final. Este sistema ha provocado que nuevamente los grupos de renombre tiren la primera fase, lo que está afectando claramente a la calidad de las funciones de preliminares.

Por ello, es necesario rescatar el anterior sistema de puntuación para dar más brillo a las preliminares y hacer que cuenten todas las actuaciones en el Concurso. Asimismo, es necesario facilitar la labor del jurado, por lo que se debería regresar a las valoraciones globales de cada una de las piezas en vez del actual sistema que hace que cuenten a partes iguales la letra, la música y la afinación.

Junto a esto, existen voces que piden la eliminación de los puntos. Sin embargo, esto implicaría que las composiciones genuinas perdieran peso si se realizara una valoración global de la actuación. Por ello, aunque en algunos momentos las puntuaciones no tengan explicación, se deben mantener.

La cantera

El conflicto entre el Patronato y Canal Sur por la retransmisión de las agrupaciones de la cantera ha servido de cortina de humo a los organizadores de la fiesta para desviar la atención sobre los problemas que existen en las categorías de infantiles y juveniles.

Y es que la mayor dificultad que tienen los niños no es Canal Sur. La cantera ha estado olvidada hasta en los tiempos en los que la calidad era patente. Es cierto que poco a poco va recuperando el pulso tras una travesía por el desierto, pero los colectivos que han generado mucho ruido tendrían que hacer un verdadero examen de conciencia sobre lo que han aportando a los pequeños desde hace muchos años.

El principal problema que tiene la fiesta es que el relevo generacional de autores se está produciendo a cuentagotas. Esto no sucede con los intérpretes, ya que siguen apareciendo nuevas voces.

Existe la necesidad de que autores y directores con experiencia ayuden al crecimiento de los grupos de la cantera con letras, músicas y sirviendo de guía tanto en la afinación como en la composición de los repertorios. También existe otra gran dificultad con la financiación de los tipos y las escenografías, por lo que los adultos podrían realizar algún tipo de aportación. Y por último está la cuestión educativa, que es la más importante. El público y los autores deben dar ejemplo a los niños.

Por ello, y tras lo sucedido este año, la cantera se merece una sentada seria y de verdad. Hay que mirar mucho más hacia dentro antes que buscar culpables en agentes externos. Se debe hacer una reflexión sincera por el bien del futuro de la fiesta, pero siendo conscientes del papel real que la cantera juega por el interés que suscita.

La televisión

El Carnaval y Canal Sur viven una relación de amor-odio desde que las cámaras de la televisión autonómica retransmitieran por primera vez el Concurso en 1990. La revisión del convenio que ha expirado en 2019 se presenta como el momento más crítico de los últimos 30 años.

Ha quedado muy patente la desconfianza que tienen los colectivos del Patronato en el ente andaluz. Sin embargo, en el conflicto por la retransmisión de las agrupaciones de la cantera se han rebasado algunas líneas rojas por parte de la organización del Concurso que pueden acabar con esta unión. La falta de cintura negociadora de los representantes de las agrupaciones deja entrever que la empresa va a ser muy complicada, más si cabe si se funciona a base de imposiciones cuando la televisión autonómica realiza un importante desembolso económico que acaba recayendo en los propios grupos.

Es indudable que Canal Sur ha aportado al aumento exponencial de la afición carnavalera. Sin ella, parte de la situación actual de la fiesta no se entendería. Aunque Onda Cádiz se ha convertido en el as debajo de la manga de las agrupaciones, el alcance en la difusión y las posibilidades económicas no son las mismas, por lo que las dos partes están obligadas a entenderse. Eso sí, las normas deben quedar muy claras.

El modelo del patronato

La previa y el transcurso del Concurso del Falla han vuelto a demostrar que la Junta Ejecutiva del COAC no funciona. Dos cuestiones han sido las principales en las que ha vuelto a hacer gala de la improvisación: la gestión del asunto de la cantera y la nueva distribución de las sesiones del COAC.

Ya en la previa del Concurso hubo vaivenes en la configuración de la primera fase, optándose finalmente por el comienzo de las funciones a las 20 horas. El otro problema que se presuponía que iba a estallar en pleno certamen era la ampliación de los cuartos y las semifinales en una función más por fase. Una decisión discutible que sólo se explica por el interés de aumentar la recaudación. La decisión más indignante ha sido la de la distribución de los grupos en las semifinales, contando una sesión con sólo seis actuaciones cuando el resto de días contaban con ocho agrupaciones. Aunque se sabía que esto iba a suceder, ningún colectivo reparó en este hecho cuando se sabía que era imposible que entraran cinco cuartetos en semifinales. Cada año que pasa queda más claro que la organización debe ser en exclusiva del Ayuntamiento. De hecho, ya hay autores que son proclives a que esto suceda ante la falta de representación de los colectivos que se sientan en el Patronato, su configuración, los errores que se cometen año tras año y las decisiones que se toman en este órgano por parte de los propios participantes, mirando en algunas cuestiones más por el bien particular que por el común.

Regreso a la esencia

Aunque el Carnaval es una fiesta que está abierta a la innovación, al final siempre se acaba acudiendo a su raíz. Tras una etapa en la que el histrionismo se apoderó de las comparsas, ahora la moda se sitúa en el lado opuesto. La elegancia se va imponiendo poco a poco en el montaje de los repertorios, recuperando así una de sus señas de identidad. El ejemplo está en la propia Gran Final. ‘Los carnívales’, ‘La gaditaníssima’ y ‘El marqués de Cádiz’ –los tres primeros premios– han optado por una interpretación mucho más suave y sosegada. Por su parte, ‘Los luceros’ se ha diferenciado de ellas por una interpretación algo más pasional, aunque sin abandonar el clasicismo que imprime Manuel Sánchez Alba el Noly en el pasodoble. A esto hay que unir la comparsa ‘Los buscadores’, de Fran Quintana, que ha aportado una propuesta muy sencilla y añeja.

Por su parte, el jurado ha premiado en chirigotas a ‘La maldición de la lapa negra’, lo que ha significado que una agrupación de corte clásico, sabor viñero y con letras sin ningún tipo de aderezo vuelva a ganar. Esto no significa que otros tipos de propuestas no hayan triunfado. De hecho, una de las chirigotas preferidas del público ha sido ‘Daddy Cadi’, que le ha dado una vuelta de tuerca a la modalidad con una idea diferente y novedosa en lo musical para sustentar todo el repertorio.

La calle 

El efecto llamada ha llegado incluso a la calle. Cada vez hay más agrupaciones ilegales, algunas de un talento innegable, otras infumables. El Carnaval de Cádiz irradia una luz que atrae a grupos ya no sólo de la provincia sino de fuera de ella, con lo que cada esquina es un escenario. Digamos, que hemos tenido un éxito tan aplastante que nos ha aplastado. Se ha perdido la marca genuino del gaditano. Cualquiera se siente con derecho sobre nuestra fiesta, que es nuestra, y que podemos compartirla, o no. Ya veremos.

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