Doña Cuaresma

Suerte, Joaquín

Ayer le pedí a la Virgen del Carmen por el pregonero de esta fiesta impresentable. Ustedes, queridos lectores, se preguntarán a cuento de qué. Lo veo lógico. Yo, intercediendo ante Nuestra Señora por un carnavalero. Lo nunca visto. Pero tiene su explicación. Alguien me sopló que Joaquín Quiñones es un hombre pío. Que como vecino de El Mentidero, aunque ahora viva en tierras inhóspitas de extramuros, donde los elegantes via crucis no tienen cabida entre gasolineras y semáforos, guarda mucha devoción por la Virgen marinera. La misma persona que me sopló esto me contó que en una ocasión, en una comparsa que se llamaba algo así como ‘Músicos clásicos’, se acordó de su infancia en el barrio y de la Virgen del Carmen. Y es que hay carnavaleros que tienen en sus negros corazones un rinconcito para la esperanza que les podría dar incluso, previa flagelación y misa diaria de cinco años, un sitio en el cielo. Y este puede ser el caso de Quiñones, del que también me soplan que tiene fama de cantar pasodobles lacrimógenos, de muertos algunos. No sé qué mal le ven a eso los críticos. ¿Entonces el ‘Requiem’ de Mozart qué?, ¿lo criticamos por ser fúnebre? Ah, perdón, lector carnavalero, que las palabras ‘requiem’ y Mozart a ti te suenan a muebles del IKEA. Sin conocerle, y solo por su devoción carmelitana, le deseo hoy lo mejor. Yo no lo veré, pues a esa hora Radio María emite un especial sobre la canonización de Santa Genoveva. Pero suerte, pregonero.

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