Defendiendo el tipo

Metacarnaval, de uso tópico

A mí lo de metacarnaval me suena a nombre de medicina, en concreto a pomada para las hemorroides. Y sin embargo es otra cosa. Se trata, al parecer, del carnaval autorreferencial; o sea, expresar en las letras asuntos internos de la fiesta. Pero hoy, el metacarnaval se entiende como lo referido a las enemistades entre autores, entre autores y componentes, antiguas rencillas, remotísimas venganzas, rivalidades de patinillo, rencores al tres por cuatro y tiritos que sólo entiende el tiroteado. Y a veces ni eso…

El metacarnaval, como tal, parece cosa reciente, pero ha ido creciendo y creciendo como bola de nieve, hasta convertirse ya en un subgénero carnavalesco.

Por mi parte, estoy del metacarnaval hasta los coac y además no entiendo qué interés puede tener todo eso: que si fulano se fue al coro de mengano, que si en 1983 dijiste que mi comparsa era un mojón de a kilo, que si mucho venga a cantar a Cádiz pero eres un pesetero, y cosas así. Insisto, no sé qué atractivo tienen estos rencores y ajustes de cuentas músicovocales.

¡Pero vaya si tienen interés! Tal vez el mismo que despiertan esos programas llamados del corazón -tipo Sálvame- en los que se ventilan desavenencias, antipatías, enemistades y otras hemorroides sociales. Y encima dicen que son programas de entretenimiento.

Otra explicación para el éxito del metacarnaval, es lo que algunos entienden por opinar. Opinar no es injuriar, ni aprovecharse de una situación ventajosa, ni ridiculizar, ni ponerse insolente porque sí. La ironía hay que saber administrarla. Dicho de otro modo: la ironía en manos de un torpe se queda apenas en un insulto.

En fin, que lo mismo el metacarnaval no es más que un reflejo de nuestra propia ciudad dada al chismorreo y en la que todos sabemos de todos.

¡Con la de cosas que se pueden cantar en el Carnaval!

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