la sobredimensión del humor

Esto es Carnaval

  • La 'ejecución' de Puigdemont, que para Cádiz es una parodia carnavalesca más dentro de un repertorio cualquiera, se convierte en polémica nacional

Un componente de 'La familia verdugo', en su actuación del pasado martes.

Un componente de 'La familia verdugo', en su actuación del pasado martes. / Jesús Marín

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista/ Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío./ Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista./ Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante./ Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

(Emil Martin Niemöller)

¿Qué ha pasado en el Carnaval de Cádiz, chiquillo? Piezas en los telediarios de cadenas públicas y privadas, artículos en La Vanguardia, en El Español, en el 20 minutos, en El Mundo, en El Periódico, en El confidencial, en La Razón... Miles de visualizaciones de un vídeo y de tuits y retuits en la repetición del más gusto, del más insulto todavía, de la estupidez compartida, y del me gusta de repetición. ¿Qué ha pasado en el Carnaval de Cádiz, chiquillo? Les cuento, nada. Al menos, nada que no ocurra año tras año. La exaltación de la sátira, el escaparate del reflejo deformado de las vilezas y grandezas de un pueblo, el collage supremo de todos los colores y sabores del humor a base de trazos más o menos afortunados. Ha pasado, ni más ni menos, que Carnaval.

"Una chirigota de Cádiz propone degollar a Puigdemont y el público aplaude. Estamos ansiosos por ver cómo la Fiscalía les lleva a juicio por delito de odio. Ah, no. Que la catalanofobia no es delito. De hecho, se usa para ganar votos. #Marxem". En sus redes sociales, el Círculo Catalán de Negocios prendía una de las llamas de lo que sería el incendio del sinsentido, al que estamos asistiendo boquiabiertos los gaditanos, apenas un día después de que la chirigota de Chiclana 'La familia Verdugo' utilizara una cuarteta de su popurrí para someter a juicio del público del Falla la ejecución o no (también se contemplaba la opción de pelarlo) de Puigdemont en la guillotina, por la que también, dicho sea de paso, pasaron los tres Reyes Magos.

Un par de minutos en un repertorio de 30 que han bastado para que se desaten los malages dedos acusadores, la guasita latente con los nacionalismos y, no nos engañemos, la tendencia nacional de sobredimensionar el humor y la sátira que ya se ha cobrado más de una víctima acusada de delito de odio o de exaltación del terrorismo por un chiste en las redes sociales o un montaje artístico. Y no hay derecho.

Un par de minutos en un repertorio que en nuestro canalla rincón al sur del sur pasaron totalmente desapercibidos en el mar de letras bastante más serias y contundentes contra Cataluña o contra los que están en contra de Cataluña (que aquí para gustos los colores) con las que las agrupaciones tejen sus repertorios cada año.

Gatillos flojos, pieles de porcelana, la tecnología como una bomba de relojería en las manos de los que todavían tienen por estrenar el Micho 2, la pérdida de calidad del periodismo faltito de empresas capaces de mantener a periodistas en la zona a informar donde puedan contextualizar las situaciones, las carencias de una democracia que necesita un plato hasta los bordes de un buen puchero (¿a ti te gusta el puchero, Juan?)... Eso ha pasado en Cádiz, eso ha pasado en el Concurso de Agrupaciones del Carnaval de Cádiz. Nada y todo.

Ha pasado el teatro popular de toda la vida, el cruel, el cínico. Ha pasado esa sátira indeleble a una expresión popular de la que no se puede separar para que tenga sentido. Ha pasado la broma, con más o menos gracia. Y ha pasado la estupidez humana, una vez más, partiéndose la camisa en la juerguecita del absurdo.

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