Doña Cuaresma

Bruno, huye

Escribo esto en domingo, día del Señor y de resaca de su bendita Epifanía, y me encuentro en este Diario un reportaje sobre cuatro grupitos de hombres mellados, de esos que traerán durante un mes a esta ciudad nada más que miseria e incultura. Dicen sus autores (palabra que les viene muy grande) que no han podido disfrutar de la Navidad por la cercanía de esa otra fiesta pagana y pecaminosa que desde este martes invadirá un teatro que hace décadas perdió su categoría para entregarse a la barbarie de febrero. En lugar de ir a la Misa del Gallo habrán estado reunidos alrededor de varias botellas decidiendo qué cuplés (¿se llaman así los bodrios cortos que cantan, no?) berrearán en el Falla. En vez de llevar a sus hijos a ver belenes (los habrán llevado sus esposas, pobres, y después ellos cantarán contra el machismo) estarían ensayando canciones malsonantes y desafinadas. Qué pena de esos niños huérfanos de padres en Navidad. ¿Cuándo van a entrar por derecho en el Carnaval los asuntos sociales? Quitarles la custodia sería lo mejor para la educación de esas criaturas. Y de camino podrá evitarse que imiten a sus padres. Y es que no hay manera de disfrutar una fiesta religiosa en esta ciudad sin que por medio no esté el chunda chunda de los chirigoteros y comparsistas. Desde aquí te lo digo, Bruno: no te pega nada juntarte con estos andrajosos. A tu antecesor, sí. Pero a ti, niño bonito de carita angelical blanquito como una sagrada hostia, no se te ha perdido nada junto a estos vándalos. Huye. Estás a tiempo.

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