El 'Santo Grial' del fútbol
REPORTAJE
La original Copa Jules Rimet tuvo una azarosa existencia desde 1928 · Conquistada por Brasil, robada y hasta fundida, en 1974 tomó su relevo la actual FIFA World Cup
21 de junio de 1970. Las selecciones de Brasil e Italia saltan al césped del estadio Azteca de México DF. Van a dirimir, en 90 minutos, quién será el campeón del mundo de fútbol. También se disputan otro honor: adjudicarse para siempre un trozo de historia del deporte rey, la Copa Jules Rimet. Ambos países la habían ganado ya en dos ocasiones y el que lo lograra por tercera vez se convertiría en su propietario definitivo.
El prestigioso trofeo tuvo una azarosa existencia. Como si cumpliera la trama de una película policíaca, estilo El Halcón Maltés, vivió rodeado de sueños, deseos, codicias, robos y muertes. Al final, no pudo sobrevivir a la avaricia humana. Fue en el Congreso de la FIFA, celebrado en Amsterdam el 29 de mayo de 1928, cuando se aprobaba la realización de un viejo sueño: un campeonato del mundo de selecciones nacionales. Jules Rimet, su presidente, propuso que al vencedor del torneo se le premiara con una obra de arte. El hermoso detalle se encargó al escultor parisino Abel Lafleur, que optó por una estatuilla de oro sobre una base de lapislázuli. Con 35 centímetros de altura y 3,8 kilogramos de peso, la figura representaba a Niké, la diosa griega de la victoria, una mujer alada portando un vaso octogonal sobre su cabeza. Una placa de oro, situada en cada uno de los cuatro lados de la base, registraría grabado el nombre de sus campeones. Bautizada Victoria por su autor, al final se la tituló Coupe du Monde. La federación del país ganador se responsabilizaría de su custodia hasta la disputa del siguiente torneo.
El trofeo viajó a Uruguay, sede del primer Mundial en 1930, a bordo del Conde Verde, el buque que transportó a Jules Rimet con los seleccionados de Francia, Bélgica y Rumanía. El campeonato de Francia 1938, ganado por Italia, fue el último disputado antes de estallar la II Guerra Mundial. Finalizado el conflicto, Ottorino Barassi, presidente de la Federación Italiana, relató que mantuvo escondida a Victoria en una caja de zapatos debajo de su cama, para impedir que los nazis se apoderaran de ella. Esta novelesca historia se vino abajo cuando, años más tarde, se supo que Barassi inventó la batallita para convertirse en héroe. La Copa siempre estuvo a salvo, pero depositada en la caja de seguridad de un banco de Roma -según desveló el periodista Diego Lucero- "un lugar donde nunca llegan las guerras".
El trofeo protagonizó el Congreso de la FIFA de Luxemburgo, el 1 de julio de 1946. Allí, además de fijarse la sede del próximo Mundial en Brasil, se estableció que pasara a denominarse Copa Jules Rimet, en honor al directivo que tanto luchó por el nacimiento del torneo.
En 1966, antes de iniciarse el campeonato de Inglaterra, fue robada del Central Hall en Londres donde estaba expuesta, pero la encontró un perrito, Pickles. En México 1970 Brasil se hacía con su tercer título y, tal como había sido estipulado, el derecho de conservarla a perpetuidad. La Jules Rimet descansaría para siempre en las vitrinas de la Confederación Brasileña de Fútbol. Sólo le duró 13 años el honor de guardar tan preciado tesoro. En 1983 desaparecía de la sede de la CBF y hasta 1988 no se supo su triste final, cuando el cerebro del robo fue asesinado por sus cómplices, quienes después de haber fundido el trofeo y venderlo como oro no recibieron su parte del botín. La Copa Jules Rimet se había perdido para siempre. Todos soñaron con poseerla y, al final, no sería para nadie. En 1997 salió a la venta en subasta una réplica. Adquirida por la FIFA, su elevado coste desató especulaciones: que esa no era una copia sino la primitiva, la auténtica.
Para su décimo Mundial, que se disputaría en 1974, el máximo organismo del fútbol internacional decidió crear un nuevo trofeo. El diseño elegido fue el del italiano Silvio Gazzaniga, que representa a dos figuras humanas en torsión alzando los brazos y sosteniendo un globo terráqueo. El autor describió así su creación: "Las líneas surgen de la base, se elevan en espiral y se extienden para abrazar al mundo. De la extraordinaria tensión dinámica del cuerpo compacto de la escultura emergen los cuerpos de dos atletas en el momento culminante de la victoria". A la empresa GDE Bertoni, ubicada en Paderno Dugano (Milán), se le asignó construir el glorioso galardón.
Fabricada con 5 kilogramos de oro de 18 quilates, la escultura mide 36 centímetros y pesa 6,175 kgs. La base alberga dos anillas de malaquita que enmarcan su nombre, FIFA World Cup, y varias placas para inscribir a los países que la fueran ganando. Finalmente se decidió grabarlos por debajo, en la parte interior. Se desconoce si la FIFA retirará el trofeo después del Mundial 2038, cuando el espacio para cincelar 17 campeones haya sido completado. Porque esta Copa, a diferencia de su predecesora, no puede ser conseguida de forma definitiva. Es decir, que ninguno de sus cuatro bicampeones (Alemania, Argentina, Italia y Brasil) se la podrá quedar en propiedad si la ganara una vez más. La recoge el capitán de la selección vencedora en la final, pero el equipo campeón sólo la disfruta durante la celebración en el terreno de juego. No la custodia 4 años. Obtiene una réplica de menor tamaño, fabricada en latón y recubierta de oro.
En Alemania 1974 se realizó el cambio de trofeo. En la ceremonia de inauguración Pelé mostró la Jules Rimet, propiedad de Brasil, y el germano Uwe Seeler la FIFA World Cup; los dos futbolistas participaron en cuatro Mundiales consecutivos. Ningún jugador consiguió levantar ambas. El que más cerca estuvo de lograrlo fue Franz Beckenbauer, campeón en 1974 y finalista en 1966. También Dino Zoff, campeón en 1982 y finalista en 1970.
Antes del comienzo de cada torneo, la World Cup realiza varias giras por todo el planeta, pero lo que se exhiben son copias y algunas, incluso, han sido robadas. La auténtica se encuentra en lugar seguro, custodiada por la FIFA. La Copa del Mundo que alzó Iker Casillas hacia el cielo de Sudáfrica es única. Como hemos señalado, apenas está unos minutos en poder de sus ganadores. Una vez paseada, un delegado de la FIFA la recupera antes de que entre en el túnel de vestuarios y el equipo campeón recibe otra, en apariencia, igual. Su menor tamaño, escaso brillo y huérfana peana advierten al atento observador que se trata de una imitación. Pero, sobre todo, es el poco esfuerzo que exige a los jugadores sostenerla el principal chivato que delata que no tenemos la original. Esta réplica es la que exhibe la Federación en su paseo triunfal por toda España.
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