Reyes Magos
El partido de mi vida por David Doña
EL PARTIDO DE MI VIDA El partido de mi vida, no lo vi. En la víspera, el sábado 23 de mayo de 1981, hice la Primera Comunión. Del aluvión de regalos recuerdo dos: uno de ellos es todo un clásico, concretamente el Diario de Mi Primera Comunión con esas horribles tapas nacaradas; el otro se convirtió en un bien preciado, si bien estéril: un tango Adidas, el balón popularizado en el Mundial de Argentina disputado tres años antes, firmado por los jugadores del Cádiz. Ese Diario tuvo una vida breve. Sólo dos páginas escribí. Se convirtió por tanto en un breviario. La página inicial condensaba las emociones de la Comunión. En fin. En la segunda conté el ascenso en Elche, en mi opinión el más épico de la historia cadista, logrado el 24 de mayo de 1981. Del partido en sí recuerdo fragmentos deslavazados de la narración de la radio. Esa tarde, y las tardes siguientes, Cádiz fue una fiesta. Recuerdo que en casa se escuchaba por la noche el programa del Butanito (José María García), aún en la SER; que la gesta del Cádiz saliera en emisión nacional era también algo insólito. Y qué forma de salir: en una conexión desde el vestuario y con mucha gente desbarrando. Ese momento, hoy, es impensable. La televisión nos deparó un nuevo disgusto. Creo recordar que el gol de la victoria, una delicatessen de Pepe Mejías, no salió esa noche en el resumen de TVE por problemas técnicos. Esa imagen, de pésima calidad, sí se localiza hoy en el universo internet: Pepe recoge un balón colgado al área desde el lateral derecho; es un balón blando, que llama a la pugna y no al remate directo; en el salto gana un delantero cadista que prolonga el esférico hasta la posición de Pepe; y el centrocampista gaditano resuelve con una maniobra magistral viendo que un oponente le encimaba: amortigua con el empeine derecho y con ese mismo toque regatea al adversario, el balón bota levemente y con el interior lo dirige al palo izquierdo del portero, describiendo una parábola tan sutil como inalcanzable. Antes de ese instante, Zúñiga –un magnífico centrocampista cedido por el Español y que hacía la mili en Cádiz- anticipó a los amarillos con un remate de cabeza favorecido por la alocada salida del guardameta local. En la segunda parte empató el Elche, también de cabeza y a la salida de una falta, quizás en el único lance donde no se impuso aquel formidable tándem de Dos Santos y nuestro Hugo Vaca. Todo parecía abocado a la fiesta ilicitana, hasta que Pepe Mejías ralentizó el tiempo. La foto de los héroes de Elche captada por Pedro Caso –fotógrafo amigo de mi padre- se mostró en mi habitación durante muchos años. Por circunstancias de la vida tuvimos que afrontar demasiadas mudanzas. Pero esa foto era invariable en cada nuevo domicilio, en cada dormitorio, en cada pared… como atestiguaban los vértices asaeteados por decenas de chinchetas. Esa alineación me vio crecer: Bocoya, Juan José, Amarillo, Manolito, Hugo Vaca, Dos Santos, Mané, Zúñiga, Choquet, Luque y Pepe Mejías. El Tango también me acompañó. En su superficie esférica el equipo que ascendió en Elche había estampado sus firmas. Con ese balón descubrí el significado de la expresión ‘regalo envenenado’: para conservar esas rúbricas su piel de cuero permaneció indemne durante años, ajena a la explosión de un desplazamiento de empeine, al efecto de un exterior o al sobrio pero eficaz punterazo. De ese 1981 también custodié, durante mucho tiempo, una camiseta de Mané y su perenne 7, de cuando los dorsales aún se asociaban a posiciones del campo: el 2 para el lateral derecho, el 3 para el izquierdo; 4 y 5 para central y líbero; 6, 8 y 10 para centrocampistas, el 6 bregador, el 10 el artista y el 8 una aleación de ambos; 9 delantero centro; 7 extremo derecho; y el 11, zurdo a poder ser, extremo izquierdo. Ese año en El Salvador de Mágico comenzaba una cruenta guerra civil; Ronald Reagan tomaba posesión como presidente de Estados Unidos; Carlos de Inglaterra se casaba con Lady Di para darles ideas a El Peña y El Masa; mientras que en Chile y Argentina aún sonaban los sables. En España los sables acababan de envainarse por muerte natural, si bien sus herederos quisieron resucitarlos con un Golpe de Estado finalmente fallido. Ese mismo Congreso aprobó, en el mismo 1981, la Ley del Divorcio. Y, en el mundo del fútbol, secuestraron a Quini. Al año siguiente organizamos el Mundial. Y, en el campo, nos ahogamos en la mediocridad. Normal: la Furia no tenía a Pepe Mejías.
No hay comentarios